Iglesia de San Gumaro, en Lier (Bélgica) |
De ser un elemento principalmente sacramental que cubría el altar, la eucaristía y las custodias, llegó también a destinarse a la veneración de las imágenes, más usado en hermandades letíficas, de culto mariano y de santos. El baldaquino se aplicó así a las imágenes en su altar o retablo, pero también se le dio una función procesional, utilizándose cuando se salía en procesión, conociéndose como “trono de baldaquino” o “andas de baldaquino”. El baldaquino puede ser de planta cuadrada, poligonal o circular, y soportado por columnas, realizado en plata o madera, que puede estar dorada. Los baldaquinos procesionales pueden llevar colgaduras de telas, borlas y un cielo o techo, siendo blanco para el Santísimo Sacramento o roja para una reliquia o instrumentos de la Pasión.
Baldaquino de San Pedro, El Vaticano |
El baldaquino está muy extendido en la geografía andaluza y española. En Córdoba es característico el baldaquino procesional de Ntra. Sra. de las Tristezas de la Hermandad del Remedio de Ánimas, el baldaquino del paso de la Virgen del Socorro, o el del altar de la Virgen del Rosario de la Real Iglesia de San Pablo. En Málaga destaca el baldaquino del camarín de la Virgen de la Victoria y en Sevilla el baldaquino procesional de la Virgen de la Hiniesta y el de la Virgen del Buen Aire. En Antequera encontramos baldaquinos en numerosos templos como el de la Virgen del Carmen, el de la Virgen del Rosario o el del Cristo de las Penas.
En regiones como Antequera se potenciaba la verticalidad frente a la horizontalidad de los pasos sevillanos, de forma que los ornamentos se colocaban para alcanzar mayor altura, como las peanas labrabas y doradas, que podían llevar placas decorativas en plata, y que podían ser piramidales, de copa o carrete. También era característico de Antequera el trono de palio antequerano realizado mediante valar y columnas, que para garantizar la estabilidad del conjunto se realizaban en su interior en madera y se recubrían con chapas de plata al exterior, alternando tubos en plata con nudos en madera. Las bambalinas presentaban un perfil recortado, con formas diferentes según el palio, alejados del palio de cajón, realizándose dos partes independientes para cada cara, lo que hace que no se borde a doble cara. En la parte superior se colocaba una crestería realizada en plata que contorneaba el perímetro de la misma. En Antequera, hacia 1940-1950, se produce la aceptación del esquema horizontal, lo que provoca la ampliación del trono del palio y de elementos como el manto.
El desarrollo del trono de palio antequerano corresponde a una simbología de un conjunto procesional dedicado a la exaltación mariana, convirtiéndose en un monumento o “Triunfo” de la Virgen como segunda gran protagonista de la Pasión. Esta simbología está tomada del conocido texto del Apocalipsis 12, 1-5:
1. “Una mujer vestida del sol”: La representación mariana suscribe la tendencia barroca a sublimar las Virtudes de María, haciéndola “resplandecer” literalmente y visibilizándolas a través del suntuoso ajuar textil, con gran riqueza de recamados y bordados de oro y la profusión de joyas que luce la imagen desde siglos atrás.
2. “Con la luna debajo de sus pies”: la iconografía barroca asocia este atributo a las representaciones marianas de una forma casi natural, especialmente a la Inmaculada, así como a las advocaciones letíficas.
3. “Y sobre su cabeza una corona de doce estrellas”: la corona refiere visualmente ante los ojos de los fieles la condición de María como Reina del Firmamento y Reina del Paraíso.
4. “Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones”: María es Madre del Hijo de Dios y Rey Mesiánico, nacido de la estirpe de David, manifestando públicamente cómo la Realeza de María, que implica su reconocimiento como Mujer Apocalíptica, emana y procede de la Majestad Divina de Cristo, el Único y Verdadero Soberano.
