Otro aspecto interesante será que el VII Marqués de Estepa fue Gentilhombre de Cámara de Su Majestad con ejercicio y Caballero de la Gran Cruz de Carlos III (1771), por lo tanto como hombre cortesano pudo conocer el ambiente en el que actuaban estos artistas áulicos, entre los que se encontraría Salvador Carmona. De la misma forma residía largas temporadas en Madrid y sin lugar a dudas, posiblemente fue uno de los que demandó al escultor vallisoletano algunos de los encargos estepeños. Por lo tanto entendemos, que sin duda alguna la residencia en Madrid de los Marqueses y su estrecha vinculación con el ambiente cortesano, propició el que éstos se erigiesen como intermediarios entre el clero estepeño, y el taller del académico. Además, había que tener en cuenta el prestigio alcanzado por Luis Salvador Carmona ya desde mediados del siglo XVIII, no sólo en la Corte, sino en gran parte de España. No en vano encontramos sus obras diseminadas por casi toda la geografía peninsular. De igual manera los marqueses establecerían un menor control e inspección del trabajo al residir durante largas temporadas en la capital.
Todas estas suposiciones y conjeturas se contrastan documentalmente por la existencia de una deuda de mil reales que tenía el Marqués de Estepa con dicho escultor por la hechura de una cabeza y manos de un nazareno para Estepa. Al parecer, se afirma, que las obras estepeñas de San Francisco de Asís, San Juan Bautista y Ntro. Padre Jesús Nazareno fueron ejecutadas en Madrid por el castellano y enviadas por el VII Marqués a sus respectivos oratorios, ya que éste como patrono de los templos de su marquesado, a la sazón Vicaría Vere Nullius, debía atender a su culto y decencia.
Fotografía: J. Vázquez