22/6/13

SAN PEDRO Y LA HERMANDAD DEL MUSEO DE SEVILLA

La hermandad de San Pedro de Estepa decidió en 1991 restaurar a su titular y para tal tarea lo pusieron en las manos del escultor sevillano Francisco Berlanga, pero poco antes de llevarlo a su taller y estando el apóstol en Sevilla, los hermanos decidieron dejarlo a los pies de la Virgen de las Aguas y el Stmo. Cristo de la Expiración de la sevillana Hermandad del Museo.


La buena relación entre ambas corporaciones había comenzado en 1989 cuando se inician los contactos para el hermanamiento de la Hermandad de San Pedro con la sevillana Hermandad del Museo de Sevilla.

La restauración de la imagen de San Pedro a cargo del escultor Francisco Berlanga fue costeada por numerosos devotos de manera particular, así como también contó con la desinteresada colaboración del Ilustrísimo Ayuntamiento de Estepa La imagen del apóstol volvió a Estepa el día de la Purísima.

Queda en el recuerdo aquella fotografía de la capilla de la plaza del Museo de Bellas Artes y las palabras que el pregonero del 50 aniversario de la refundación, D. Eduardo Chía Cruz, le dedicó en su pregón:

Una mañana brillante
de esas que ofrece Sevilla,
que llegamos a su orilla
con San Pedro suplicante.
Allí la Virgen radiante
Y el Cristo que siempre expira
Fuentes de aguas tranquilas,
Con el Apóstol delante.
El Museo, tan sobrante
De devociones sencillas
A un pescador de rodillas
Le hizo cambiar el semblante.
Y han pasado ya bastantes
Años de la maravilla
Y en la íntima capilla
Sigue el llanto ante la Madre.


Fuente:

Pregón del Lº Aniversario de la reorganización de la Hermandad de San Pedro (1953- 2003). Pronunciado por D. Eduardo Chía Cruz

Artículos relacionados:
-Manolo Toro, un motivo más de unión entre San Pedro y El Museo. Semana Santa de Estepa. 2018

20/6/13

UN PASO DE APÓSTOL EN APÓSTOL PASANDO POR JESÚS


Ya lo ves costalero
más esfuerzo no cabe,
tu trabajo certero
ha puesto en pie la nave
y San Pedro allá arriba
tocándote el costal,
te llamará su amigo,
ya lo tienes contigo…
¡qué amigo más cabal!

José Luis López Murcia
Pregón de Semana Santade Estepa de 1979

Hay elementos tangibles que con el tiempo, si tienen un verdadero valor estético y artístico, caracterizan a las hermandades con las que procesionan y hacen diferenciarlas a unas de otras, marcando sobremanera su estilo; muestra de ello podemos apreciarlo en los palios sevillanos, como los rectos o de cajón van más con cofradías de negro y muchas de ellas sin música, y los por así denominarlos juanmanuelinos, con otras que poseen un poco más de festividad musical en su movimiento.

Y por qué viene esto al caso, pues viene porque durante algo más de dos décadas, los años sesenta y setenta del pasado siglo, más concretamente desde 1960 hasta 1980, nuestro apóstol Pedro, procesionó por las calles de Estepa todas las tardes noches del Martes sobre el monte de corcho de un paso que daba a su pena y llanto, sobre todo por el alumbrar de cuatro hachones rojos, un sabor añejo de cofradía austera pero impregnada de un romanticismo que surgía al ver su estampa por las calles más bellas de esta ciudad. Este paso, al cual dedico estas humildes letras, se talló en Sevilla en los talleres de carpintería, ebanistería y ornamentación religiosa de José Alonso, Construcciones Alonso, de las calles Teniente Borges, 4 y Padre Tarín, 8, en 1959, y aunque sobre su madera se aplicó la patina de escayola para su dorado posterior, jamás el oro rozó ésta tomando con el tiempo un tono pajizo que en contraste con los relieves de sus esquinas, cuatro evangelistas preciosos y el rojo de sus faldones y friso de claveles, daba una hechura inverosímil al mismo; sobre todo al verlo aparecer en el dintel de la puerta de la iglesia de la Asunción, con Céfas y el gallo de los recuerdos.

Qué maravillosa simbiosis había entre Apóstol y barca, no era un paso de Cristo sino un paso de Pedro, no tenía trabajaderas, zancos ni costeros, pero sí quilla, cuadernas y remos. Al golpe de su martillo, ese que sonaba como ninguno y con el que lo han levantado capataces de nuestra Cofradía como Enrique Castillo Ramón, Francisco Peña Bascón y Joaquín Castillo Castellano, brotó la primera cuadrilla de hermanos costaleros de Estepa, y de ella, un pregonero de leyenda, Francisco Montero Galvache, en su pregón de Semana Santa estepeña de 1977, lanzó a los cuatro vientos del cine Florida aquello de: -“El paso no lleva oro, porque lo llevan sus costaleros en los pies”- Se pagó por él, con sudor, lágrimas y mucho “Eloy”, algo más de cuarenta mil pesetas, y bastante que ver tuvo en el contrato de su hechura el recordado Arturo Pelayo López. En 1980, último año en que paseó por nuestras calles al llanto amargo de San Pedro, se vendió a la Hermandad de la Humildad de Lebrija en trescientas mil; podría haber quedado en Estepa, pero la escasez de recursos económicos para pagar el nuevo y el hecho de que ninguna otra cofradía de nuestro pueblo se interesase en él, hizo que bogara hacia otras latitudes donde le esperaban nuevos remeros y diferentes Estaciones de Penitencia.

