20/5/20

ICONOGRAFÍA DE LA IMAGEN DEL DULCE NOMBRE DE JESÚS DE ESTEPA


Desde tiempos muy antiguos los católicos han sido devotos del Divino Niño Jesús, al que han honrado en su santa infancia. Los primeros datos de la infancia de Jesús están en los Evangelios canónicos, especialmente en los evangelios de Lucas y Mateo, donde se hace referencia al Nacimiento y las Adoraciones, así como a reseñas de su niñez, entre ellas la Circuncisión, la Imposición de su Nombre, o su presencia entre los Doctores.

A) Análisis histórico de la iconografía del Niño Jesús.  

El culto al Niño Jesús es igualmente muy antiguo. Las representaciones más antiguas del Niño Jesús aluden a la Natividad, como la representación del siglo III que se encuentra en las catacumbas de Priscila en Roma. Asimismo, en las catacumbas de San Sebastián está la representación del Niño Jesús colocado en una caja de madera y adorado por el mulo y el buey, animales alegóricos que recuerdan la profecía de Isaías 1, 3. El primero, considerado un animal puro, representa al pueblo hebreo; el segundo, un animal impuro, representa a los pueblos paganos. 

El desarrollo del arte de la representación del Nacimiento del Niño Dios tuvo su empuje con la institución de la fiesta de Navidad el 25 de diciembre del 354 cuando se consagra la Basílica de Santa María Mayor y cuando en el 435 se construye en ella una capilla llamada “Santa María del Pesebre” en donde se representa el nacimiento de Jesús. Otro de los ejemplos más arcaicos lo encontramos en la iglesia de San María de Aracoeli (Roma). Según la tradición esta imagen del Niño Jesús fue esculpida en un trozo de olivo del Huerto de Getsemaní, obra del siglo VII, y se expone durante las fiestas navideñas en el Belén. 

Mucho más tarde, San Francisco de Asís en su deseo de revivir el nacimiento de Jesús lo más parecido posible al de Belén, reproduce en 1223 con el pueblo de Greccio (Rieti - Italia) la noche de Navidad e inicia la tradición del Pesebre o Nacimiento tal como la conocemos hoy. Ya no es solo la representación a través de la pintura y la escultura, es también una experiencia espiritual y de piedad que influenciará la representación artística de la Natividad. Será otro santo franciscano, San Antonio de Padua (1191-1231), quien impulsa la devoción al Niño Jesús, quien lo visitó en su celda cuando era fraile y del que fue un devoto entusiasta. Con el franciscanismo, a partir del siglo XIV, el Niño Jesús ocupará el centro de atención, el relieve de su humanidad será objeto de contemplación devota. 

San Francisco y el primer Belén. Giotto

San Antonio de Padua. Murillo.

En el Renacimiento, más concretamente durante el Quattrocento italiano, encontramos los precedentes más directos a las figuras infantiles, como los recreados por Andrea del Verrocchio (1435-1488) en los distintos tipos clásicos de amorcillos romanos (putti) para presidir algunas fuentes. También se encuentran elaboraciones del Niño Jesús en mármol, como las realizadas por Francesco di Simone Ferrucci (1437-1493), en las que algunas figuras de Jesús Infante muestra los atributos de Pasión, siempre en un formato que apenas sobrepasa el medio metro de altura. Sin embargo, sería Desiderio da Setignano (1430-1464), formado en el círculo de Donatello, el pionero en elaborar una serie de imágenes del Niño Jesús en madera y mármol. Nos encontramos así con las primeras representaciones de estatuas exentas que se pondrán en el foco de la devoción religiosa y que encontraremos también durante el Renacimiento en Flandes y España. 

D. Setignano. Florencia.

La producción italiana de figuras infantiles durante el siglo XV tuvo su contrapunto en la ciudad flamenca de Malinas, en cuyos talleres se comenzaron a elaborar unos modelos inconfundibles en madera en torno a los 30 cm. Con una anatomía esquemática de anchas caderas, brazos en actitud de bendecir, rostros sonrientes, ojos rasgados y cabellos rubios y rizados. Estas figuras tuvieron una gran difusión, sobre todo para la devoción particular, llegando muchas de ellas a España. 


