Los caminos que se dirigen a Santiago de Compostela se han ido forjando desde el siglo IX en episodios históricos, culturales y comerciales que se han desarrollado en caminos tan conocidos como el Camino Francés, el Camino del Norte, la Vía de la Plata o el Camino Mozárabe, entre otros. Pero se trata además de un camino vivo al que van sumándose otras rutas que los nuevos y modernos peregrinos van forjando cada año, aprovechando los trazados históricos a los que añaden nuevas rutas de singular encanto.
Una ruta de estas características necesita de un estudio previo que permita hacer de ella un instrumento cultural, turístico, deportivo y religioso que colabore al mantenimiento, restauración y enriquecimiento de los lugares por lo que discurre la ruta. Este estudio pondrá en conocimiento aspectos como los viales por los que discurre la ruta, el aspecto histórico de los propios viales y de la ruta, los pueblos y ciudades por los que pasa, los monumentos que se puedan visitar, la disponibilidad de alojamientos, la recomendación de los restaurantes y de la gastronomía de la zona o el entorno natural con valor paisajístico y ecológico por el que discurre. Otro aspecto importante es la señalización de la ruta y la realización de una guía que facilite al peregrino su caminar por la ruta.
Una de las rutas que enlazan con la Vía de la Plata en Sevilla es conocida como la Ruta Antequerana o la Ruta de Antequera y trascurre por las ciudades de Antequera, Fuentepiedra, Estepa, Osuna y Alcalá de Guadaira con unos aproximadamente 159 km. Esta ruta se enlaza dentro de las rutas mozárabes que seguían los cristianos para llegar a Santiago a través de los territorios musulmanes de la península, partiendo desde la ciudad musulmana de Antequera para atravesar los territorios fronterizos y llegar hasta la cristianizada Sevilla. En esta ruta se comunican la Andalucía oriental (Granada, Almería, Málaga), con su histórica influencia islámica, y la Andalucía occidental, que fue reconquistada para el cristianismo con anterioridad, convirtiéndose en un enlace de culturas.
La conquista de Córdoba el 29 de junio de 1236 fue decisiva para el avance de las tropas cristianas en el territorio musulmán, propiciando la caída de numerosas fortalezas que dependían de la de Córdoba. Así avanzaron las tropas cristianas por los territorios que formaban las ciudades y fortalezas de Écija, Almodóvar, Lucena, Porcuna, Marchena, Cabra, Osuna, Baena y Estepa (15-8-1240), entre otros, para avanzar después hacia las tierras de Isbilia. Y el 23 de Noviembre de 1248 se conquistó la ciudad de Sevilla por Fernando III. Sin embargo, la zona oriental resistió a las tropas cristianas, creando una situación fronteriza que perduró durante 250 años. En el siglo XV las tropas cristianas volvieron a conseguir victorias en estas tierras, conquistando ciudades tan importantes como Antequera (1410) o Málaga (1487) y finalizando con la conquista de Granada en 1492.
La realidad fronteriza que tuvieron estos territorios durante casi tres siglos hizo que se crearan rutas comerciales y de intercambio entre los territorios musulmanes y los cristianos, aunque el peligro estaba siempre presente y en numerosas ocasiones estos negocios se convertían en emboscadas preparadas por ambos lados. También era cierta la inestabilidad existente en los territorios que hacía que una misma fortaleza pudiera pasar de un lado a otro en varias ocasiones según los resultados que se obtenían en las batallas. A pesar de la conflictividad entre los bandos, no se impidió que se mantuvieran relaciones comerciales y que se establecieran rutas propicias para tal comercio entre los reinos musulmanes y las ciudades de Córdoba o Sevilla. Estas rutas se convirtieron también en el acceso que tenía los mozárabes, es decir, los cristianos que vivían en tierras musulmanas, para llegar a las regiones cristianas, y así poder manifestar sus sentimientos religiosos, como por ejemplo buscar la ciudad de Sevilla para iniciar la peregrinación hacia la tumba del apóstol Santiago en la ciudad de Compostela.
