En la ciudad de Antequera se desarrolló un ambiente humanístico propenso a la intelectualidad, paralelo a la Cátedra de Gramática de la ciudad, que tuvo su fiel reflejo en el arte y en los artistas locales. El desarrollo económico de la ciudad, unido al clima espiritual e intelectual, fue básico para el fomento desde mediados del siglo XVI tanto del arte local como de los artistas locales.
En la segunda mitad del siglo XVI, Antequera vive una singular expansión demográfica y urbana, paralela al asentamiento de un número elevado de órdenes religiosas, tanto masculinas como femeninas, que construirán sus conventos, y a lo que se añadirán los beaterios, santuarios, ermitas, parroquias y por supuesto la institución de la Real Colegiata erigida en la Iglesia de Santa María la Mayor. Simultáneamente, se llegarán a erigir hasta un total de setenta y ocho hermandades y cofradías, auspiciadas en su gran mayoría por las distintas órdenes conventuales. En el ámbito civil, la nobleza, muy apegada a la tierra y con un importante patrimonio rústico, elevará sus casas solariegas y palacetes en las principales calles de la ciudad. Este crecimiento desembocará en el establecimiento en la ciudad de una Escuela de Dibujo y posteriormente en una Academia de Nobles Artes, auspiciada en su día por los corregidores y que servirá para encausar la formación de escultores y pintores.
La ciudad satisfizo la demanda de las órdenes religiosas, hermandades, clero secular, instituciones civiles y particulares a través de una producción desarrollada en la propia ciudad, lo cual explica el temprano desarrollo de los talleres locales: escultores, pintores, plateros, bordadores, entalladores, estuquistas, tejedores, etc. Las manifestaciones se extiendan prácticamente desde la reconquista hasta el siglo XIX, destacando especialmente el arte de la plata, la escultura y, en menor medida, la pintura.
La Antequera de los siglos XVI y XVII vivió un acelerado proceso constructivo, mientras que la del XVIII se dedicó a ornamentar las obras ya construidas y las nuevas. Iglesias, conventos, palacios y casas se convirtieron en el espejo de una población con unos profundos valores devocionales. En todo ello, decoración y amueblamiento, influyeron decididamente la amplia nobleza local y clero, que conjuntamente levantaron la “ciudad conventual” que se ganó el apelativo de “barroca”. La mayoría de estas manifestaciones artísticas lo hicieron de manos de artistas locales, o de individuos que allí se asentaron, y alguno que estuvo de paso.
Las características particulares de una escuela nos permiten reconocer inmediatamente una pieza como producto de aquellos talleres, que además podemos periodizar en el tiempo. La ciudad de Antequera es un caso especial como encrucijada de influencias, situada entre Granada y Sevilla y cercana a Málaga, pero capaz de desarrollar una personalidad propia que le permite constituirse como escuela artística. La historiografía de la escultura antequerana reciente ha puesto de manifiesto la importancia de un buen número de maestros antequeranos, destacando sobre ellos la calidad de ejecución de sus obras y los acabados de las mismas, así como la personalidad estilística que presentan.
La escuela se caracteriza por el predominio absoluto de la escultura religiosa en madera, que solía ser policromadas y estofadas. El ciclo de la pasión queda bien representado, prácticamente en todas las épocas, así como el de las Dolorosas y los Niños Jesús. Los santos ocupan un lugar preponderante, especialmente los vinculados con las diferentes órdenes religiosas que se asentaron en la ciudad. En un segundo lugar encontramos esculturas en barro para ornamentar fachadas y en piedra para obras de pequeño formato. No existe en la ciudad ni retratos ni monumentos funerarios ni escultura pública entre los siglos XV al XIX.
La escuela de escultura antequerana es una escuela clásica, contenida, con un marcado gusto por la frontalidad, con composiciones cerradas y perfectamente definidas. Se huye de los paños aireados, ya sean en ropas, purezas o mantos de la Virgen y santos; son angulosos y casi geométricos. En cierta manera, son ficticios e imposibles con respecto a la anatomía, y se prestan, en el siglo XVIII, a los alardes técnicos. Los cuerpos suelen ser lánguidos, alargados y bien trabajados, sin alardes anatómicos.