En el siglo XVI, Santa Teresa de Jesús (1515-1582) contribuye enormemente a difundir la devoción al Niño Jesús. Santa Teresa de Jesús le tenía un amor tan grande al Divino Niño que un día al subir una escalera del Monasterio de la Encarnación de Ávila obtuvo tener una visión en la que contemplaba al Niño Jesús tal cual había sido en la tierra. La santa abulense le preguntó “¿Tú quién eres?, el niño le dijo “¿Y tú?, ella respondió “Yo, Teresa de Jesús”, a lo que el niño replicó “Pues yo, Jesús de Teresa”. Desde entonces ella nunca olvidó que el Niño era todo suyo al igual que ella era todo suya. En recuerdo de esta visión la santa llevó siempre en sus viajes una estatua del Divino Niño, y en cada casa de su comunidad mandó tener y honrar una bella imagen del Niño Jesús que casi siempre ella misma dejaba de regalo al despedirse. Comenzaba así la colección de Niños Jesús en las clausuras femeninas de los conventos. 


Colección del convento del Santo Ángel. Sevilla

La presencia de pequeñas esculturas representando al Niño Jesús en los conventos fue un fenómeno extendido y en el que muchas veces se ha reparado, desde el punto de vista de la investigación, la devoción y la religiosidad popular. Acompañando el ajuar de las profesas, las representaciones del Niño Jesús servían de entretenimiento devoto y la posibilidad de modificar su ornamento y de trasformar su aspecto, suponían una agradable distracción. Así en museos carmelitas los Niños Jesús, cada uno bautizado con un apodo acorde con su iconografía o alguna de sus características, se visten de blanco como se hacía con motivo de la Pascua en los conventos del Carmelo Descalzo desde que fundara la orden Santa Teresa de Jesús. Entre los grandes santos y místicos del Jesús Niño sobresalen también los carmelitas San Juan de la Cruz y Santa Teresita del Niño Jesús, proclamada Doctora de la Infancia y del Amor Misericordioso. 

El Niño Jesús se convirtió en un tema iconográfico idóneo en la expresión de valores del Concilio de Trento, de la Contrarreforma y de la evangelización en nuevas tierras, con clara intención didáctica y moralizadora, con unas formas comunicativas y dialogantes, que ofrecía un magnífico recurso para conectar a los fieles con Cristo y fomentar su relación con él. 

Es en el siglo XVI cuando se consolide y se defina la iconografía del Niño Jesús, que será continuada con gran auge durante los siglos siguientes. En España, durante el manierismo, se crea en Sevilla lo que podemos llamar el prototipo del Niño Jesús como escultura exenta destinada al culto, un paradigma muchas veces copiado, sin lograr del todo su calidad expresiva, y exportado a muchas regiones del Imperio Español. La imagen representativa de este período será el Niño Jesús de Juan Martínez Montañez, realizado en madera de cedro en el año 1606 o 1607 para la Iglesia del Sagrario junto a la Catedral sevillana. A partir de esta obra, todos los Niños Jesús que hizo el gran imaginero de la escuela sevillana o que siguen este modelo son llamados “Montesinos”.


A principios del siglo XVII se consolida en toda Europa la figura del Niño Jesús que el modelo del milagroso Niño Jesús de Praga hizo famosa. La imagen fue donada por la princesa Polyxena de Lobkowicz, casada con el canciller del reino de Bohemia, al monasterio carmelita de Santa María de la Victoria y San Antonio de Padua de la ciudad de Praga. A su vez, había recibido esta imagen como regalo de boda de su madre, María Maximiliana Manrique de Lara. El origen de la imagen no está clara, pero se piensa que fue tallada en España en el siglo XVI. Algunos piensan que pasaba de padres a hijos en la familia de los Manrique de Lara, otros que fue regalado por la emperatriz Isabel de Portugal, por un fraile del monasterio de Trassierra, e incluso que fue regalado por Santa Teresa de Jesús. Se trata de una obra anónima renacentista de cera policromada, de 47 cm y estructura interna de madera. El Niño se muestra gentil y lleno de gracia, en pie, con la mano derecha bendiciendo levantada, mientras con la izquierda sostiene un dorado globo terráqueo. Fue acogida con sumo fervor y colocada en el oratorio interior del monasterio, donde los carmelitas le dieron culto, distinguiéndose sobremanera el padre Cirilo de Mater Dei, oriundo de Luxemburgo. La imagen es muy venerada en los conventos carmelitas, desde donde se encargaron réplicas de la talla. 


A partir del siglo XVIII estas imágenes acentuaron el uso de postizos, incorporando pelucas reales junto a los ojos de cristal, destacando los ejemplares llegados desde los prestigiosos talleres napolitanos. Desde finales del siglo XVIII y, sobre todo, durante el XIX y XX, las imágenes del Niño Jesús se alejaron del aura de lo sagrado con que originariamente contaron para convertirse en artículos de consumo y decoración, tal vez provocado por la enorme demanda, alejándose así de los principios artísticos y religiosos de los siglos anteriores. 

