“Es curiosa la pregunta cuando alguien foráneo visita Estepa ¿por qué un misterio tan particular representando a Jesús Niño en la semana en que se conmemora el Misterio de la Redención?
La sabia teología de un pueblo que intensamente vive la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo nos ha sabido inculcar desde tiempos pretéritos que la devoción hacia Jesús no sólo es la mirada en su vida pública sino la niñez y crecimiento del que siendo Dios dio su vida por nosotros.
Como nos imaginamos a Cristo sufriendo el escarnio y martirio para su Muerte y Resurrección sin antes haber encarnación y niñez.
Ese es el principio de la Redención, el nacimiento y la veneración de Dios niño en los tres Misterios gozosos que nos presenta el Santo Rosario.
Una celebración litúrgica y gloriosa a Jesús Niño el día primero de Enero, donde prima sobre todo el Universo el Nombre de Jesús. Ante el Nombre de Jesús que toda rodilla se doble, que toda fiera enmudezca, que todo el mundo se humille ante el Nombre de Jesús.
Representando a otro de los misterios de Niño Jesús, la Presentación en el Templo, apareciendo así la figura de María, la purificación de la virgen, incluida también en una celebración dentro de la liturgia, Jesús presentado en el Templo a Dios, Padre eterno, como cualquier niño que se ofrece a la voluntad del Sumo Hacedor.
Y la otra festividad no incluida en la Liturgia, el Misterio de la Pérdida en el Templo, Jesús Niño enseñando a vetustos Doctores de la Ley de Dios, transito misterioso de lo terrenal a lo divino representado en las columnas del templo, Dios a través de su hijo enseñando a los que se han de llamar Doctores de la Ley de Dios, preguntas sobre la Divinidad de Dios que son enseñadas a los Doctores por un niño de doce años perdido de sus Padres.
En un magnífico misterio se nos presenta Jesús Niño en el Templo que es Estepa, donde todos somos esos Doctores que pretendemos coger la enseñanza que Cristo nos enseña en el Templo de su Padre eterno, acojámonos a esa didáctica lección magistral que un Niño nos enseña en una primorosa tarde primaveral, es Dios mismo quien quiere perderse entre nosotros por amor, para mostrarnos la verdad.
Y tal como bien nos cantó el pregonero que acertó el símil certero para hablarnos del Dulce Nombre de Jesús:
“Anda buscando la verdad. Está perdido para todo cuando no sea la voluntad de Dios. Está diciendo, desde lo alto de nuestras calles, a todos los que quieran escucharlo, que va transitando hacia la cruz; y que habremos de verlo, bien pronto, ya hombre, con ella a cuestas, nazareno por amor.”
La sabia teología de un pueblo que intensamente vive la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo nos ha sabido inculcar desde tiempos pretéritos que la devoción hacia Jesús no sólo es la mirada en su vida pública sino la niñez y crecimiento del que siendo Dios dio su vida por nosotros.
Como nos imaginamos a Cristo sufriendo el escarnio y martirio para su Muerte y Resurrección sin antes haber encarnación y niñez.
Ese es el principio de la Redención, el nacimiento y la veneración de Dios niño en los tres Misterios gozosos que nos presenta el Santo Rosario.
Una celebración litúrgica y gloriosa a Jesús Niño el día primero de Enero, donde prima sobre todo el Universo el Nombre de Jesús. Ante el Nombre de Jesús que toda rodilla se doble, que toda fiera enmudezca, que todo el mundo se humille ante el Nombre de Jesús.
Representando a otro de los misterios de Niño Jesús, la Presentación en el Templo, apareciendo así la figura de María, la purificación de la virgen, incluida también en una celebración dentro de la liturgia, Jesús presentado en el Templo a Dios, Padre eterno, como cualquier niño que se ofrece a la voluntad del Sumo Hacedor.
Y la otra festividad no incluida en la Liturgia, el Misterio de la Pérdida en el Templo, Jesús Niño enseñando a vetustos Doctores de la Ley de Dios, transito misterioso de lo terrenal a lo divino representado en las columnas del templo, Dios a través de su hijo enseñando a los que se han de llamar Doctores de la Ley de Dios, preguntas sobre la Divinidad de Dios que son enseñadas a los Doctores por un niño de doce años perdido de sus Padres.
En un magnífico misterio se nos presenta Jesús Niño en el Templo que es Estepa, donde todos somos esos Doctores que pretendemos coger la enseñanza que Cristo nos enseña en el Templo de su Padre eterno, acojámonos a esa didáctica lección magistral que un Niño nos enseña en una primorosa tarde primaveral, es Dios mismo quien quiere perderse entre nosotros por amor, para mostrarnos la verdad.
Y tal como bien nos cantó el pregonero que acertó el símil certero para hablarnos del Dulce Nombre de Jesús:
“Anda buscando la verdad. Está perdido para todo cuando no sea la voluntad de Dios. Está diciendo, desde lo alto de nuestras calles, a todos los que quieran escucharlo, que va transitando hacia la cruz; y que habremos de verlo, bien pronto, ya hombre, con ella a cuestas, nazareno por amor.”