Actualmente la ruta antequerana conecta el Camino Mozárabe que parte desde Málaga a su paso por Antequera en dirección a Córdoba con el inicio de la Vía de la Plata en la ciudad de Sevilla.
Esta ruta se divide en las siguientes 6 etapas:
Etapa 1: Antequera – Fuente de Piedra
Etapa 2: Fuente de Piedra – Estepa
Etapa 3: Estepa – Osuna
Etapa 4: Osuna – Marchena
Etapa 5: Marchena – Alcalá de Guadaira
Etapa 6: Alcalá de Guadaira - Sevilla
Nuestro camino comienza en la ciudad de Antequera, a las puertas del reino nazarí de Granada. Las excelencias de su paisaje, su enjundiosa carga histórica, la autenticidad que retiene hoy como ayer, no pasaran desapercibidas para el peregrino que inicia aquí su camino. La musulmana Antaqira resurge en la Edad Media en medio de las disputas entre los reyes cristianos y los ziríes granadinos. Su personalidad musulmana se afirma al configurarse su estructura urbana, con la alcazaba y la medina amurallada. El peregrino pondrá a prueba su audacia aquí siguiendo el lema del infante Fernando ante la conquista de la ciudad en 1410: “Mañana, salga el sol por Antequera y que sea lo que Dios quiera”. En esta ciudad el peregrino no debe perderse:
-La alcazaba y las murallas de la medina: Los restos de la antigua villa medieval ocupan la parte superior del cerro que dominaba la ciudad. En su zona más elevada se alza la Alcazaba, formidable muestra de arquitectura militar musulmana. Enlazados con el castillo se contemplan los fragmentos de muros, torres y puertas que han sobrevivido de la muralla de la medina, de origen almohade, completada en época nazarí y reforzada por los cristianos.
-El casco urbano y sus iglesias: Las cuestas empedradas, adornadas de palacios y casas solariegas, caen desde la alcazaba hasta el centro neurálgico de la ciudad. Por aquí se encuentra la ciudad de iglesias blancas que fascina al visitante. Y es que, desde luego, su número y su interés artístico es tal que su relato sería interminable: la iglesia de San Sebastián o de San Agustín, el convento franciscano de San Zoilo o de la Encarnación, la parroquia de Santiago, el palacio de Nájera o su centenaria plaza de toros.
-Los dólmenes: El excepcional conjunto megalítico, considerado el más notable de España, está formado por los dólmenes de Menga, Viera y el Romeral, levantados con descomunales bloques de piedra y recubiertos con túmulos hace más de cuatro mil años, cuevas en las que vibra el magnetismo de la prehistoria.
-El Torcal: Constituye uno de los más sugestivos e insólitos parajes de Andalucía, a una lengua escasa al sur de Antequera. La erosión de las aguas, de los vientos y los días han labrado caprichosas formas en la roca, inverosímiles equilibrios de piedra, figuras o turbantes de caliza flotando en la luz irreal del atardecer.
El peregrino inicia su camino en la alcazaba musulmana para dirigirse a la parroquia de Santiago, junto a la puerta de Granada, y así encomendarse al santo patrón.
El primer destino del peregrino estará en la población de Fuente de Piedra y su famosa laguna. A la caída de una suave pendiente, en medio de la tierra roja, se descubre la espejeante superficie de la Laguna Salada, el inmenso estanque natural que yace al lado de Fuente de Piedra. Los mismos orígenes del lugar obedecen a la existencia de un manantial de aguas medicinales famoso desde la antigüedad, al que los romanos llamaron fons divinus. Más tarde, se le dio el nombre de Fuente de Piedra por las especiales propiedades que tenía para los cálculos renales, “el mal de la piedra”.
