En el pueblo se le conocía como el cantero del norte que había acabado la ermita de los Remedios, trabajando en su camarín y sacristía. Tal envergadura de la obra había dejado asombrados a sus hermanos y vecinos y él se sentía agradecido a la familia Blanco que le permitió trabajar en esta obra como sustituto del reconocido cantero Cristóbal García.
En su bolsillo llevaba el boceto de un nuevo encargo. Algo que no le había robado el sueño durante varios meses y que podía llegar a expresar todo lo que su maestría guardaba. Era algo grande, soberbio, que podía haber estado en el retablo mayor de una catedral, pero decidió levantarlo en esta villa. La hermandad le había encargado una gran obra y él le iba a ofrecer un diseño majestuoso que se quedara en el recuerdo de todo aquel que lo viera. No iba a ser una obra sencilla pero llevaba ya más de veinte años en el oficio y quería demostrar que había aprendido mucho de todos los contactos que había tenido en sus obras gaditanas y sevillanas. Muy seguro de lo que había diseñado, entró en la nueva ermita donde había quedado con los hermanos. En la sacristía le esperaba el hermano mayor que estaba deseoso de conocer el diseño. Le mostró el plano y alzado de lo que sería la nueva portada de la ermita y procedió a contarle con todo detalle su obra:

La composición era tan maravillosa que los propios hermanos dudaron si se podría hacer realidad, pero les convenció de que con el trabajo de varios años la hermandad tendría una portada sin comparación en la villa y que podría rivalizar con cualquiera de las obras que se habían realizado en las ciudades más importantes. Una vez que el cantero terminó de explicar cómo se llevaría a cabo su realización se dispusieron a plasmarlo por escrito.
Firmado en Estepa, entre don Andrés Zabala, artífice de obras en arquitectura y Don Andrés Sevillano Sepúlveda, presbítero de esta villa y hermano mayor de la Hermandad del Rosario de Ntra. Sra. del Carmen, llevado a cabo el 22 de Noviembre de 1763, para la realización de la portada de su iglesia, la llamada ermita del Santo Cristo de la Sangre. En esta escritura de obligación de obra se especificaba que formó el otorgante un diseño con su plano y alzado según se requiere en buena arquitectura, en cuya explicación y detalle quedaban bien pormenorizados todos los elementos que acabarían configurando la portada. También se contempló en la realización de la obra todo lo dispuesto en cuanto a material y se fijó el precio en veintidós mil reales de vellón. El plazo de terminación se fijó para el 1 de septiembre de 1765, lubricándose la firma de los asistentes al final del documento.
Zabala dejó la iglesia contento de que su proyecto más deseado se conseguiría levantar en la villa, y quizás la majestuosidad de la obra le permitiría abrirse las puertas de otras villas en cuanto llegara a los oídos de los párrocos y de las cofradías lo que había hecho en la villa de Estepa. Zabala se quedó en la villa durante una década y pusieron en sus manos la conclusión de la emblemática torre de la Victoria. Su situación le permitió trabajar para Écija y conocer el estilo antequerano de la mano de Francisco Primo. La portada asombró a sus contemporáneos cuando quedó finalizada en 1768, tres años después de lo acordado por los numerosos encargos que tuvo que realizar durante este período.
Sin embargo, Zabala había realizado un retablo inconcluso cuya hornacina central estaba vacía. No sabía que el toque de las campanadas de un reloj haría que su obra se completase cada noche del Miércoles Santo. El barroco en la piedra de su boceto daría paso a la madera y a la policromía, al terciopelo y al bordado, a las flores y a la cera, a la orfebrería y a la pintura, entre el incienso penetrante de las más puras esencias de Tierra Santa. El barroco se reformaría y renovaría para protegerse en un altar neogótico, en cuya hornacina se situaría el misterio de la muerte de Cristo en el Calvario con María en su Amargura, San Juan y María Magdalena a los pies de Cristo. Mientras, la gloriosa Virgen del Carmen desde su ático contemplaría como la villa de Estepa espera a su Hijo en la cruz para acompañarlo por las calles estepeñas.