B) Clasificación y tipología de la iconografía del Niño Jesús. 

Las diferentes iconografías del Niño Jesús que nos encontramos a partir del siglo XVI se pueden clasificar en tres interpretaciones que aluden a su temática y su concepto, según sean históricas o canónicas si se apoyan en los Evangelios y representan escenas verídicas; alegóricas o simbólicas si tienen carácter apócrifo o contienen una finalidad didáctica y evangelizadora; y espontáneas o populares si carecen de sentido doctrinal pero no devocional. 

1. Históricas: Son las representaciones basadas en los Evangelios canónicos, especialmente de Lucas y Mateo: el Nacimiento y las Adoraciones, la Circuncisión, la Imposición de su Nombre y la presencia entre los Doctores. Dentro de estas representaciones destacan el tradicional Niño Jesús de Cuna y el Niño Perdido. Este último se representa de pie, vestido con túnica y en una posición destacada y elevada, gesticulando o moviendo las manos en actitud declamatoria. A veces también se representa sentado sobre una sede, otorgándole carácter regio a la composición, y en ocasiones porta en su mano izquierda, como atributo, un libro que representa la torá hebraica. 


2. Alegóricas: Estas representaciones se dividen en composiciones pasionistas y de gloria o letíficas. 

2.1. Pasionistas: Se intenta plasmar en este tipo la presencia del sufrimiento en la misma infancia de Jesús como aceptación de su martirio para la redención del género humano. Prácticamente todo el ciclo de la Pasión tuvo su versión infantil, como el Niño Jesús Nazareno, el Niño Jesús con los atributos de Pasión, Crucificado o dormido soñando con la Pasión, el Niños melancólico o ensimismado, el Niño Jesús Carpintero, el Niño de la Espina, Apocalíptico acompañado por una calavera o Cautivo. 

Niño Jesús. La Roldana.

2.2. Gloriosas: Son modelos que carecen de expresión melancólica o dolorosa, aunque algunos muestras los estigmas de la Pasión con sentido glorioso. El objetivo de estas representaciones era transmitir al fiel, desde la perspectiva de la humanidad y debilidad que encierra la infancia, dos ideas fundamentales del plan de Salvación: la evidencia de la grandeza y soberanía de Cristo, y su victoria y triunfo sobre la muerte y el pecado. Dentro de esta categoría encontramos las siguientes variantes: 

-Niño Majestad: muestra al Infante como Rey y Señor, vestido con trajes cortesanos y ostentando atributos propios de su realeza. Presenta en su mano izquierda la “sfera mundi”, símbolo de soberanía sobre el Orbe, y alza la diestra en ademán bendiciente. Otros atributos son la corona real o imperial sobre la cabeza del Niño y el manto, a veces, incluso el cetro y uno o varios cojines bajo sus pies. Se presentan tanto de pie como sentados en lujosos tronos. 



-Niño Salvador del Mundo o Niño Redentor: Es una versión del Niño Majestad que plasma la realeza de Jesús sin los atributos reales, pero mostrando el globo terrestre sobre el que se apoya o sostiene con su mano izquierda, dando pie al calificativo de “Niño de la bola”. Esta figuración se caracteriza, además, por el gesto de bendecir y la ausencia absoluta de toda huella dolorosa. El atributo propio de este tipo iconográfico, es, como ya hemos señalado, la esfera del mundo, pero junto a ésta, puede aparecer la cruz, que en unos casos es alta y sujeta por la mano derecha de la imagen, y en otras ha adoptado un reducido tamaño y pasa a rematar el globo terráqueo, símbolo alusivo a la proyección universal del acto redentor. 

Dulce Nombre de Jesús, Osuna.

-Niño Triunfante: Se representa a Jesús siguiendo la iconografía de la Resurrección, acompañado por la Cruz para simbolizar el triunfo de Jesús sobre la muerte. Si además le acompaña un movimiento ascendente y muestra las llagas, se le considera como Niño Dios Resucitado. Otra versión relacionada y muy extendida a partir del siglo XVIII es la del Niño Jesús del Corazón, donde Jesús ya resucitado, con las llagas y vestido con túnica se abre el pecho con una o ambas manos para mostrarnos su corazón. 

Niño Jesús de San Juan de la Palma.
Sevilla

-Niño Vencedor del Pecado: Aparece de pie, con grácil movimiento, pisando con uno de sus pies al demonio, representado por un dragón o una serpiente, al que señala en algunas obras con el dedo de una mano mientras con la otra sujeta una lanza o una Cruz que clava en el demonio. Su significado es muy claro: Jesús venció al pecado con la Cruz. 
-Niño Buen Pastor: El Niño es acompañado por una o varias ovejas, que simbolizan las almas. 