La escuela de escultores propios de la ciudad se mantuvo desde el siglo XVI al XIX, conservándose muchas de sus obras y además los documentos que la atestiguan. La escultura antequerana del siglo XVI supone una amalgama de escultores de procedencias y naturalezas artísticas divergentes, que intentaron ubicar sus talleres en la ciudad: castellanos, franceses, sevillanos o granadinos. En ellos convergieron diversos estilos: gótico, renacentistas, romanistas y manieristas. El círculo imaginero local surge en el último cuarto del siglo XVI, formado por Diego de Vega, Juan Vázquez de Vega, Andrés de Iriarte, Juan de Montes, Baltasar López, Luis de Haya o Antonio de Osuna; pintores policromadores como Antonio Mohedano, José Hernández, Gabriel Ortiz, y dos buenos ensambladores: Juan Marcos y Alonso de Alamilla. Presentan personalidad propia diferenciadora de la sevillana y granadina, aunque partan de una misma conciencia artística. De especial trascendencia son las propuestas de crucificados de José Hernández y Diego de Vega, cuyos modelos son totalmente opuestos. Se definen en el manierismo y luego se desarrollan en distintas evoluciones y crecimientos durante el siglo XVII para diluirse en la centuria dieciochesca. Serán los precursores de la escuela escultórica antequerana.
1. José Hernández: Su actividad data del último cuarto del siglo XVI y los primeros años del siglo XVII, acreditado como pintor y escultor. Policromó un San Francisco realizado por Luis de Haya y realizó un San Roque para la cofradía de la Soledad de Antequera. Junto con el escultor Andrés de Iriarte, en 1591, se compromete a realizar un San Blas Obispo para Estepa. Su obra cumbre es el Crucificado de la Paz de la Iglesia del Carmen de Antequera, encargado en 1592 por doña Isabel de Narváez. Se relaciona también el Cristo de la Salud y de las Aguas, hacia 1590.
(Cristo de la Paz, 1592, y Cristo de la Salud y de las Aguas, 1590)
2. Diego de Vega: Fue un escultor plenamente manierista, rompe con el concepto de belleza clásica y proporcionada, creando figuras alargadas y lánguidas, con una característica línea serpenteante. Sus policromías se caracterizan por colores lechosos, verdes y grisáceos. Suele aplicar estopas sobre un color plano, en tonos verdosos. Realizó retablos, relieves y esculturas exentas, destacando los santos, Cristos y Vírgenes. Realizó en 1577 para Archidona un Crucificado, una Dolorosa (La Soledad) y un sepulcro; en 1581 para la cofradía del Dulce Nombre de Jesús de Antequera realizó la imagen del Nazareno y se le atribuye la antigua titular de la cofradía, la Virgen del Socorro; en 1582 realizó el Crucificado de la cofradía del Santo Crucifijo de Antequera, conocido como Cristo de la Buena Muerte, y en ese mismo año realiza para La Roda un San Sebastián y un Santiago. Se le atribuye el Cristo flagelado de Archidona y el de Guadix, el Nazareno de la Sangre de San Zoilo de Antequera y el de Archidona.
Cristo de la Buena Muerte |
Cristo flagelado de Archidona y Guadix
Nazareno del Dulce Nombre, de la Sangre y Archidona |
Cristo del Santo Entierro de Archidona |
Virgen de la Soledad de Archidona y Virgen del Socorro de Antequera
4. Andrés de Iriarte (¿?-160). Casó con la hermana del escultor Juan Bautista del Castillo y compró una casa a José Hernández en 1601. Policromó obras de Juan Vázquez de Vega. En 1592 realiza un Cristo Resucitado para la iglesia del Carmen de Antequera y en 1600 la Virgen del Rosario de la iglesia de los Remedios de Antequera.
En el siglo XVII se levantó la ciudad conventual, edificios que se ornamentarían en la centuria inmediatamente posterior. Es en esta época cuando se produce la mayor llegada de obras foráneas de la ciudad, con destino al interior de las clausuras, por lo que no se produjo un impacto en el arte local. Obras de Gaspar Nuñez Delgado, Pedro de Mena, Miguel de Zayas, Pedro Nieto, José de Mora, Pedro Roldán, la Roldana, Pedro Duque Cornejo, Nicolás Fumo, Risueño o Salzillo se conservan en los conventos de la ciudad.
Del siglo XVII podemos destacar de los talleres antequeranos a los Castillo, Juan Bautista del Castillo (1581-1657) y Antonio del Castillo (1635-1704), y a Jerónimo Brenes y Gabriel Ortiz del Vargas.