De aguas salobres y carácter endorreico, alimentada por aguas del substrato, es la mayor laguna de Andalucía, con una superficie de 1359 ha. Las manchas de encinar, coscoja, olivo, lentisco y matorral mediterráneo arropan su perímetro, mientras en las orillas y tierras emergentes de las aguas someras abundan los tarajes, carrizos, juncos, eneas y otra vegetación. El interés de la laguna como reserva faunística resulta extraordinario, al reunir una de las principales colonias de cría del flamenco de la Península y por el contingente de aves que la frecuentan, señalándose la grulla, calamón y ánsar común entre las 170 especies registradas. Los flamencos que visitan Fuente de Piedra suelen llegar por febrero para reproducirse y permanecen hasta agosto o septiembre, reuniéndose hasta 40.000 individuos de los 80.000 que forman la población del Mediterráneo occidental. Ver a los flamencos removiendo los fondos de la laguna en busca de alimento o volando en una nube que oscurece los cielos es un espectáculo inolvidable.
Otras visitas recomendables en la población serán:
-Centro de Interpretación de la naturaleza: edificio donde el visitante puede conocer todas las características de la reserva, facilitándole además indicaciones de paseos y recorridos alrededor de la laguna.
-Parroquia de la Virgen de las Virtudes: Fue construido a finales del siglo XIX en estilo neomudéjar y en su exterior destaca su fachada principal, con puerta de acceso rectangular y dintel, sobre el que se abre un ventanal de doble arco de reminiscencias góticas.
Los peregrinos encontrarán descanso en las casas rurales que se encuentran en el pueblo o en el Complejo Turístico Rural Camping de Fuente de Piedra que existe junto a la laguna.´
Al siguiente día el peregrino comenzará su camino con fuerzas para cruzar la frontera que por más de 250 años separó los reinos cristianos y musulmanes, y adentrarse en las tierras que la Orden de Santiago estuvo defendiendo durante la reconquista. El primer destino será la localidad de La Roda de Andalucía, amplio corredor que canaliza las comunicaciones hasta las sierras del reino granadino, que ofrecerá un lugar de descanso para retomar fuerzas y seguir hasta la localidad de Estepa. En estas tierras se desarrolló en el siglo XIX el fenómeno de los bandoleros y de las partidas guerrilleras que lucharon contra Napoleón y que poco a poco tomaron un carácter más social. El peregrino alcanzará la ciudad por el camino que procede de la Fuente de Santiago, manantial entre olivares que surte de agua a la localidad, rodeado de las extracciones del jaspe blanco característico de la zona. La estratégica y ventajosa posición en altura de Estepa explica la antigüedad del asentamiento. La musulmana Istabba, citada como hisn, castillo con villa amurallada a la cabeza de un distrito, que tuvo una activa participación en los sucesos de al-Andalus. Desde su conquista por Fernando III en 1241 y su entrega en 1267 a la Orden de Santiago para garantizar su defensa, Estepa fue una plaza fronteriza clave en las guerras con el reino nazarí. Al principio expuesta, en primera línea, y relativamente resguardada desde la caída de Antequera en 1410. En 1559 fue vendida por la corona a la familia genovesa de los Centurión, poco después titulados marqueses de Estepa.
El peregrino buscará en la ciudad las huellas que dejaron los caballeros santiaguistas para encontrar un momento de oración al Apóstol Santiago. La fortaleza y la villa medieval amurallada coronan la meseta superior del cerro de San Cristóbal. El conjunto defensivo fue levantado básicamente por los musulmanes, que hicieron de él uno de los más importantes de Andalucía. Tras la conquista fue muy reforzado por los caballeros de Santiago, que recubrieron los muros de piedra, añadieron torres y labraron, a fines del siglo XIV por orden del maestre don Lorenzo Suárez de Figueroa, un poderoso alcázar, con la torre del homenaje de 26 metros de altura.
Cerca del torreón se alza la iglesia mayor y matriz consagrada sobre una mezquita y dedicada a la Asunción por Fernando III al haber ganado Estepa, según la leyenda, el 15 de Agosto, día de la Virgen. El aspecto de fortaleza de este templo encaja bien con sus constructores, los monjes-guerreros de la orden de Santiago. El sector de la entrada corresponde a la obra más primitiva, del siglo XIV, un área por dónde se han rastreado indicios de la mezquita anterior; sigue a éste otro cuerpo gótico de mayor amplitud, de tres naves con bóvedas estrelladas, ejecutado a comienzos del XVI. Su interior guarda joyas que forman el Museo de Artesacro y que señalan directamente a Santiago como la pila bautismal traída de León o la cruz con veneras.