5. “Apareció en el cielo una gran señal”: La Virgen se manifiesta “en lo alto” y por ello se eleva sobre el común de los mortales a través de su peana. El paso se convierte en un “monumento itinerante”, a imagen y semejanza de lo que se entiende por “Triunfo” en el contexto de la Europa barroca: una columna rematada por una imagen de la Virgen, especialmente de la Inmaculada.
La evolución del trono de estilo antequerano como elemento procesional y su simbología apocalíptica se establece a través de varias etapas:
1º etapa. Siglos XVII y XVIII. Configuración del modelo de anda con peana y palio. Desarrollo del mensaje apocalíptico en el trono de Virgen.
2º etapa. Finales del XVIII y siglo XIX. Configuración del trono de palio “antequerano”. Consolidación del mensaje apocalíptico y definición de los caracteres vinculantes propios. Desarrollo en vertical y andas cortas. Búsqueda de la luz
3º etapa. Finales del siglo XIX hasta hacia 1940-1950. Ruptura con el mensaje apocalíptico y desarrollo en horizontal. Periodo de las grandes transformaciones horizontales, los mantos cortos y la búsqueda de la noche.
4º etapa. Hacia 1950-2014. Crisis del diseño procesional, del desorden artístico y miedo a la luz.
En Estepa son las hermandades de gloria las que mantienen los baldaquinos en sus tronos procesionales, que adquieren también este significado simbólico de la Mujer revestida de sol con la luna a sus pies y corona de estrellas, madre del Rey Soberano.
El baldaquino de la Virgen de los Remedios está realizado en madera dorada, con incrustaciones de espejos y una gran corona sostenida por ángeles a modo de cúpula. Destaca también de este trono la peana de ángeles sobre los que se posa la Virgen. Cuenta la tradición oral, que las andas de la Virgen aparecieron una mañana en la plazuela de los Remedios, y que los jornaleros que se disponían a ir al campo vieron alejarse de la plaza a los bueyes que las traían. El autor de las andas se mantuvo en secreto, llegando a decir que las trajeron los ángeles del cielo e incluso que fueron talladas por un preso a cambio de comida, protección y futura libertad. Los bueyes que ven marcharse esa mañana temprano eran procedentes del Cortijo de Andrade (La Andrá); no en vano su propietario, Don Manuel de Andrade, era en aquellos años Hermano Mayor de la Hermandad y gran artífice de la construcción del Camarín de la Virgen y la Capilla Mayor. Posiblemente fuera una persona perseguida por la justicia quien trabajaba para este señor a cambio de poder recobrar su libertad y su sustento diario, y para que nadie pudiera sospechar nada de la estancia de este hombre en su cortijo, amanecieron sus bueyes trayendo las andas para dejarlas en la plazuela y simular que pareciera un milagro. Sin embargo, el diseño de este templete barroco es semejante y en algunos aspectos idénticos a multitud de piezas que exornan el retablo mayor de la iglesia y el propio Camarín de la Virgen. El retablo mayor fue realizado en el taller ecijano de Juan José González Cañero entre 1733 y 1741. Pero la hermandad recurrió al núcleo antequerano de Francisco Primo para la finalización y modificación de la obra entre 1744 y 1749, realizando también entre 1762 y 1763 los dos retablos laterales. El dorado se debe a Salvador Romero en 1750. La realización del templete o baldaquino de la Virgen de los Remedios se relaciona con la obra del antequerano Francisco Primo.
El baldaquino procesional de la Virgen del Carmen fue realizado en plata en 1745 y renovado en 1749 en los talleres granadinos. Está rematado por una corona y los arcos son trilobulados con inspiración árabe, lo que indica claramente su procedencia, sobre columnas corintias decoradas con espiral de laurel. La Virgen se eleva sobre una nube de ángeles realizada en plata. Tanto el baldaquino de la Virgen de los Remedios como el de la Virgen del Carmen son los dos baldaquinos estepeños que alcanzan gran altura, donde se puede aplicar el esquema vertical de mensaje apocalíptico que dio a conocer la escuela antequerana.