Divino Pastorcillo de Hinojos

-Niño Eucarístico: Presentado erguido, con los brazos abiertos y mostrando atributos relacionados con la Eucaristía, como el Cáliz y la Sagrada Forma, o las espigas y el racimo de uvas, o la llave del Arca Eucarística colgada del cuello o de una de sus manos. Las imágenes del Niño Jesús aparecen también en las puertas de los sagrarios y comulgatorios ya desde la segunda mitad del siglo XVI.
-Otras versiones muestran al Niño Jesús con el emblema o hábito de una Orden, vestidos de peregrino, con la actitud de dar un abrazo, con instrumentos musicales, o con velos en sus manos en referencia al desposorio de una novicia conventual. 

3. Espontáneo o popular: La piedad popular sobrepasó en muchas ocasiones el ámbito religioso para mostrar la humanización de la imagen, otorgándole diferentes vestimentas e indumentarias y acciones cotidianas: sastre, doctor, bailarín, cazador, monaguillo, acolito, penitente o soldado son algunos ejemplos de esta clasificación.

C) Iconografía del Dulce Nombre de Jesús de Estepa.


La actual imagen del Dulce Nombre de Jesús de Estepa fue realizada a mediados del siglo XVIII y se ha relacionado recientemente con la obra de Luis Salvador Carmona, aunque hasta hace poco se consideraba una obra del siglo XVII. La imagen del Dulce Nombre de Jesús no fue la única que tuvo la Hermandad, llegando a tener en el siglo XVI varias imágenes de Niño Jesús. 

La Hermandad del Dulce Nombre de Jesús se funda el 1 de enero de 1590 en la Iglesia de Santa María la Mayor y Matriz, tomando como titular un lienzo del Divino Infante que se encontraba en la Iglesia. Será en 1605 cuando aparece una primera imagen del Niño Jesús en la Hermandad y poco después, en 1608, el pintor Luis de Venegas dora “la manzana y la cruz” que sustentaba la imagen, en alusión a la “sfera mundi”. Vemos ya en los primeros documentos de la Hermandad la iconografía del Niño Jesús que mantendrá a lo largo de sus siglos de historia. 

En 1634 se anota en un cabildo de cuentas la compra de otro Niño Jesús, por 240 reales, a un forastero que estuvo en los Mesones de Estepa y además se adquiere “un vestido de tela de oro con pasamanos de oro”, por 200 reales, para la imagen. Destaca este hecho porque en él se fundamenta una de las leyendas estepeñas acerca de la autoría del Dulce Nombre de Jesús, según la cual la imagen fue ganada por miembros de la hermandad en una partida de naipes que se celebraba en uno de los muchos mesones que este pueblo tenía a unos arrieros que hacían el camino de Sevilla a Granada. 

En 1647 la imagen del Dulce Nombre se encuentra en el altar mayor, mientras que se comenta otro Niño Jesús de bronce en casa de Fernán Diañez, por lo que se habla en plural de “los Niños”. Posteriormente en 1695, 1700 y 1724 se comenta que la imagen del Niño está en la capilla del sagrario y otra de las imágenes del Niño en la casa del prioste, así como la existencia de varios “mundos”, “una Cruz que saca el Niño el Jueves Santo”, “un escapulario carmesí”, “una bandera de Resurrección y banda encarnada”, “una cabellera para el Niño” y varias parihuelas. En el inventario de 1737 realizado para el Marqués de Estepa destacan la mención a las joyas del Niño, entre las que se incluyen una campanilla para su muñeca, una pieza de filigrana para su pecho e incluso una corona de plata. La última mención a las dos imágenes del Niño Jesús se encuentra en la relación de bienes que la Hermandad presentó en 1791 al Consejo de Castilla. 

La existencia de varias imágenes del Niño Jesús puede deberse a la celebración de varias festividades a lo largo del año, siendo diferentes representaciones iconográficas o adaptándose la imagen de los Niños a los días de la festividad. La Hermandad celebraba el 1 de enero, la Candelaria y la Circuncisión, el Jueves Santo, la Resurrección y el Corpus Christi. Las referencias a la “sfera mundi”, la corona y las joyas aluden a un “Niño en Majestad”, mientras que la referencia a las banderas de Resurrección y las bandas encarnadas a un “Niño Triunfante”. Por otra parte, con la referencia a la cruz que portada el Jueves Santo se representaba a un “Niño Pasionario”. Por la presencia de varias parihuelas en la cofradía para el Niño se puede pensar que hubiera varios Niños según la celebración, e incluso que uno de ellos cambiara de vestidos y atributos para algunas celebraciones. Destaca también la mención a la cabellera del Niño que es otro de los detalles de la actual imagen del Dulce Nombre de Jesús y que se pudo mantener en las nuevas imágenes que adquiría la Hermandad con intención de continuar con esta característica de la cabellera natural de las antiguas imágenes. 