El cerro de San Cristóbal es el principio más aconsejable de un paseo por Estepa. Con la discreta compañía de pinos, torres y los conventos de Santa Clara y San Francisco, se puede disfrutar desde aquí de una de las mejores panorámicas de la región. Ante el balcón de Andalucía, el mirador al pie de la iglesia de Santa María, se abre un horizonte infinito que, en días claros, alcanza a las provincias de Sevilla, Córdoba, Málaga y la sierra de Granada. Por el carril empedrado que desciende de la colina, y por las cuestas, escalinatas y calles de blanca arquitectura popular, se llega hasta el corazón del pueblo. El itinerario continuará por:
-Torre de la Victoria: Símbolo de Estepa, este grácil campanario barroco, resto aislado del extinto convento de frailes mínimos de su nombre, consta de cinco cuerpos de ladrillo finamente labrados, con remate de chapitel y veleta.
-Museo de Historia Local: A un paso de la torre de la Victoria, en un inmueble con portada clásica que fue escuela y cárcel, se encuentra el museo de historia local. Sus fondos muestran hallazgos de los alrededores, que van desde útiles líticos del paleolítico a objetos y piezas de época ibérica, romana, visigoda y musulmana.
-Las Iglesias Barrocas: Ya en el área central del casco urbano, se sitúa los templos e iglesias que se levantaron y se ornamentaron, en su mayoría, bajo el estilo barroco. Sus portadas a base de mármoles de distintos colores, sus camarines, su decoración pictórica y retablística, y su valiosa serie de imaginería los convierten en templos representativos del barroco andaluz. Así merece la pena visitar la Iglesia de San Sebastián, Los Remedios, Asunción o Carmen, dando un paseo por las calles con casas señoriales como el Palacio de Marqués de Cerverales.
El peregrino buscará refugio en una de sus hostales y hoteles, o en el Hotel Manantial de Roya desde donde comenzará su camino el siguiente día. Y para retomar fuerzas se podrá practicar el ritual del tapeo, para el que Estepa está bien preparada.
La tercera jornada comienza en el popular manantial de Roya, donde destacan las espléndidas vistas hacia los campos de olivares, para adentrarse por la sierra de los Tajillos y alcanzar el Tajo Montero, lugar mistérico de la antigüedad y sugerente paraje de la sierra calcárea entre un pinar que crece a espaldas del pueblo, donde encontraran la antigua calzada romana que dirige hacia la localidad de Gilena. El peregrino se adentrara en las tierras que los árabes dedicaron a sus molinos de harina y sus huertas, que una vez conquistadas por los cristianos, pasaron a la Orden militar de Santiago, siendo muy codiciadas por los alcaldes y comendadores para sus mayorazgos.
El peregrino llegará a Aguadulce, tierras de huertas regadas por su arroyo, para seguir hacia la histórica Osuna.
En el medio de la llanura se halla un cerro que ha estado habitado desde hace más de tres mil años. La Osona musulmana fue lugar fortificado de cuyo pasado guerrero nos dan idea los vestigios de la alcazaba y la Torre del Agua construidas en ese período. Hacia 1240 la ciudad pasó a manos castellanas, como la mayoría de las villas de la campiña, al abrírseles el valle del Guadalquivir con la conquista de Córdoba en 1236. Cedida en 1264 a la orden militar de Calatrava, serviría de guarnición en la inestable y cercana banda fronteriza con el reino nazarí. En 1464 Osuna fue adjudicada al magnate don Pedro Girón, cuyo linaje con los títulos de condes de Ureña y duques de Osuna, establecería en ella la capital de su estado señorial, enriqueciéndola con fundaciones y edificios acordes con esta jerarquía. Se multiplicaron hasta el s. XVIII las iglesias, conventos, obras civiles y casas solariegas, en una villa que, dejando la altura, bajó por la ladera buscando el llano. Cuajó entonces un fastuoso conjunto artístico, uno de los mejor conservados de Andalucía y de toda la Península.