5. Juan Bautista del Castillo (1581-1657): Influenciado por las grandes figuras del manierismo de su ciudad y conocedor de la obra de Juan Martínez Montañez, en cuyo taller podía haberse formado. Sus figuras son rotundas, pesadas y monumentales, con cabezas y anatomías vigorosas, altamente expresivas. Los cuerpos, sin embargo, se acercan a la estela romanista del siglo XVI. En 1618 realizó el Juan de la iglesia de San Juan Bautista de Antequera. Participó en la fundación de la cofradía del Cristo de las Penas de la iglesia de San Pedro, para la cual realizó la imagen del Cristo de las Penas en 1652, la Virgen del Consuelo en 1653, un Cristo de la Columna que se conserva en Fuengirola y la imagen de un San Pedro. Se le atribuye además el Jesús de las Penas de la Iglesia del Carmen de Antequera y el Cristo Cautivo del Valle de Abdalajís.
6. Jerónimo Brenes: Trabajó en diversas obras de principios del siglo XVII y colaboró con otros escultores de la época. De su obra destaca la Virgen de la Vera Cruz, de la cofradía de los Estudiantes de Antequera, realizada en 1613 y policromada en 1614, por el pintor Gabriel Ortiz del Vargas.
7. Gabriel Ortiz del Vargas: Nació a finales del XVI y falleció en 1635. En 1609 le aplica nueva policromía al Cristo yacente de Antequera y en 1635 realiza el trono procesional para la Cofradía del Santo Crucifijo. Realizó además un Niño Jesús para Ubrique.
8. Antonio del Castillo (1635-1704): Hijo de Juan Bautista del Castillo en su tercer matrimonio con María Carrillo. Fue bautizado en la parroquia de San Pedro. Aprendió el oficio en el taller paterno y al alcanzar la maestría, recibió discípulos en su taller como Gaspar Correa. Fue clérigo de las órdenes menores. Antonio del Castillo trabajó en los oficios de entallador y escultor. De sus obras destaca sus Nazarenos, conservados en Benamejí, Iznájar (1702) y Alamedinilla; y sus imágenes de la Virgen como la Dolorosa del Museo de las Descalzas o la Inmaculada del convento de Capuchinos, realizada en 1697. Como entallador realizó peanas o triunfos procesionales, destacando el de la Virgen de la Paz de 1682.
(Dolorosa del Museo de las Descalzas de Antequera y Nazareno de Iznájar)
9. Los Asensio: Esta familia se compone de los hermanos Miguel y Francisco Asensio Carrizo, y el hijo de Miguel, Bernardo Asensio. Francisco Asensio realizó la yesería de la nave y bóvedas del convento de Belén de Antequera en 1704. Miguel realizó la carpintería de San Juan de Dios y en 1721 realiza el templete para la Virgen de los Remedios. Bernando realiza un trono para la Hermandad de Jesús Nazareno de Écija y la caja del órgano de la colegiata de San Sebastián en 1734.
Convento de Belén de Antequera |
Andrés de Carvajal es una de las figuras más importantes y brillantes del panorama escultórico antequerano hasta el tercer tercio del siglo XVIII. Carvajal realiza un trabajo bien detallado, buscado en las texturas y la encarnación, venas, arrugas, perfiles, etc. Destaca su policromía, sus estofados y el movimiento de sus vestiduras. Realizó un gran número de santos: San José, Santiago, Santa Catalina, Santa Eufemia o San Juan Bautista; y numerosas obras pasionarias. Podemos citar como ejemplo de sus obras la Virgen de los Ángeles de la Iglesia de los Remedios o la Virgen del Mayor Dolor, Magdalena Penitente y Cristo del Mayor Dolor (1771) de la colegiata de San Sebastián.
11. Francisco de Medina: Realizó el Nazareno y la Dolorosa de la hermandad del Santo Cristo de la Vía Sacra de Antequera en 1741.
12. Diego Márquez y Vega (1724-1791): Fue escultor antequerano y patriarca de una familia de escultores. Su hijo Miguel Márquez (1767-1826) y su nieto Joaquín Márquez Angulo (1803-1869) siguieron manteniendo el taller familiar. Pudo haberse formado en el taller de Francisco de Medina y conocía bien la obra de los escultores antequeranos que le precedieron, en especial José Hernández y Juan Bautista del Castillo. La producción documentada de Diego Márquez es amplísima. Trabajó gran variedad de tipos iconográficos, entre los que destacan el santoral, el ciclo de la Pasión y las imágenes de la Virgen, en sus dos versiones, Gloriosas y Dolorosas. Realizó relieves, y fue llamado para participar en la decoración de diversos camarines. Trabajó la madera, el barro y la piedra. Destaca la policromía de los estafados, de radiante espectacularidad. En su producción se percibe una evolución del barroco-rococó a un estilo manifiestamente clásico, que se produce hacia 1769. De su obra destacan sus Crucificados y sus Dolorosas, como el Stmo. Cristo del Amor de Estepa, la Virgen de los Afligidos de la colegiata de San Sebastián de Antequera o la Virgen del Mayor Dolor del Carmen estepeño.
