En 1780, con la licencia del vicario, se coloca un Vía crucis formado por sillares de piedra y con las estaciones en azulejo desde la salida del pueblo hasta la ermita.
El ejemplo más cercano de la funcionalidad de un Vía Crucis podemos encontrarlo en la ciudad cercana de Sevilla, donde el Vía Crucis al templete de la Cruz del Campo fue el origen de la Semana Santa en Sevilla. Por este motivo nos hemos propuesto que conozcamos un poco más sobre el Vía Crucis sevillano para establecer comparaciones con el Vía Crucis estepeño:
“En la cuaresma de 1521 D. Fabrique Enríquez de Rivera instaura la celebración del Santo Vía Crucis desde la Capilla de las Flagelaciones en su palacio sevillano de la Casa de Pilatos, hoy propiedad de los duques de Medinaceli, hasta la Huerta de los Ángeles a pocas manzanas del posterior lugar de finalización el humilladero de la Cruz del Campo, que fue construido en 1380 por una cofradía de negros. Fue en el año 1536 cuando el Marqués de Tarifa compró el Humilladero (antes los propietarios eran los frailes del monasterio de San Benito Abad), lo desplazó de lugar y lo hizo coincidir con la distancia recorrida por Jesús durante su Pasión: 997 metros o lo que es lo mismo los 1321 pasos que se supone separaba el pretorio de Pilatos del Monte Calvario. Este vía crucis se celebró hasta el año 1873 en Sevilla.
Este hecho fue el primer paso para constituir lo que posteriormente fuera conocida como Semana Santa ya que varias hermandades de Sevilla hacían la Estación de Penitencia al Humilladero de la Cruz del Campo. Pocos años después, en 1604, el Cardenal Niño Ladrón de Guevara decide que la Estación de Penitencia se haga a la Catedral de Sevilla y las situadas en Triana en la iglesia de Santa Ana.
El 8 de marzo del año 1957 los descendientes del Marqués de Tarifa restablecen el Vía Crucis al que catorce cofradías penitenciales de Sevilla costean las representaciones con sus imágenes de las 14 estaciones existentes que son bendecidas por el Cardenal Bueno Monreal pero a los pocos años vuelve a dejar de oficiarse.
Se trata de un recorrido donde se realizan 14 estaciones a lo largo de varias calles céntricas de la ciudad y en una distancia de aproximadamente 2 km. Cada estación está representada por una escena (al mismo tiempo copiada de las distintas cofradías que procesionan cada año por la ciudad) que muestra distintos momentos que se sucedieron durante el camino al Monte Calvario, realizada en azulejos (algunos datan de 1957 y la mayoría de finales del siglo XX, cambiados por el deterioro que habían sufrido) y con una leyenda indicativa del momento, en sus primeros años y siglos de procesión las estaciones estaban señaladas con cruces y peanas que fueron sustituidas por estos azulejos.”
El Vía Crucis en sillares y azulejos que iban desde la salida del pueblo hasta la Ermita de San Antonio Abad parece tener algunas similitudes con el Vía Crucis a la Cruz del Campo que se celebraba en Sevilla.
El Vía Crucis estepeño no fue el origen de la Semana Santa estepeña, como en el caso sevillano, ya que se conoce hermandades que procesionaban con anterioridad por las calles estepeñas (San Pedro, Dulce Nombre, Paz y Caridad, Jesús Nazareno y Santo Entierro) y, por otro lado, se conoce que la Hermandad del Santo Entierro celebraba la crucifixión, descendimiento y traslado al sepulcro en el siglo XVI cuando estaba en la Iglesia-Convento de la Victoria.
Sin embargo, el Vía Crucis estepeño parece mantener la misma distancia que tuvo el Vía Crucis sevillano a la Cruz del Campo: 997 metros o lo que es lo mismo los 1321 pasos que se supone separaba el pretorio de Pilatos del Monte Calvario. El comienzo podía localizarse en las cercanías de la calle Humilladero o de la calle Melado y el final estaría en la Ermita de San Antonio Abad. Los azulejos del Vía Crucis se han perdido, pero aún hoy en día se conservan algunos de los sillares en el Cerro de San Cristóbal.
