Con el término exclaustración se hace
referencia al hecho de abandonar el claustro, es decir, el estado religioso,
voluntaria o forzosamente, para vivir fuera del mismo. Considerada en su
aspecto histórico, ésta consiste fundamentalmente en la supresión de
monasterios y conventos llevada a cabo por el poder político, negando a las
comunidades religiosas su existencia legal y prohibiendo a sus miembros la
práctica de la vida en común. Generalmente la exclaustración va acompañada de
un proceso de desamortización que supone la incautación por el Estado de los
bienes pertenecientes a las comunidades suprimidas, a las que suele seguir la
venta en pública subasta.
En el siglo XVIII se impone la supremacía del
poder real sobre la Iglesia y el derecho de injerencia de la Corona en el
gobierno de la misma. Aunque la preocupación por el elevado número de
religiosos es una constante desde el siglo XVI en los Gobiernos de España, no
será hasta la llegada de los Borbones que esta preocupación se traduzca en
medidas legales concretas.
Durante el reinado de Carlos III (1759-1788),
tiene lugar la expulsión de los jesuitas de los territorios españoles en 1767 y
se reducen el número de religiosos de la Orden de la Merced Descalza en 1774.
En esta misma línea se sitúa el expediente relativo a los conventos de mínimos
de la Archidiócesis de Sevilla solicitado en 1775 y poco después anulado.
Durante el reinado de Carlos IV (1788-1808),
motivada por la permanente crisis de la Hacienda Pública y agravada por los
cuantiosos gastos derivados de la guerra con Francia, se decreta la primera
desamortización eclesiástica en 1798. Este primer proceso señala el camino a
seguir por las siguientes desamortizaciones: apropiarse de los bienes de la
Iglesia para, con su venta, hacer frente al permanente estado de quiebra de la
Hacienda Pública.
La Real Orden afectó a los bienes de la
extinta Compañía de Jesús y también a los bienes raíces pertenecientes a
“hospitales, hospicios, casas de misericordia, de reclusión y expósitos,
memorias pías y patronatos de legos”. Y
en 1805 el papa Pío VII autoriza al monarca español para vender capellanías y
la séptima parte de las fincas pertenecientes a conventos e iglesias.
Durante la ocupación francesa, el primer
decreto exclaustrador fue firmado por Napoleón en 1808, por el cual los
conventos debían quedar reducidos a una tercera parte y se prohibía la admisión
de novicios. En 1809 José I firma el
decreto de exclaustración total, suprimiendo todas las órdenes religiosas
masculinas sin excepción. Los bienes de los conventos quedaban aplicados a la
Nación. Todos los conventos quedaron suprimidos en fechas variables a lo largo
de tres años, conforme avanza la ocupación del territorio español por las
tropas francesas. A principios de marzo de 1810 se procede al cierre de los
conventos de órdenes masculinas de las villas de Estepa: el de San Francisco
(franciscanos) y el de la Victoria (mínimos).
A finales de agosto de 1812, el mariscal
Soult ordena levantar el sitio de Cádiz, único reducto que había resistido el
avance napoleónico, lo cual marca el inicio de la retirada de las tropas
francesas del solar hispano. En la mañana del día 1 de septiembre de 1812 los
últimos soldados franceses abandonaron la villa de Estepa, poniendo así fin a más
de treinta meses de ocupación.
Con la llegada de Fernando VII en 1814 se
devuelven los conventos y sus propiedades pero el número de religiosos sufrió
una merma considerable. En 1820 Fernando VII se ve obligado a jurar la
Constitución de 1812, comenzando el llamado “trienio liberal”. Las nuevas
Cortes pronto empezaron a ocuparse de la reforma de los religiosos: se suprimió
de nuevo la Compañía de Jesús, las órdenes monacales, las de canónigos
regulares y premonstratenses, las órdenes militares y las de los hospitalarios.
Se reformaron las órdenes mendicantes o
regulares: no se permitirán fundar nuevos conventos ni admitir novicios, sólo
podrá haber un convento de una misma orden en un pueblo, la comunidad inferior
a 24 religiosos se unirá con la de otro convento de la misma orden y se
trasladará a vivir en él, aunque si es el único del pueblo puede subsistir al
menos con 12 religiosos.