De todos estos atributos que aparecen en los inventarios y archivos que alguna vez se relacionaron con la figura del Dulce Nombre de Jesús, destaca siempre la presencia de la “sfera mundi”, la cual fijó una de las leyendas más conocidas de la imagen, con cierto matiz apocalíptico y relacionada con la manera de procesional de sus costaleros, en el que se menciona que el mundo se detendría, y con ello la vida humana, si al Niño Jesús se le caía el globo terráqueo de su mano. 

La figura del Dulce Nombre de Jesús está realizada en madera y muestra una actitud bendiciente, apoyado sobre su pierna derecha y con la izquierda ligeramente flexionada. Sostiene en su mano izquierda la “sfera mundi” coronada por una cruz, con una piedra preciosa engastada, realizado todo ello en plata de ley. Su cabeza, con tres potencias de plata de ley, guarda una perfecta armonía con el resto del cuerpo. Refleja su rostro candidez, inocencia, dejando esbozar una sonrisa con una benevolencia muy propia de este tipo de representaciones. En el siglo XVIII le fueron añadidos los ojos de cristal y sus cabellos son naturales. 

La imagen del Dulce Nombre de Jesús es una figura alegórica gloriosa de un Niño Majestad que porta en su mano izquierda la “sfera mundi”, simbolizando la soberanía sobre el Orbe, y alza la diestra en ademán bendiciente. No obstante, la talla ha sido despojada de los atributos reales, tales como el cetro, la corona, los trajes cortesanos o el manto, por lo que su iconografía corresponde a un Niño Salvador del Mundo o Niño Redentor, careciendo de cualquier huella dolorosa y sosteniendo como único atributo el globo terráqueo rematado por una pequeña Cruz, simbolizando la proyección universal de la redención. 

En algún momento de su historia la Hermandad quiso realzar la realeza de Jesús, lo que queda demostrado por la adquisición de una corona para alguno de sus Niño Jesús. Además, fue adaptado a Niño Pasionario, Resucitado, Triunfante o Eucarístico según la festividad que celebraba la Hermandad. La existencia de uno o varios Niños Jesús, al menos dos de ellos, en los inventarios constata que se celebraban estas festividades con diferentes Niños. 

La iconografía del Niño Majestad la encontramos en la producción de la ciudad flamenca de Malinas en el siglo XV y fue muy extendida a raíz de la devoción al Niño Jesús de Praga en el siglo XVII. Sin embargo, se puede apreciar una cierta analogía en el arte pagano de Roma en el que se representaba la infancia de destacadas figuras del Imperio, ya que en ambas se ve englobado el sentido del dominio universal. Podemos citar las figuras de dos infantes: uno de la familia del Emperador Trajano y el otro, del también Emperador, cuando niño, Marco Aurelio. Se les representa con el globo imperial en la mano, corona laureada y reclinados sobre troncos de palmera. Estas figuras se encuentran integradas en la colección Brummer, de Nueva York, y en la Galería Borghese, de Roma, respectivamente. 

A raíz de esta comparación, se debe tener también en cuenta que existe un paralelo del Niño Majestad con la imagen medieval del Pantocrátor, en su idea de Cristo Señor del Universo, representado en el arte bizantino y románico en actitud de bendecir con la mano derecha mientras que con la izquierda sujeta las Sagradas Escrituras. 

El Niño Majestad es, sin duda, una muestra palpable de la iconografía altamente sentimental del arte religioso posterior al Concilio de Trento, mantenida en numerosas representaciones en las iglesias y conventos, y especialmente adoptada como iconografía propia de las Hermandades del Dulce Nombre de Jesús. 

Artículos y libros consultados: 
-"El Niño Jesús". Historia e imagen de la devoción del Niño Jesús. Dolz, Michele. Ed. Almuzara. Córdoba, 2010.
-Dulce Nombre. Caballero Páez, M. 2013
-Una hipótesis sobre el origen de la imagen del Niño Perdido. Jordán Fernández, JA. Boletín Blanca y Colorá. 2012
-La devoción al Niño Jesús de Praga. Fuertes de Gilbert y Rojo, M. Hidalguía, nº 327. Madrid, 2008. 
-El Niño Jesús de Praga. Origen e iconografía. Gutiérrez Alonso, F y Águeda Villar, M. La Hornacina, 2013.

CARTA DE EDICIÓN

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