En mes de noviembre ha comenzado en la Hermandad del Dulce Nombre con su Virgen vestida de luto. María Santísima de la Paz ha sido ataviada por primera vez de negro con motivo de la conmemoración de Todos los Fieles Difuntos.
La Virgen, paloma blanca del Miércoles Santo estepeño, aúna el sufrimiento de estos años de enfermedades y de la guerra que el nuevo año aguardaba a la vuelta del pasado mes de febrero. Asistimos sobrecogidos a la destrucción de un país, a la barbarie en sus pueblos y a la agonía de las personas que lo habitan, obligadas a huir de su tierra o a resistir a las bombas que destruyen sus casas y su forma de vida. Es verdad que no es la única, que su manto negro también se extiende en la catástrofe del sueño incumplido en el Mar Mediterráneo, en las guerras entre hermanos de Oriente Medio y África o en las vallas que separaran una misma tierra con nombres diferentes cerca de nuestro estrecho o en América Central. Está en el hambre de los niños y en la desesperación de las madres que no tienen con qué alimentarlos, en los cuerpos inertes que aparecen por la maldad del hombre ante acuerdos incumplidos de drogas, situaciones de abuso y prostitución, y en la defendida muerte en nombre de un dios malentendido y desconocido que quita la vida en lugar de darla. Aquí nace un lirio blanco que se torna negro en este mes en su recuerdo.
La belleza de la Virgen de la Paz se deshace en lágrimas de amor ante el mundo que sus hijos rompen en pedazos. En su manto oscuro está el polvo de la caída de los edificios que destruyen un misil. En su saya el último abrazo de un padre a su hijo que agoniza en los pasillos de una improvisada enfermería. En su pelo la arena en la que se desentierra un amigo desaparecido. Y en sus ojos el reflejo del fuego que provoca la angustia del que ve sufrir a un ser querido. Bien sabe ella de sufrimiento, dolor y agonía.
Desde su pequeña hornacina de su iglesia, la Virgen de la Paz comparte el pañuelo blanco para tus lágrimas y ofrece su rosario para escuchar tus rezos. No está sólo aquí, también le rezan en una casa de Ucrania a la luz de una vela. Seguro que tiene otro nombre, quizás en un lienzo, una estampa o una medalla, pero ella está ahí. Hoy más que nunca, Ella es la Virgen de la Paz, vestida de impoluto luto negro por las manos de Salcedo y a la que imploramos que nos conceda la gracia de su intercesión.
Nota:
Nuestra Señora María Santísima de la Paz ha sido ataviada por primera vez de luto con manto y saya negra con motivo de la conmemoración de Todos los Fieles Difuntos. Estrena para la ocasión saya en seda brocada color negro y manto de terciopelo del mismo color. Todo el conjunto ha sido confeccionado en el taller de bordados de Joaquín Salcedo Canca.
Fotografías: Hermandad del Dulce Nombre de Jesús