El cerro, la atalaya con vistas de la villa y los contornos pueden ser el punto de arranque del recorrido, que cabe continuar al aire libre por los restos de la población ibérica y romana. En la zona arqueológica de la cumbre se ven indicios de un teatro romano, una necrópolis excavada en la roca o el sobrecogedor paisaje de monte atajado durante siglos para extraer la dorada piedra arenisca local. El paseo se bandea por las cuestas hasta la Plaza Mayor, ramificándose a continuación por el casco antiguo, por las calles de la Huerta, Sevilla, Carrera o San Pedro. Buen momento, además, para saborear las exquisitas tapas de sus bares, o curiosear en algunas de las tiendas con productos artesanos. La idiosincrasia más popular encuentra en esta población su máxima expresión personificada en la cultura taurina, el arte flamenco y el mundo del caballo. El peregrino no debe perderse en esta ciudad:
-Colegiata de Santa María de la Asunción: Se inició en el segundo cuarto del s. XVI en sustitución de la parroquia medieval, obteniendo la categoría de Colegiata en 1535. Hacia 1540 la obra esencial del templo renacentista estaba terminada, de tres naves, torre y portada de líneas platerescas con menuda decoración de grutescos y figuras. Su interior guarda un singular tesoro artístico que forma el Museo de Arte Sacro, donde destacan obras de Juan de Mesa o de José de Ribera y una preciosa colección de imágenes, tablas flamencas, orfebrería y bordados. La Colegiata todavía guarda el Panteón Ducal, datable hacia 1545, y el Patio del Santo Sepulcro, una joyita del plateresco. A espaldas de la Colegiata se halla la Universidad, fundada en 1548, de estilo renacentista.
-Torre del Agua: Bastión militar almohade del siglo XII reformado en el XIV por los caballeros de Calatrava donde se expone una síntesis de la arqueología de Osuna.
-Casco antiguo: La Plaza Mayor es el cogollo de esta ciudad que es casi toda casco antiguo. Ribeteadas por casas mirador, el ayuntamiento, el intemporal casino y la hermética clausura de la Concepción, de ella parten añejas vías dibujadas por edificios religiosos, palacios y casas populares, como el palacio de los Cepeda y la iglesia de Santa Clara en la calle de la Huerta, o las casonas y mansiones blasonadas de la calle Sevilla, las iglesias de San Carlos el Real y los conventos del Carmen y del Espíritu Santo en la calle Sor Ángela de la Cruz, o los templos de Santo Domingo y de la Victoria en la calle Callera, y el virtuosismo barroco del Cabildo Colegial, granero de los diezmos de la iglesia de 1773, y el palacio del marqués de la Gomera en la soberbia calle San Pedro.
Cerca de la ciudad se dispersa un complejo de lagunas de carácter endorreico y estacional, surtidas por las precipitaciones. Forman una reserva natural en la que persisten especies botánicas características como carrizos, tarajes y salicornias y una avifauna abundante de flamencos, ánsares, patos cuchara, azulones, ánades silbones y tarros blancos.
