“Currito”, o Paco, como solían llamarle cariñosamente, a los 8 años, estando en el colegio de Salesianos, comienza a hacer figuritas de nacimiento, vendiéndolas o cambiándoselas a sus compañeros. En este colegio permanece hasta los 13 años y allí se estimula su interés por las artes plásticas. Ya por aquella época, Buiza moldeaba figuritas con la cera que chorreaba de los cirios en Semana Santa.
En 1935, las penurias económicas lo fuerzan a obtener algún trabajo con el que ayudar a su familia. Hasta 1939 ejercerá en Carmona de agricultor, pastor, ganadero, etc., entre los que encuentra tiempo para hacer figuritas con raíces de olivo que tallara con una simple navaja.
Conviene destacar aquí ahora brevemente, el panorama artístico de Carmona, de visita a sus templos, constituye el primer aprendizaje artístico del maestro. Cristos como el Crucificado de Ánimas, obras de 1632 o el Jesús de la Columna de la Iglesia de Santiago, influirán en su obra posterior.
Durante estos años, también participa en certámenes y concursos locales, en los que siempre obtuvo premios y menciones. Todo esto configura una primera fase de aprendizaje eminentemente autodidacta.
Las malas relaciones entre sus padres, provocan que su madre decida venirse con sus hijos a trabajar a Sevilla, esto supone un paso importante ene el desarrollo de su vocación artística, pues Sevilla abría las puertas a Buiza en todo su esplendor imaginero con importantes tallas de Juan de Mesa, Martínez Montañés o Ruiz Gijón.
Desde 1939 a 1945 trabaja como tallista en el taller de Francisco Vélez Bracho, donde aprende a gubiar la madera.
Por las tardes completaba su formación cursando dibujo y modelando en la Escuela de Artes y Oficios.
A partir de 1945 Buiza trabaja en el taller de Pedro Navia como modelista, donde conoce a su gran maestro el escultor e imaginero Sebastián Santos Rojas, donde comenzó haciendo vaciados en su taller.
Empieza así una relación, que se irá estrechando hasta llegar a ser su discípulo predilecto desde 1946 a 1952 y su amigo a lo largo de su vida.
Tras el éxito de sus primeras obras Sebastián Santos le anima para que se instale por su cuenta. Así en 1952 comienza su andadura en solitario, y su maestro acaba encontrándole un taller en la calle Viriato, donde se instalará definitivamente. En esta época Buiza se especializa en tallas de Niño Jesús.
En 1962 es un año clave en su vida, pues sufre un accidente de moto que lo lleva a estar hospitalizado un año, y que le dejará una cojera permanente. Por entonces se encontraba realizando el Cristo de la Sangre de la Hermandad de San Benito, esta obra supone su culminación y su gran oportunidad para demostrar su talento. A partir de entonces su prestigio artístico asciende y los encargos no cesan.
A pesar de esto, Buiza no fue profeta en su tierra, a pesar de contar con obras importantes en Sevilla y su provincia, son Cádiz y Málaga las que conservan lo más grande de su obra. En Sevilla tiene un total de 6 imágenes, mientras que en Cádiz tiene 15, y en Málaga 8.
Buiza ejerció también de maestro de una importante cantidad de escultores, como Luis Álvarez Duarte, Francisco Berlanga, Juan Ventura o Juan Manuel Miñarro, estos cuatro, convertidos hoy en grandes escultores.
Hay que destacar también su importantísima labor como restaurador, pues Buiza realizó importantísimas restauraciones tanto de Dolorosas, como de Cristos, Niños de Dios, etc.
Cabe destacar la gran labor que hizo al restaurar nuestro Titular el Dulce Nombre de Jesús, el cual le realizó una restauración integral, restaurando algunas partes y retallando otras. También restauró al Santísimo Cristo Amarrado a la Columna, el cual policromó de nuevo entero.
Sus Cristos son viva fuerza, con carnaduras morenas y abundante cabellera estilo “leonino”, es decir con mechones al viento alborotados. La anatomía es perfecta, pues está cuidada al milímetro, mostrando venas y tendones perfectamente. Sus imágenes Cristíferas imponen al verlas de cerca, tal es el realismo.
Exageración, fuerza, robustez, rebeldía, desproporción, dramatismo, tensión y, en muy contadas ocasiones, majestuosidad constituyen los invariantes estilísticos de la producción de Francisco Buiza; abanderado del conservadurismo neobarroco a ultranza, diestro dominador del oficio y transmisor, a su manera, de unas sentidas convicciones religiosas plenamente asumidas.
Como magnífico ejemplo podemos citar: el Nazareno de Viñeros, Cristo de la Agonía, de la Humildad, o el de la Exaltación todos de Málaga, Resucitado, y Columna y Azotes de Sevilla, el de la Coronación de Espinas de Córdoba, o el Descendimiento de Cádiz.
En cuanto a sus Dolorosas, partiendo de esos esquemas evolucionará aportándoles la expresión de la fuerza de su carácter, que le alejará siempre de las figuras “amuñecadas” o “amaneradas”.
Él decía que sus Dolorosas favoritas eran la Estrella, la del Valle, la Victoria o la Macarena.
Su producción más prolífica en este tema parte de la década de los setenta, coincidiendo con el esplendor cofradiero que llevó a realización de numerosos pasos de palio.
