Cuando el 3 de marzo de 1789 don José de Ibarra, a la sazón mayordomo de la hermandad de Nuestra Señora de la Asunción, la más antigua de la localidad y con sede en la ermita de su hombre, solicitó mediante escrito poner bajo la protección real a dicha hermandad y al hospital que regentaba, harto ya de los continuos enfrentamientos con la hermandad del Rosario de la Asunción, con sede en la misma iglesia, ignoraba que estaba proporcionando el pretexto que necesitaba la autoridad real de entonces, representada por el Consejo de Castilla, para intervenir y reformar según criterios más acordes con las luces imperantes en la época, las cofradías de Estepa. La súplica de Ibarra al rey dio origen a un voluminoso expediente diligenciado entre el Consejo de Castilla, la Real Audiencia de Sevilla y el Ayuntamiento de Estepa, que todavía seguía vivo en 1807 y cuya resolución final no se conoce.
Como consecuencia de este expediente, a finales del siglo XVIII el Consejo de Castilla ordenó la intervención de todos los bienes, efectos y ordenanzas de las cofradías estepeñas, excepción hecha de la sacramental y la de ánimas, debiendo además suspender cualquier actividad hasta que el citado Consejo se pronunciase al respecto.
Conocemos que había entonces quince hermandades en Estepa, de las cuales cinco eran rosarios públicos, otras cuatro más con diferentes advocaciones y las que salían en Semana Santa, que eran las de Jesús Nazareno (de Cruces y de Luces), Dulce Nombre, San Pedro, Santo Cristo amarrado a la Columna y Santo Entierro de Cristo.
Las hermandades estepeñas comenzaron a redactar sus nuevas Ordenanzas siendo expedidas en 1794, pero por diversos motivos las Ordenanzas de las hermandades no comenzaron a revisarse hasta 1797. En 1796 el Concejo propuso la fusión de la cofradía del Carmen y de la Asunción, así como la integración de la hermandad de la Veracruz-Remedios con la del Santo Cristo en 1797, pero las hermandades argumentaron que se dedicaban a actividades distintas. En 1801 fueron examinados los expedientes de la Hermandad de los Remedios y de la Hermandad de Jesús Nazareno, de Cruces y Luces, que se fusionó con la Sacramental y Ánimas de su parroquia. En 1804 se procede a comenzar la revisión del resto de expedientes de las hermandades estepeñas.
Por su parte, la hermandad de San Pedro se vio envuelta en un pleito por controlar la Obra Pía del Pecado Mortal, donde los hermanos pedían limosna por los barrios, con la Orden Servita de Ntra. Sra. de los Dolores. Ambas instituciones tuvieron que fusionarse y sus ordenanzas fueron aprobadas en 1806.
En 1808 el proceso reformista de las hermandades estepeñas se vio truncado por la ocupación francesa de Napoleón, quien firmó el primer decreto de exclaustración. Su hermano José I firmó en 1809 la supresión de todas las órdenes religiosas masculinas sin excepción, el cual cerró a principios de marzo de 1810 los conventos de San Francisco (franciscanos) y de la Victoria (mínimos) de Estepa. En 1811, José I devolvió los expedientes de las hermandades estepeñas sin censura al desparecer el Consejo de Castilla. El 1 de septiembre de 1812 los últimos soldados franceses abandonaron la villa de Estepa, poniendo así fin a más de treinta meses de ocupación. Las hermandades entraron en uno de los períodos más precarios de su historia y que se acentuarán después con las desamortizaciones.
Con la llegada de Fernando VII en 1814 se devuelven los conventos y sus propiedades pero el número de religiosos sufrió una merma considerable. Con la reforma de religiosos llevada a cabo durante el trienio liberal (1820-23) de Fernando VII, los conventos estepeños no se vieron afectados sino más bien acogieron a religiosos de las villas cercanas.
En 1815 la cofradía del Santo Cristo se fusiona con la Sacramental de la Parroquia de Santa María, contando con el apoyo de la autoridad eclesiástica al ser la Iglesia de los Remedios, sede de la hermandad, nombrada ayuda de la Parroquia de Santa María desde 1779. Se organiza también una novena a Ntra. Sra. de los Dolores en la Iglesia de la Asunción durante el mes de septiembre de 1815 que sería continuada en años posteriores.
A la muerte de Fernando VII en 1833 asume la regencia Dª María Cristina, su esposa y madre de Isabel II. Durante la sublevación de agosto de 1835 contra el gobierno moderado surgen las juntas locales revolucionarias que decretarán por su cuenta la supresión de todos los conventos. En Estepa se produjo el cierre del convento franciscano en el verano de 1835 o, a lo sumo, durante el otoño o invierno de ese mismo año, mientras que el convento de los mínimos se cerró definitivamente en agosto de 1835.