Virgen de los Afligidos |
(Cristo de la Expiración y Virgen de los Dolores, Jaén)
A finales del siglo XVIII y principios del XIX, los talleres antequeranos siguen funcionando a buen ritmo, realizándose nuevas imágenes procesionales y, a la vez, anotándose un número elevado de restauraciones de imágenes.
14. Miguel María de Carvajal (1757-1818): Hijo de Andrés de Carvajal, fue bautizado en la parroquia de San Sebastián. En 1784 se casó con Juana Aguilar, con la que tuvo cuatro hijos. Fue profesor de dibujo en la Academia de Nobles Artes de Antequera, y además trabajó como escultor, grabador, pintor, dorador, restaurador, etc.
Cristo del Perdón, Antequera (desaparecido) |
15. Miguel Márquez (1767-1826): Hijo de Diego Márquez y Juana García Fernández, bautizado en la colegiata de San Sebastián, como Miguel José María de los Dolores. En 1802 se casó con Francisca de Sales Angulo y Bordás. Miguel se formó en el taller paterno, continuando con el oficio familiar tras la muerte de su padre en 1791. Miguel continuó las formulas y tipos de su padre pero evolucionó hacia el neoclasicismo. De su producción destacan sus Dolorosas, como la Dolorosa de San Agustín de 1796, la Virgen de la Paz de 1815 o la Dolorosa Servita de 1817. Para el convento de los Trinitarios realizó las imágenes de San Cayetano en 1819, San Juan Bautista de la Concepción y la Glorificación de San Cayetano en 1818. Miguel Márquez fue además un destacado restaurador y por sus manos pasaron la Virgen del Socorro en 1792, la Quinta Angustia de la iglesia del Carmen en 1817, la Virgen de los Remedios antequerana en 1816, y la Virgen de los Remedios de Estepa. Su hijo José de Carvajal (1801-1847) continuó con el taller familiar.
(Virgen de los Dolores Servitas)
Virgen de la Paz |
1. Los Ribera: fueron una familia de escultores, entalladores y estuquistas, difusores del modelo con estípites en la ciudad. Realizaron importantes retablos y obras en estuco, especialmente concebida para camarines y espacios cerrados. Entre 1712 y 1716 realizan las yeserías de la cúpula de la iglesia de San Juan de Dios de Antequera, en 1722 las yeserías del santuario de Araceli y en 1725 las yeserías del camarín de la Virgen del Socorro. En 1720 realizan el retablo de San José para la iglesia de la Victoria. En 1725 los retablos para el colegio de Santa María de Jesús y el retablo de la Virgen del Rosario de la iglesia de Santo Domingo. Para Estepa, realiza los retablos de San Miguel y San Juan Bautista de la iglesia de Santa Clara en 1715.
Iglesia de San Juan de Dios |
Iglesia del Carmen |
3. Antonio Palomo Páez de Cañete: Maestro del retablo plenamente rococó en Antequera y finalmente asume los preceptos del clasicismo. Destaca el retablo mayor de la iglesia de San Zoilo o el de la Encarnación, de Antequera.
Iglesia de San Zoilo |
Iglesia de la Encarnación |
-La autarquía artística de una ciudad: historia de la escultura barroca antequerana. Exégesis de una escuela. Fernández Paradas, AR. Escultura barroca española. Nuevas lecturas desde los siglos de oro a la sociedad del conocimiento. Escultura barroca andaluza. Vol. II. ExLibric. 2016
-Aproximación al estudio del retablo en Antequera en el siglo XVIII. Camacho Martínez, R. y Romero Benítez, J. Imafronte. 1987, 88, 89
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-Noticias de alarifes y escultores del siglo XVIII en Antequera. Muñoz Rojas, JA. Gibralfaro: revista del Instituto de Estudios Malagueños. 1951.
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-Diego Márquez y Vega (1724-1791). Devociones de Estepa. 2019
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