Con estas medidas se suprimieron 324 casas de
las órdenes extinguidas y se cerraron 801 conventos (de un total de 1661) pertenecientes
a las órdenes reformadas. En cuanto al número de religiosos secularizados se
estima que fueron unos 8000 sobre un total de 33000.
El convento franciscano de Estepa parece que
no tuvo mayor problema en continuar abierto y sin haber recibido miembros de
otras comunidades cercanas, dado al carácter numeroso de su comunidad. Respecto
a los mínimos, sólo quedaron abiertos en la Archidiócesis los conventos de
Jerez, Sevilla, Utrera y Estepa. Al convento de Estepa fueron trasladados los
religiosos de los conventos de Osuna y Olvera, que fueron cerrados.
En 1823 se pone fin a este periodo,
decretándose la anulación de las disposiciones del gobierno liberal y se
establece la devolución a los regulares de todos sus bienes y conventos, sin
conceder indemnización a sus compradores.
A la muerte de Fernando VII en 1833 asume la
Regencia Dª María Cristina, su esposa y madre de Isabel II. Durante este
periodo (1833-40) se va a consumar la desaparición definitiva de las órdenes
religiosas en España. En julio de 1835 se suprime de nuevo la Compañía de Jesús
y todos los conventos que no tuviesen 12 religiosos. Durante la sublevación de
agosto contra el gobierno moderado surgen las juntas locales revolucionarias
que decretarán por su cuenta la supresión de los conventos. Así en Andalucía se
cerrarán todos los conventos entre el 18 de agosto (Cádiz y Málaga) y la
primera quincena de septiembre
(Sevilla). En septiembre se les da carácter legal y se pone en venta todos los
bienes pertenecientes a comunidades religiosas suprimidas.
Otros decretos aseguraban la incautación por
el Estado de buena parte de las propiedades del clero secular, que recibiría
desde entonces una modesta asignación económica del Estado, y los bienes de
corporaciones, congregaciones y hermandades. La Vicaría, las parroquias y las
ermitas también verían mermados sus bienes rústicos y urbanos.
El cierre del convento franciscano de Estepa
pudo producirse en el verano de 1835 o, a lo sumo, durante el otoño o invierno
de ese mismo año. El 9 de enero de 1904 el Arzobispo de Sevilla, D. Marcelo
Spínola, autoriza la reapertura del convento estepeño que le fue solicitada por
los franciscanos de Ntra. Sra. de Regla de Chipiona.
El convento de los mínimos de Estepa se cerró
definitivamente en agosto de 1835. A la expulsión de los frailes siguió la
venta del convento, para vender los materiales, del que sólo quedó un solar. La
Iglesia todavía quedó un pie casi un siglo después, del cual sólo se conserva
la torre.
Aguilar y Cano en su “Memorial” apunta que en
1835 tuvo lugar en Estepa un levantamiento popular, del que se desconoce si
afectó a los frailes y conventos. De cualquier forma, el cierre tuvo que
suponer para los frailes, al menos en un primer momento, un cierto desconcierto
y desamparo, sobre todo si se tiene en cuenta que en aquel tiempo el Vicario,
máxima autoridad eclesiástica de la villa, estaba desterrado en Manzanares y
poco podría hacer para auxiliarles. Algunos frailes en sus respuestas dejan
traslucir lo mal que lo pasaron, casi dos años después de estos hechos. Sin
embargo, con la llegada del nuevo Vicario, su situación irá cambiando y más de
la mitad desempeñarán cargos en las diferentes parroquias de la jurisdicción y
el resto dispondrán de alguna capellanía o ejercerán como sacerdotes particulares.
El proceso de desamortización significó en el
siglo XIX el trasvase de miles de fincas rústicas y urbanas, la pérdida de gran
parte del patrimonio de la iglesia, la exclaustración de gran número de
religiosos, el abandono de los edificios que fueron conventos, la dispersión
del patrimonio que conservaban, en parte recuperado por su ingreso en museos y
colecciones artísticas; y la conformación de una élite nobiliaria y burguesa
que se enriquece con el proceso acaparando tierras y consolidando su posición
económica y social.
Fuente:
-La exclaustración de 1835-1837 en la Vicaría
de Estepa. Jorge Alberto Jordán Fernández. IV Jornadas sobre Historia de
Estepa. 2000
-Patrimonio Eclesiástico desamortizado en
Estepa. José Manuel Navarro Domínguez. III Jornadas sobre Historia de Estepa.
1998