El 29 de julio de 1837, dentro del contexto de las medidas desamortizadoras, se decretó la supresión del diezmo e incautación de los bienes del clero secular, cuya puesta en práctica se dilató en el tiempo. Las parroquias y las hermandades tuvieron que preparar de nuevo un expediente de sus bienes. La Parroquia de Santa María conserva en su archivo un expediente, sustanciado entre finales de 1838 y comienzos de 1839, que nos aporta datos de las hermandades de la parroquia de aquel tiempo. Sin embargo, el expediente de la Parroquia de San Sebastián se ha perdido y desconocemos los datos de las hermandades de Jesús Nazareno, Santo Entierro y Carmen.
Las tres cofradías de penitencia incluidas en la parroquia de Santa María, Santo Cristo, San Pedro y Dulce Nombre, presentaban una situación similar: carecían de cualquier tipo de bienes y se mantenían sólo de limosnas con las que sostenían el culto a sus imágenes. Al frente de cada una de ellas aparecía la figura de un encargado, denominación que tal vez corresponda con la de hermano mayor, mayordomo o prioste.
La situación contrastaba con las hermandades no penitenciales. Las hermandades del Santísimo Sacramento, la del hospital de la Asunción y la de Ánimas fueron exceptuadas de la intervención real de finales del siglo XVIII, por lo que pudieron conservar sus bienes. La cofradía del Rosario mantenía sus bienes para el culto de la Virgen, mientras que las ermitas de los Remedios, Concepción y Asunción heredaron los bienes de las hermandades del rosario que existieron en sus templos y que también habían sido intervenidas. Por este expediente conocemos que a partir de 1836, cumpliendo con la ley de Beneficencia Pública del 8 de diciembre de ese año, el hospital de la Asunción pasó a depender de la autoridad civil presidida por una junta local de beneficencia, la cual no permitió la intromisión de la autoridad eclesiástica en sus asuntos. En 1841 el gobierno incautó los bienes de estas hermandades, organizándose desde entonces el culto con las limosnas de los fieles.
Las cofradías del Rosario y del Santísimo Sacramento, ambas con sede en la iglesia de Santa María, llegaron incluso a desaparecer tras ser despojadas de sus bienes. En 1848, a solicitud del Sr. D. Salvador de Reyes, Vicario General, y del Sr. D. Joaquín Téllez, cura de la Parroquia de Santa María la Mayor, se volvieron a fomentar, sacando la procesión de Nuestra Señora con el esplendor que antiguamente se acostumbraba y haciendo la Octava del Corpus con sus Vísperas con Música, Sermón todas la tardes y procesión, por las mañanas Misa Mayor con Música.
En 1868 acontenció el derrocamiento y exilio de la reina Isabel II, tras la revolución de septiembre de dicho año, la denominada Gloriosa, asumiendo el poder en un primer momento las diversas juntas revolucionarias constituidas en todo el país, a pesar de la formación el 8 de octubre de un gobierno provisional presidido por el general Serrano. Las diversas juntas mantuvieron el poder hasta su disolución por decreto el 21 de octubre de 1868. La junta revolucionaria de Estepa se constituyó el 25 de septiembre, presidida desde sus inicios por José Lasarte y Ayala. La junta nombró una nueva corporación local y a un nuevo alcalde y pidió al presbítero Joaquín Téllez de la Torre, vicario interino, que las hermandades informasen acerca de sus propiedades y bienes.
Las cofradías de penitencia de San Pedro, Santo Cristo y Jesús Nazareno, en cuyo frente aparecía un hermano mayor, carecían de cualquier tipo de bienes y se mantenían solo de limosnas con las que sostenían el culto a sus imágenes. La cofradía del Santísimo Sacramento de Santa María contestó que no poseía de bienes algunos. Del mismo modo, las ermitas de la Concepción y de los Remedios organizaban el culto con las limosnas de los fieles. No se conservan en el expediente las respuestas de la hermandad del Dulce Nombre, la cofradía del Rosario, del Carmen y de la Asunción, debido en parte al escaso tiempo en el que se mantuvo el nuevo régimen.
En 1874 la Vicaría de Estepa, con carácter de “vere nullius”, desaparece en virtud de las bulas Quae diversa y Quo gravius del Papa Pío IX y se convierte en un arciprestazgo dependiente del Arzobispado de Sevilla. El último vicario general de la vicaría de Estepa fue Antolín Monescillo y Viso, futuro cardenal y arzobispo de Toledo, quedando como vicario general interino Joaquín Téllez, cura de la parroquia de Santa María y su primer arcipreste.
Se sucedieron a continuación varias visitas canónicas que trajeron a un delegado episcopal a este territorio. El delegado nombró a los párrocos presidentes de las cofradías y les encomendó la redacción de unas nuevas reglas de las cofradías estepeñas para aquellas que no las tuviera aprobadas por los Vicarios de la villa, y en caso negativo se debían presentar al arzobispado para su aprobación. La Soledad en aquel mismo año presentó unos nuevos estatutos para su aprobación por el nuevo ordinario, aunque en febrero de 1890 tuvo que reorganizarse de nuevo a instancia del párroco de San Sebastián.
