La figura del muñidor era habitual en los cortejos penitenciales de la Semana Santa del siglo XVIII. El muñidor, al igual que los servidores y libreas, es el heredero de aquellos criados que acompañaban a los nobles durante su estación de penitencia. Estos nobles que sostenían a algunas hermandades y que se hacían acompañar por su propio servicio durante la procesión para ayudarles con los caballos, capas, etc. El muñidor servía a la cofradía y se encargaba de avisar a los cofrades para que asistieran a los diversos actos y ceremonias religiosas, entre ellos cultos y entierros. El cargo siempre era de vital importancia y está permanentemente en contacto con los miembros de la Junta Directiva a la que informa de cualquier necesidad o incidencia.
En el libro de actas fechado en 1916 de la Hermandad de la Crucifixión de Medina de Rioseco se recoge los diferentes cargos que debía realizar el muñidor de la cofradía: “Paro los servicios de este gremio se dispone de un recaudador el cual está obligado a la recaudación de cuotas todos los domingos del año en los domicilios de los socios, avisará del mismo modo a todas las juntas generales y particulares, lo mismo que a entierros, y este se encargará de hacer el reparto de las hachas, de encenderlas en misa de defunción y recogerlas a poder del Tesorero, y de la limpieza de Sto Paso, de faroles y aldabones de este, y limpiará el local cuando fuera necesario, y se encargará de la buena marcha del cobro lo que pondrá en conocimiento del Presidente todos los fines de mes. Por sus servicios se le pagarán 27,50 pesetas todos los años y 5 pesetas de los fondos para cubrir alguna falta que hubiese en el cobro. Todas las semanas entregará al Tesorero la recaudación total.” En esta acta podemos ver que el muñidor era una especie de mensajero entre los hermanos y la Junta de Gobierno, avisándoles de las incidencias de los hermanos, las defunciones, e incluso cobrando las cuotas de las hermandad, lo que le hacía estar en contacto con el tesorero. Debía organizar a los cofrades en el entierro y se encargaba también de trabajos propios de un prioste como eran la limpieza de los pasos y sus enseres. El muñidor, como criado al servicio de la cofradía, cobraba por sus servicios y en algunas hermandades era el encargado de las obras caritativas.
La presencia del muñidor actualmente en las Cofradías es la de acompañar a la Cruz de Guía junto a dos servidores de librea y anunciar a la ciudad que el Señor ha muerto con el sonar de las campanillas que lleva con cadencia fúnebre. Está ataviado, en recuerdo de su origen barroco, con vestimentas dieciochescas, calzón, medias, casacas de color oscuro y la medalla de la hermandad al pecho. El muñidor llama la atención a los fieles y anuncia la pesadumbre que se cierne sobre nosotros al ver a Cristo en la penumbra de la Muerte, entre el recogimiento barroco. El silencio se hará en las calles de la ciudad a su paso porque ha muerto el Señor y su Madre le acompaña desconsolada. El Muñidor en la Semana Santa estepeña forma parte de la Cofradía del Santo Entierro.
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