Libros y artículos consultados:
-La Ermita de San Antonio Abad de Estepa. Jordán Fernández, JA. Ed. La Serranía. 2011
-Memorial Ostipense, Aguilar y Cano, A. 1886. Anel, Granada, 1975
-Ermita de San Antonio Abad. Devociones de Estepa. 2009
El ejemplo más cercano de la funcionalidad de un Vía Crucis podemos encontrarlo en la ciudad cercana de Sevilla, donde el Vía Crucis al templete de la Cruz del Campo fue el origen de la Semana Santa en Sevilla. Por este motivo nos hemos propuesto que conozcamos un poco más sobre el Vía Crucis sevillano para establecer comparaciones con el Vía Crucis estepeño:
“En la cuaresma de 1521 D. Fabrique Enríquez de Rivera instaura la celebración del Santo Vía Crucis desde la Capilla de las Flagelaciones en su palacio sevillano de la Casa de Pilatos, hoy propiedad de los duques de Medinaceli, hasta la Huerta de los Ángeles a pocas manzanas del posterior lugar de finalización el humilladero de la Cruz del Campo, que fue construido en 1380 por una cofradía de negros. Fue en el año 1536 cuando el Marqués de Tarifa compró el Humilladero (antes los propietarios eran los frailes del monasterio de San Benito Abad), lo desplazó de lugar y lo hizo coincidir con la distancia recorrida por Jesús durante su Pasión: 997 metros o lo que es lo mismo los 1321 pasos que se supone separaba el pretorio de Pilatos del Monte Calvario. Este vía crucis se celebró hasta el año 1873 en Sevilla.
Este hecho fue el primer paso para constituir lo que posteriormente fuera conocida como Semana Santa ya que varias hermandades de Sevilla hacían la Estación de Penitencia al Humilladero de la Cruz del Campo. Pocos años después, en 1604, el Cardenal Niño Ladrón de Guevara decide que la Estación de Penitencia se haga a la Catedral de Sevilla y las situadas en Triana en la iglesia de Santa Ana.
El 8 de marzo del año 1957 los descendientes del Marqués de Tarifa restablecen el Vía Crucis al que catorce cofradías penitenciales de Sevilla costean las representaciones con sus imágenes de las 14 estaciones existentes que son bendecidas por el Cardenal Bueno Monreal pero a los pocos años vuelve a dejar de oficiarse.
Se trata de un recorrido donde se realizan 14 estaciones a lo largo de varias calles céntricas de la ciudad y en una distancia de aproximadamente 2 km. Cada estación está representada por una escena (al mismo tiempo copiada de las distintas cofradías que procesionan cada año por la ciudad) que muestra distintos momentos que se sucedieron durante el camino al Monte Calvario, realizada en azulejos (algunos datan de 1957 y la mayoría de finales del siglo XX, cambiados por el deterioro que habían sufrido) y con una leyenda indicativa del momento, en sus primeros años y siglos de procesión las estaciones estaban señaladas con cruces y peanas que fueron sustituidas por estos azulejos.”
El Vía Crucis en sillares y azulejos que iban desde la salida del pueblo hasta la Ermita de San Antonio Abad parece tener algunas similitudes con el Vía Crucis a la Cruz del Campo que se celebraba en Sevilla.
El Vía Crucis estepeño no fue el origen de la Semana Santa estepeña, como en el caso sevillano, ya que se conoce hermandades que procesionaban con anterioridad por las calles estepeñas (San Pedro, Dulce Nombre, Paz y Caridad, Jesús Nazareno y Santo Entierro) y, por otro lado, se conoce que la Hermandad del Santo Entierro celebraba la crucifixión, descendimiento y traslado al sepulcro en el siglo XVI cuando estaba en la Iglesia-Convento de la Victoria.
Sin embargo, el Vía Crucis estepeño parece mantener la misma distancia que tuvo el Vía Crucis sevillano a la Cruz del Campo: 997 metros o lo que es lo mismo los 1321 pasos que se supone separaba el pretorio de Pilatos del Monte Calvario. El comienzo podía localizarse en las cercanías de la calle Humilladero o de la calle Melado y el final estaría en la Ermita de San Antonio Abad. Los azulejos del Vía Crucis se han perdido, pero aún hoy en día se conservan algunos de los sillares en el Cerro de San Cristóbal.
Libros y artículos consultados:
-La Ermita de San Antonio Abad de Estepa. Jordán Fernández, JA. Ed. La Serranía. 2011
-Memorial Ostipense, Aguilar y Cano, A. 1886. Anel, Granada, 1975
-Ermita de San Antonio Abad. Devociones de Estepa. 2009