A finales del siglo XIX, la mayor parte de los datos de las hermandades estepeñas serán proporcionados por los semanarios estepeños El Eco de Estepa (1882-1897) y La Voz de Estepa (1887), así como por el Memorial Ostipense (1886-1888) de Aguilar y Cano.
En cuanto a las hermandades de Gloria, Aguilar y Cano menciona a las cofradías del Carmen, Remedios, Asunción y Concepción en sus respectivos templos. En estos años las Hermandades amplían su patrimonio con grandes obras, como el manto y saya de Ntra. Sra. de la Asunción, realizado en el taller sevillano de las hermanas Antúnez, que llega a Estepa en 1893. La cofradía del Rosario no tenía ya culto y Aguilar y Cano desconocía la historia de esta hermandad durante el siglo XIX. Tampoco menciona a la cofradía del Santísimo Sacramento de Santa María.
Durante la Cuaresma, había “ejercicios espirituales” en los templos de La Asunción, El Carmen y Los Remedios y se celebraba una novena a la Virgen de los Dolores en San Sebastián, La Asunción y los Remedios. También se celebraban cultos a los titulares de las Hermandades, como la novena del Cristo de la Humildad y Paciencia, iniciada en 1855 por el párroco Joaquín Téllez en el primer fin de semana de cuaresma en rogativa tras los brotes de cólera y continuada al menos hasta 1883 y 1884; o el quinario de Jesús Nazareno en 1895, costeado por una devota. El Domingo de Ramos había función de Palmas en las dos parroquias.
Cuatro eran las corporaciones que realizaban estación de penitencia durante la Semana Santa estepeña de finales del siglo XIX: Santo Cristo y Dulce Nombre en el Jueves Santo, Jesús Nazareno y Santo Entierro en el Viernes Santo. La reorganización de la Hermandad de San Pedro tras los últimos datos conocidos de 1868 tuvo que esperar, aunque la devoción al santo sí siguió existiendo, intentando reorganizar su hermandad en 1885 o celebrándose una función religiosa en su honor el día de su onomástica de 1889.
Los cuatro desfiles procesionales llevaban acompañamiento musical, bien por alguna de las dos bandas de música que entonces había en la localidad, o bien por la capilla de música. A las cuatro procesiones también asistían los romanos, algunos a caballo. La procesión se iniciaba tras la predicación de un “sermón” y contaban con más pasos que hoy, incluso de representaciones de figuras bíblicas y personajes bíblicos.
Santo Cristo: Amanecer del Jueves Santo desde la Iglesia de los Remedios. Predicación del “sermón de Azotes”. Pasos de la Santa Cruz, la Santa Cena, el Cristo amarrado a la Columna y Ntra. Sra. de los Dolores.
Dulce Nombre: Tarde del Jueves Santo desde la Iglesia de la Concepción. Predicación del “sermón del Dulce Nombre”. Pasos de la Santa Cruz, el Dulce Nombre de Jesús, el Cristo de la Humildad y Paciencia y Ntra. Sra. de los Dolores.
Jesús Nazareno: Mañana del Viernes Santo, desde la Iglesia de San Sebastián. Predicación del sermón “de Pasión”. Pasos de Jesús Nazareno, la Magdalena, la Verónica, San Juan y Ntra. Sra. de los Dolores.
Santo Entierro: Viernes Santo por la tarde, desde la Iglesia de San Sebastián. Predicación del sermón “de Soledad”. Pasos del Cristo de la Salud (procedente del convento de San Francisco), el Santo Entierro de Cristo y Ntra. Sra. de la Soledad. Además iban “cuatro jóvenes figurando los cuatro Doctores de la Iglesia y una joven representando a la Verónica”.
Como se desprende de estos datos últimos, no fue hasta el último cuarto de siglo que, al compás de la tranquilidad política que trajo la Restauración (1874-1931), las cofradías estepeñas comenzaron otra vez a tomar cierto auge.
Artículos consultados y relacionados:
-Las Hermandades de la Parroquia de Santa María en 1839. Jordán Fernández, JA, Boletín de San Pedro. 2017
-Las Hermandades de Estepa en 1868. Jordán Fernández,
JA. Boletín San Pedro, 2022.
-Ayer y hoy de la Semana Santa de Estepa. Devociones de Estepa, 2013.
-Las hermandades y cofradías estepeñas en el siglo XIX. Devociones de Estepa, 2013.
-La Semana Santa estepeña a finales del siglo XIX. Devociones de Estepa, 2013.
-La Soledad en el siglo XIX. Devociones de Estepa, 2013.
-San Juan, la Magdalena y la Verónica en Estepa. Devociones de Estepa, 2013.
-La exclaustración y desamortización en Estepa. Devociones de Estepa, 2015.
-El arciprestazgo de Estepa. Devociones de Estepa, 2013.