No se trataba de un enterramiento primario; la mayoría de los huesos, incluido el cráneo, aparecieron amontonados en el tercio occidental; en el oriental sólo quedó un fémur, una vértebra y algunos de los huesos de los pies. En el tercio central, por el contrario, no se mantenía ningún hueso. Los restos fueron recogidos en un momento posterior en torno al cráneo.
Una de las manifestaciones arquitectónicas iniciales del cristianismo primitivo estuvieron relacionadas con el mundo funerario. Las ceremonias de las exequias, herencia de las prácticas paganas, exigían elementos añadidos a la propia tumba, como eran las mensae para las comidas rituales o los bancos donde sentarse. El culto a los mártires y sus reliquias fue desde fechas muy tempranas uno de los móviles para la construcción de estos recintos, que irían complicando su arquitectura en la medida que resultaban centros de culto para la comunidad. Ya en 386, la constitutio dictada por Máximo ordenaba que los mártires fueran honrados allá donde se encontrase su sepultura y autorizaba a erigir en dicho lugar un monumento (martyrium) donde se conmemorara, mediante oblaciones, banquetes y sacrificios, el día de la muerte del mártir. Junto a estos martyria, también proliferaron otras construcciones de carácter funerario, mausoleos más o menos monumentales al servicio de fieles cristianos de una cierta importancia.
Fechado hacia el siglo IV d.C., tal vez este edificio que ahora tratamos podría responder a una de estas manifestaciones funerarias particulares o a un edificio de culto menor. La concepción misma de su levantamiento parece estar claramente en función de la tumba central. La estructura circular tiene un paralelo muy cercano y sorprendentemente similar en el conjunto de la necrópolis de Coracho, en Lucena, propuesta como una mensae para banquetes funerarios. Los muretes que se le adosan a uno y otro lado pudieran entonces corresponderse con sendos bancos donde sentarse los invitados. Por otra parte, aunque este tipo de celebraciones tienen un origen claramente pagano, la presencia entre los materiales recogidos de una lucerna con simbología cristiana –probablemente un pavo real enmarcado con motivos alternantes de cuadrados y corazones– y la cronología estimada, en tono al siglo IV, cuando ya en lugares cercanos como Osuna o Écija existían comunidades cristianas importantes, avalan la adscripción de este recinto al mundo cultual de la nueva religión. La documentación de este mausoleo y de la iglesia de la calle Mirasierra suponen la contrastación de la propia existencia de la ciudad romana de Ostippo durante la Antigüedad Tardía. Una presencia cimentada, como en otros lugares de su entorno, en la religión cristiana. Perteneciente probablemente a la sede episcopal de Astigi, como ya lo había sido jurídicamente al “conventus astigitanus”, quizá debamos interpretar estos restos como ligados a una comunidad en la que, paralelo al proceso de ruralización, si lo hubo, se produjo un fortalecimiento urbano basado, esta vez, en la religión cristiana.
Fuente:
-La Antigüedad Tardía en Estepa. La documentación arqueológica. JM Juárez Martín. VII Jornadas sobre Historia de Estepa. 2008
-“Intervención arqueológica en el solar del Camino de Las Vigas. Estepa (Sevilla)”, JM Juárez Martín, en .A.A.A 1991, III, Actividades de Urgencia, Cádiz, 1993, pp. 522-526
-Ostippo tardorromana y visigoda: Un nuevo capítulo de su historia a través de sus monumentos cristianos (siglos IV al VII). Recio Veganzones, A. I Jornada sobre Historia de Estepa. Ed. Iltmo. Ayuntamiento de Estepa. 1994