La documentación rastreada no se muestra muy generosa a la hora de descubrirnos el aspecto que ofrecían las procesiones por las calles de Estepa, aunque leyendo entre líneas se puede deducir que sigue el panorama general de otras localidades andaluzas. Las primeras procesiones iban sin acompañamiento de imágenes, integradas únicamente por una comitiva de la hermandad o hermandades con sus insignias y al final, como emblema más destacado, la cruz parroquial. Los cofrades solían ir con hachas encendidas o flagelándose formando dos filas y acompañados por una cruz arbórea. En Estepa no hay constancia de flagelantes hasta mediados del XVII y únicamente en la Cofradía del Cristo Amarrado a la Columna, lo que no significa que no los hubiera en fechas precedentes ni en otras confraternidades.
Cuando participaban varias cofradías, la más antigua ocupaba el lugar más privilegiado, que era precisamente junto a la cruz parroquial y a continuación los demás según el orden de antigüedad por cuyo motivo se produjeron algunos pleitos entre cofradías. La cofradía de la Asunción es sin discusión la de más solera y, por tanto, la que cerraba las procesiones llamadas generales. Estas procesiones sin imágenes se corresponden al período pretridentino. Con el Concilio de Trento, la posición de la Iglesia Católica en defensa de las imágenes frente a los protestantes luteranos a mediados del XVI dará un nuevo impulso a la Semana Santa mostrándose favorable a su exposición pública por las calles y alcanzará su culmen en la centuria siguiente con el Barroco, en el que la proliferación de salidas procesionales hará necesaria la intervención de las autoridades eclesiásticas para su regulación y ordenamiento.
Los actuales atuendos de los penitentes proceden de lo que antiguamente utilizaban los flagelantes, un tosco ropaje de color blanco, hopa o sayal, abierto por la espalda para poder fustigarse y cubrían cabeza y rostro con el capuz o caperuza. Después se incorporan los hermanos de luces usando parecidas indumentarias aunque se diversifican los tipos de tela y los colores que a la postre servirán para identificar a cada congregación. El capuz se ajustaba a la cabeza y el actual capirote alto lo llevaron por primera vez en la cofradía sevillana de la Hiniesta mediante finos alambres. Desde el siglo XVI se viene usando la cola, que en la actualidad ha recuperado en Estepa la Hermandad del Santo Entierro y la capa no se remonta más allá del siglo XIX, por influencia del romanticismo.
Las imágenes iban sobre unas pequeñas andas portadas por cuatro hermanos o clérigos y tenían unos faldones de tafetán que con el tiempo se bordará con los atributos de cada cofradía. El actual “canasto” se reducía a una pequeña moldura de color negro y con decoraciones doradas al óleo; posteriormente se le irán añadiendo las cartelas con pasajes de la pasión o alegóricos, origen de los pasos escultóricos actuales. Las andas iban sin iluminación y sin adorno floral y a veces se le añadía un baldaquino de tafetán negro o morado. A finales del siglo XVI se incorporan unos pequeños faroles de metal. Los palios tenían cuatro varales aumentando a seis e incluso a ocho, pero nunca llegó a los doce actuales. Las imágenes podían ser de madera policromada o de vestir, generalmente con tafetán, tejido que aparece constantemente en los inventarios. Será con el esplendor Barroco cuando los artistas coetáneos tallarán esculturas doradas de gran dramatismo, mucho más apropiadas para los desfiles procesionales que las renacentistas y góticas, menos expresivas. El Barroco es, sin duda, el estilo artístico que dará la configuración definitiva a la Semana Santa andaluza y aún hoy día, a pesar de la lógica evolución sufrida, somos deudores de ese período con nuestros pasos neobarrocos.
(Antiguo paso de palio de la Soledad de San Lorenzo de Sevilla)
Desde el siglo XVI hasta nuestro días, tanto la Semana Santa y demás manifestaciones religiosas públicas como las mismas cofradías, han sufrido diversos altibajos, siendo su época de mayor apogeo el período comprendido entre principios del XVII hasta finales del XVIII, coincidiendo con el apogeo del Barroco, mientras que a lo largo del XIX conocerá su punto más bajo debido entre otras causas a las desamortizaciones, el anticlericalismo, guerras y revoluciones. La alarmante escasez documental sobre cofradías en este siglo es buena prueba de ello. Actualmente estamos en condiciones de afirmar que tanto la Semana Santa como sus cofradías gozan de excelente salud, constituyendo uno de los pilares fundamentales de la sociedad estepeña.
La Hermandad de San Pedro en la Semana Santa del Barroco. José Javier Mateos Llamas.
Lº Aniversario de la reorganización de la Hermandad de San Pedro, Estepa. 2003
Dibujos de los nazarenos realizados por La Gubia y el Tas