La Hermandad de Ntra. Sra. de la Asunción, la patrona de Estepa, posee un valioso y antiguo baldaquino de plata para su salida procesional que está pendiente de restauración. Las andas de plata son obra de repujado del último cuarto del siglo XVII, que fueron restauradas en el siglo siguiente y cuya restauración se relaciona con el platero granadino Vicente Ruiz Velázquez, quien, en 1750, presentó un dibujo para hacer unas nuevas andas. Las andas miden 2’80 m. de alto, pero carece de peana que le de gran altura. El baldaquino es una obra de orfebrería con medallones de escenas de la vida de la Virgen y las letanías, en sus arcos y dintel, mientras que las columnas son de orden corintio con santos en sus nudos. El baldaquino está rematado por una linterna en lugar de corona. Mientras se efectúa la restauración de las andas antiguas, la Virgen estrenó en 2008 un nuevo baldaquino de plata. Este baldaquino aparece también en fotografías antiguas con la Inmaculada Concepción, titular de la desaparecida hermandad de la Concepción.
Trono de palio de la Virgen de la Esperanza, al estilo antequerano |
Como hemos mencionando en la definición del término baldaquino y su utilidad, los baldaquinos fueron en su origen destinados para el interior de las iglesias para realzar el altar y la eucaristía, y posteriormente aplicables a las imágenes. En Antequera encontramos destacados modelos de baldaquinos que han sido situados en los camarines de las iglesias como el de la Virgen de la Salud, la Virgen de la Vera Cruz, la Virgen de los Remedios o el del Cristo de las Penas. En Estepa la construcción de los camarines por las hermandades letíficas en base al modelo de torre-camarín realza la verticalidad del conjunto y potencia que la imagen de su titular se venere a gran altura, lo que se consigue a través de una gran peana. Se conserva en el camarín de Ntra, Sra. de Gracia, de Ntra. Sra. de los Remedios y en el de Ntra. Sra. del Carmen en su totalidad, y en la iglesia de la Asunción excepto por los ángeles y virtudes que la rodeaban. Otras grandes peanas, pero más sencillas, se encuentran en la iglesia de San Sebastián, en la Iglesia de Santa María, en la ermita de Santa Ana y en el camarín de San Francisco. La Virgen de la Esperanza lució en sus últimos cultos otra gran peana que corresponde con aquella que estaría en el camarín de la ermita de la Concepción y que con el traslado de la imagen de la Inmaculada a la Iglesia de los Remedios se instaló en el camarín lateral del presbiterio. En la clausura del Convento de Santa Clara se conserva otra peana, pero esta vez de tamaño más reducido. Sin embargo, el único baldaquino estepeño del interior de una iglesia se encuentra en el camarín de Ntra. Sra. del Carmen, partiendo de la peana hacia arriba cuatro brazos en las esquinas, formados por grandes tornapunta que acaban en cuatro figuras de ángeles que se giran para sostener la corona que cierra el conjunto.
“Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol,
con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas”
Bibliografía:
-La autarquía artística de una ciudad: historia de la escultura barroca antequerana. Exégesis de una escuela. Fernández Paradas, AR. Escultura barroca española. Nuevas lecturas desde los siglos de oro a la sociedad del conocimiento. Escultura barroca andaluza. Vol. II. ExLibric. 2016
-Teoría y Práxis del trono antequerano. Estética, diseño y definición de un discurso. Antequera, su Semana Santa. Antequera: ExLibric. Fernández Paradas, Antonio Rafael.
-El templete o baldaquino procesional en Córdoba. Córdoba Cofradiera. 2014
-El origen del templete de la Fuensanta. La Voz de Córdoba. 2017
-El baldaquino que inspira al de la Virgen de las Tristezas. Muñoz, BJ. La Voz de Córdoba. 2016
-Hermandades del Rosario en Estepa. Devociones de Estepa. 2009
-Los rosarios públicos, estandarte y faroles. Devociones de Estepa. 2016
-Las leyendas de la Virgen de los Remedios. Devociones de Estepa. 2016
-Los ángeles de los Remedios. Devociones de Estepa. 2016
-Los ángeles de la Asunción. Devociones de Estepa. 2016