La Epifanía es la manifestación de la “gloria de Dios”, que se hace presente ante los hombres en la tierra en Jesús. Nos referimos a la entrada de Jesús en el mundo, presentada en las cartas paulinas tardías del Nuevo Testamento como la del emperador que viene a tomar posesión de su reino, de ahí el termino latino Adventus o Adviento como preparación de la Navidad. Con este significado se celebró en Oriente la manifestación de Cristo y, a partir del siglo IX, la revelación de Jesús al mundo pagano. La Biblia recoge tres eventos en los que Jesús se da a conocer: ante los magos de Oriente, ante San Juan Bautista en el río Jordán y en el milagro de Caná, comienzo de su vida pública.
La Epifanía más celebrada corresponde con el 6 de enero, en cuyas vísperas los niños esperan a tres hombres que recorren las calles de su pueblo, acompañados por la algarabía de la fiesta, la serpentina, la música, la cabalgata y los disfraces. Es la forma de entender la fiesta en nuestro pueblo, en donde sin lugar a dudas la ilusión de los niños es lo más importante. Es una fiesta para ellos, y los que aún se sienten niños.
¿Monarcas, embajadores, astrónomos, magos? Según la tradición, en aquella noche del nacimiento de Jesús, recibió la visita de “sabios”. No aparece su número en los textos evangélicos y apenas se indican otros detalles, que se irían conformando con el paso del tiempo y con las aportaciones de diversos textos apócrifos que conformarían la rica iconografía actual, tan cargada de significados. En el Evangelio de Mateo se menciona que unos “sabios” siguieron una brillante estrella para adorar y llevar regalos al Niño Jesús.
En algunas representaciones iniciales eran cuatro, incluso doce en las iglesias sirias o de Armenia, por alusión a las doce tribus de Israel, pronto se fijaría en tres su número. Quizás por motivos puramente artísticos, no tardando en llegar la significación de su número: tres eran los continentes conocidos en la Antigüedad, poblados por los tres hijos de Noé, Sem, Cam y Jafet. Representaban así a Europa, África y Asia, y se hacían acompañar por un camello, un caballo y un elefante, quedando finalmente en tres camellos. Tres eran las edades de la vida, y las que se otorgaban a los tres Magos que adoraron a Jesús, según ya estableció Beda el Venerable en la Edad Media. En esta época también se establecieron sus nombres: Melchor, Gaspar y Baltasar, como aparecen nombrados ya en el Liber Pontificalis de Rávena, a comienzos del siglo XII. Tres eran los dones que presentaron a la Sagrada Familia: oro, incienso y mirra en alusión al poder, la divinidad y el perfume de la muerte. La Catedral de Colonia en Alemania dice de conservar los restos de estos “sabios”.
En el mundo paleocristiano se representó la escena de los Magos adorando al Niño Jesús, un tema que se pintó en los muros de las catacumbas de Santa Priscila o de Santa Domitila en Roma, que se repetiría en sarcófagos, y que alcanzaría enorme calidad artística en los mosaicos bizantinos del siglo VI de la Basílica de San Apolinar en Rávena. La festividad de los tres Reyes Magos se celebra desde el siglo XV en Florencia, donde existía una de las congregaciones más importantes de la ciudad, la Compagnia dei Magi o Compagnia Della Stella, que fue protegida por los Médici. La congregación imitaba con un suntuoso festejo el viaje de los Reyes Magos por las calles de Florencia. De Oriente, astrónomos de su época, convertidos en príncipes renacentistas o en reyes barrocos, su iconografía se asentó entre los siglos del Renacimiento y del Barroco, siendo una auténtica seña de identidad de la Navidad y motivo recurrente para la representación artística.
Catacumbas de Santa Priscila. Roma |
Basílica de San Apolinar en Rávena |
Estepa no sólo recoge su iconografía en la cabalgata que antecede a la noche maravillosa de los niños. Nuestras iglesias, bajo el encargo de las Hermandades que la regían, encargaron la representación de la Natividad en pintura y escultura, como devoción a la Virgen María y a su Santo Rosario. La Natividad forma conjunto compositivo junto a la Anunciación, La Visitación, la Presentación y la predicación del Niño Jesús en el templo para representar los Misterios Gozosos de María, por lo que las hermandades y parroquias encargaban obras de estos pasajes para ornamentar las paredes de sus iglesias. Sin embargo, la Adoración de los Reyes Magos comparte la escena con la Adoración de los Pastores, guiados por los ángeles que anunciaron la llegada de Dios, en los camarines de las iglesias y en las colecciones de cuadros que las iglesias atesoran.
En el camarín de la Iglesia de los Remedios, de planta octogonal, se representan diversas escenas en relieve de la vida de Jesús y María, entre grandes estípites de rica ornamentación, esculturas de arcángeles y santos. Una de estas escenas es la Adoración de los Pastores, realizada por el antequerano Diego Márquez hacia 1777. La misma representación se recrea en uno de los lienzos que decoran la Iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción. Se trata de un cuadro ovalado en marco dorado que forma conjunto de los Misterios Gozosos entorno al central sobre Jesús entre los Doctores. La Virgen María acuna al niño en compañía de San José y ante la presencia de tres pastores, uno de pie y dos arrodillados. El conjunto pictórico de la iglesia fue encargado a Manuel de Jódar en 1754, aunque por su estilo se relaciona con la mano de Juan de Espinal. La Natividad se encuentra también en los medios puntos laterales del anteprebisterio de la Iglesia del Carmen, junto a los demás misterios, en torno al profeta San Elías, y posiblemente en el camarín de la Virgen, en la escena que se representa en el arco de la ventana que abre a la calle Cristo de la Sangre, cuyo precario estado hace que la escena esté prácticamente irreconocible y confusa. Las pinturas del Carmen se relacionan con la obra de Manuel de Jódar.
La Epifanía antes los Reyes Magos debemos buscarla en el camarín de Ntra. Sra. de la Asunción, entre trazados de lazos, guirnaldas y hojarascas rizadas, entre ángeles músicos, apóstoles y símbolos de las letanías. San Sebastián también nos ofrece la escena de la adoración de estos hombres en un lienzo al óleo que forma parte de una serie de la Vida de la Virgen de principios del siglo XVII, relacionada con la escuela de Amberes y perteneciente a la desaparecida Iglesia de la Victoria. Los tres Reyen Magos salen del cuadro cada víspera del 6 de enero para ofrecer sus regalos a los niños estepeños que los siguen por las calles, igual que hace más de dos mil años siguieron la estrella más brillante que había en el cielo desde Oriente para adorar al Rey de Reyes.
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