Sus imágenes Marianas se distinguen fácilmente, por sus grandes ojos negros, rasgado, labios carnosos y expresión de bellísimo dolor compungido.
Como buen ejemplo podemos citar la Virgen de los Dolores, Salud o Rosario de Cádiz. Trinidad Coronada, Soledad de Viñeros o la Virgen de la O, todas de Málaga, Rosario de Sevilla, la Merced de Córdoba o Virgen de la Paciencia de Carmona.
La imagen de Nuestra Señora de la Paz, es una Dolorosa realizada en el año 1979.
Representa el modelo de Dolorosa típico de este escultor, imagen de gran tamaño, aprox. 1,70 m., con grandes ojos negros y marcados párpados.
La cabeza emplea dos tipos de madera, la de cedro real para la mascarilla, siendo el resto de pino de Flandes. Así mismo, las manos y el candelero son de esta misma madera.
La Virgen de la Paz tiene la cabeza levemente inclinada hacia la derecha, tallada completamente en orejas y pelo, tallado en un moño cordobés o especie de nudo en la parte trasera. Su expresión es de dolor compungido y en la zona de los ojos y nariz se observa el enrojecimiento causado por el llanto. Marca con dureza los labios, carnosos y entreabiertos como exhalando un suspiro. Tiene tallados tanto los dientes superiores como los inferiores, aunque luego en el altar sólo se ven los de arriba, y la lengua.
El rostro ciliar se encuentra muy pronunciado. Las cejas son una prominencia curvilínea cubierta de fino bello dibujado al detalle con pincel.
Representa una mujer de edad madura, guapa y sufrida. Los ojos son de cristal y pestañas superiores de pelo de pincel.
Concentra las lágrimas en la mejilla izquierda, llevando tres, mientras en la derecha caen dos. La barbilla está marcada por un profundo hoyuelo.
En cuanto a las manos, tienen una textura carnosa, cerrando la derecha, donde la Virgen sujeta el pañuelo. Los dedos tienen ligeramente levantada la primera falange; el índice lo separa de su eje natural y el angular tiende a meterse por debajo del corazón. El meñique lleva marcado un hoyuelo. Las uñas las hace cuadradas.
La imagen de Ntra. Sra. de la Paz llega a la Hermandad del Dulce Nombre cuando en el año 1981 la hermandad decide que el otro Titular, el Dulce Nombre de Jesús, sea restaurado por Buiza, que le da nueva policromía. La Virgen de la Paz se encontraba en el taller del imaginero, sin ningún destino, entonces la Hermandad trata con el imaginero la adquisición de la imagen, accediendo el imaginero a entregarla a la Hermandad.
El contrato se llevó a cabo el 28 de mayo de 1981. Tras varios meses de estudios y consultas, el 6 de mayo del mismo año, la Junta de Gobierno de la Hermandad acordó la adquisición de la Imagen.
La Imagen fue entregada a la Hermandad el 21 de junio de 1981, al precio de 150.000 pesetas, que fueron pagadas de la siguiente manera: 50% en el mes de mayo del 81, y el resto en diciembre del mismo año.
Hasta el año 1985 no fue bendecida la imagen, en la Iglesia de los Remedios por D. José Fernández Flores, siendo el Hermano Mayor Don Antonio Atero García, en representación de la Hermandad.
De los reconocimientos que tuvo en vida, le llenó sobre todo el que le realizó el Ayuntamiento de Carmona en 1972, organizado por todas las hermandades de Carmona, en el que se descubrió un azulejo en la casa donde nació el genial escultor.
A lo largo de su vida perteneció a las hermandades de San Benito y Vera Cruz, en ambas se le consideraba hermano honorífico.
El año 1982 fue de un intenso trabajo para él y fue cuando comenzaron los síntomas de su dolencia, en 1983 es intervenido en la Cruz Roja de Triana, auque antes autoriza a su discípulo Francisco Berlanga, para que termine sus obras.
El 1 de marzo de 1983 fallecía Francisco Buiza de una larga y dolorosa enfermedad cancerosa.
Francisco Buiza Fernández era un gran admirador del arte del siglo XVII, sobre todo de dos artistas: Juan Martínez Montañés y Juan de Mesa. El primero fue el autor del inconmensurable señor de la Pasión de Sevilla, mientras que el segundo realizó al tallar por excelencia de la Semana Santa sevillana: Jesús del Gran Poder. Francisco Buiza se fijaría mucho en la obra de estos dos artistas andaluces del siglo XVII para realizar sus obras, copiando incluso algunos atributos de estos artistas.
Dejó una gran cantidad de obras en las diferentes provincias andaluzas y fue el referente de muchos imagineros de los que actualmente trabajan para nuestras hermandades.
El escultor Francisco Buiza fue un artista testamentario, como la mayor parte de los imagineros sevillanos encuadrados en la generación de la postguerra. Por eso, cuando en el invierno de 1983 recibe sepultura, se enterraba también con él un concepto de acceder y entender la profesión: el del artesano gremial, que venía perpetuándose desde hacía cinco siglos en la capital hispalense.
Antonio J. Fernández González
Boletín “Blanca y Colorá” 2013
Texto: Buiza, Pedro Ignacio Martínez Leal. Ed. Guadalquivir. Año 2000