Tras retomar fuerzas en la ciudad ducal, se inicia un nuevo camino hacia Marchena, una de las típicas grandes villas agrícolas y monumentales de la campiña sevillana. El blanco caserío de Marchena se derrama entre dos colinas en medio de la feraz cuenca del río Corbones, campos de interminables trigales en lo llano y geométricos olivares en las alturas, pastizales de caballos y toros. Poblada desde la edad del Bronce y en la época romana, debe su identidad a los musulmanes que, bajo el imperio magrebí, en el siglo XII, forma el trazado urbano que ha perdurado como base del casco histórico: una medina amurallada dominaba por una recia alcazaba. Tras capitular ante Fernando III en 1240, Marchena mantuvo una nutrida población mudéjar que alentaría la tradición hispanomusulmana. Desde el siglo XIV perteneció a los Ponce de León, linaje de los marqueses de Cádiz y duques de Arcos, promoviendo con su mecenazgo décadas de esplendor entre los siglos XV y XVIII. En la visita a Marchena se ha de dirigir a:
-Recinto amurallado: Semioculto entre las casas o exento se conserva buena parte del complejo defensivo hecho sobre todo por los almohades en el siglo XII y renovado por los cristianos, con un amplio perímetro amurallado para la medina y la alcazaba en la cota más alta, la Mota. La alcazaba, rodeada de muros, barbacanas y torees como la emblemática Torre del Oro, de planta poligonal, cobijada la ciudadela con los edificios principales y más tarde, la iglesia de Santa María de la Mota y el palacio ducal. El caserío de la villa se protegió, a su vez, con una línea de muralla con torres como de la alcazaba a las puertas de Sevilla y Morón, y de la Torres a la puerta de Osuna.
-Casco histórico: Destaca el casco histórico, zona de monumentos, museos y calles como San Juan, Carreras, San Francisco y las Torres, donde proliferan las mansiones señoriales y las muestras de la genuina arquitectura doméstica de la campiña, con ventanas enrejadas salientes, cierros y balcones en fachada, zagüanes y patios de columnas. La Iglesia de San Juan Bautista, levantada a partir de 1480, de estructura mudéjar con adiciones góticas y barrocas, guarda una serie de lienzos de Zurbarán de 1634.
En la siguiente etapa el peregrino se adentrará en las tierras de Marchena buscando el arroyo Salado que le llevará hasta la ciudad de Alcalá de Guadaíra. La ciudad creció en época andalusí, convirtiéndose en el s. XII en bastión defensivo, aljibe y tahona de la capital andalusí, desarrollándose como un castillo imponente sobre una curva del río Guadaíra moviendo multitud de molinos harineros. Bajo la poderosa alcazaba se expandió el caserío amurallado, germen del casco antiguo de Alcalá. Fernando III tomó la villa en 1246 desde donde comenzó su asedio a Sevilla.
La grandiosa fortaleza de Alcalá es obra de los almohades, mandada construir hacia 1172. Se distingue la alcazaba, núcleo militar y palatino en el que se alojaron diversos reyes y que fue prisión de estado donde sufrieron maestres, obispos y duques. El castillo, de planta irregular, se compone de once torres, y frente al alcázar quedan el ámbito despoblado de la villa vieja y un castillo menor o alcazaba. De estos recintos parten los paños de murallas de los arrabales surgidos ladera abajo. En las faldas del cerro, sobresale la antigua iglesia mudéjar de San Miguel y la iglesia parroquial de Santiago, reformada al estilo barroco.
Junto al atractivo monumental del centro urbano de Alcalá están los hermosos parajes de los alrededores, ideales para el paseo y la excursión. Su pintoresquismo y encanto ya cautivó a toda una escuela de pintores paisajistas desde mediados del siglo XIX, seducidos por los matices de la luz y por el sugestivo escenario de aguas, vegetación, obras y ruinas. En primer lugar, hay que mencionar el río, cruzado por un puente de piedra de origen romano y su cauce donde se suceden los molinos hidráulicos que fabricaban la harina del famoso pan de la localidad.
Un aspecto destacado de esta ruta jacobea es su extensa y variada gastronomía, tanto en primeros platos como en postres. El peregrino podrá degustar el mollete antequerano y la porra, el salmorejo y el gazpacho, los mantecados y polvorones de Estepa, los dulces de los conventos, el bienmesabe, los cocidos y las gachas.
La Ruta jacobea de Antequera se une a la Vía de la Plata en Sevilla, donde el peregrino continúa su camino hacia Santiago de Compostela. Una importante bifurcación en el camino puede ser a la altura de Osuna, donde el peregrino puede tomar un camino alternativo hacia Morón de la Frontera, Utrera, Dos Hermanas y Alcalá de Guadaira.
-Más información en:
Caminos a Santiago por la provincia de Sevilla. Diputación de Sevilla.