En esta ciudad sevillana donde todos se amparan en la Virgen del Castillo, durante algún tiempo portó sobre su monte al Cristo de esta cofradía, al modo de la Humildad y Paciencia o de Las Penas de Estepa, y en la actualidad, como tercer paso, a San Juan Evangelista, Titular también de la misma, habiéndosele cambiado desde hace años su aspecto, creo que acertadamente, ya que se le ha desprendido la patina primitiva de escayola pendiente de dorado y se le ha dado a su madera el bello tono de la caoba con preciosas incrustaciones plateadas.



Han pasado más de tres décadas desde que este recordado paso salió de Estepa, tres décadas que son más que los años que estuvo en nuestra Hermandad de San Pedro, pero no suficientes para borrarlo de las memorias de aquellos que lo hemos disfrutado durante tantos Martes de Semana Santa con su hechura excepcional, y al final pienso, observando las fotografías que nos ha facilitado esta Cofradía del Miércoles Santo lebrijano, la de la Humildad con su San Juan Evangelista a la que estaremos eternamente agradecidos, que esta barca que compartimos, elemento tangible al que alma doy, con tanta historia, que fue muestra del principio del auge de nuestra Hermandad tras su reorganización en 1953, aunque algún tiempo sobre sus cuadernas llevó a una imagen del Maestro, ha decidido, quizá con la humildad que siempre le caracterizó, seguir su navegación por las calles de la pasión de Apóstol en Apóstol, de Pedro a Juan, hasta que Dios lo quiera.


Eduardo Chía Cruz
Secretario Primero de la Hermandad
Boletín de San Pedro 2012

18/6/13

APUNTES SOBRE LA CASA DE CERVERALES Y LA HERMANDAD DE SAN PEDRO


Situado al lado del hermano mayor, procesiona el Marqués de Cerverales, Hermano Mayor Honorario de la Hermandad, con su cetro argentereo y su medalla. Su presencia allí, y antes la de su padre, no es casualidad: su nombramiento se basa en una correcta y muy loable comprensión por parte de las diferentes Juntas de Gobierno de estos últimos decenios de la historia de la Hermandad.

Una historia que empezó hace más de 250 años a pocos metros de la escena que cada Martes Santo se sucede en la salida de los pasos, en la casa de los Marqueses. La construyó a mediados del siglo XVIII uno de los Vicarios de Estepa, Don Manuel Vejarano y Fonseca, con el objetivo específico, según su testamento, de que sirviera de sede a la casa marquesal que su hermano y sobrinos fundaron. Este Vicario tenía una especial devoción a la Virgen de los Dolores, imagen que adecentó y cuidó a lo largo de toda su vida. Dejemos hablar a la historia y veamos un fragmento del testamento de este Vicario:

“…Declaramos que hemos cuidado del adorno de la sagrada Imagen de Ntra. Sra. de los Dolores, a quien costeamos un vestido de terciopelo bordado de oro y plata, con su cajón, que existe en las cassas de nuestra morada con algunas otras alhajas para vestir la Sra. a el tiempo que se hace dicha Novena. Assi mismo costeamos un especial corazón que se pone a la Sra. en sus manos; con una piedra encarnada de gran magnitud en medio, de hechura de un gran corazón, abrillantada, guarnecida de granates y después otra guarnición de topacios, y en los extremos diamantes, con siete espadas de plata, y tres tembleques, que hacen tres flores de topacios encarnados, con su caja correspondiente, forrada por dentro de terciopelo negro. Cuio vestido, corazón y alhajas de la señora queremos y es nuestra voluntad estén siempre en las cassas del poseedor del mayorazgo fundado por el citada nuestro hermano D. Pedro Vejarano para que se custodie, y guarde, y desde ella se lleve para adornar dicha sagrada Imagen en las funciones que se; y acabados se vuelvan a recoger, lo que se observe, y guarde en todos tiempos, y no se contravenga en modo alguno a esta nuestra disposición.

It. Queremos, y es nuestra voluntad que el citado corazón por ninguna causa, motivo, urgencias se pueda prestar, vender, Donar, cambiar, Destrozar, y en modo alguno enagenar, si no es que siempre exista…”

(Testamento de D. Manuel Vejarano y Fonseca, Vicario de Estepa, 1777. Archivo del Marqués de Cerverales, Legajo 17. Pág. 42)


Cualquier hermano de San Pedro reconoce las joyas de las que habla el Vicario en su testamento; son las que todavía lleva nuestra Virgen de los Dolores en apariciones públicas y propiedad del Marqués de Cerverales según este mismo testamento. De hecho, según las disposiciones testamentarias del Vicario las joyas, vestido y cajón eran parte del mayorazgo de los Marqueses de Cerverales: un mayorazgo era un conjunto de bienes que se transmitían de generación en generación según las disposiciones testamentarias de la persona que lo instituía; en este caso el mayorazgo del cual eran parte las joyas y el vestido, pertenecía a aquella persona que llevara el título de Marqués de Cerverales. También el Vicario dispuso, junto con muchas otras obligaciones, la de que el Marqués estuviera obligado a dejar dichos útiles en las ocasiones en que la imagen de la Virgen tuviera una comparecencia pública.

Sin embargo tras las leyes de abolición de los Mayorazgos, especialmente la de 1845, todas las disposiciones, tanto del Vicario como otras afectas a los mayorazgos de Cerverales, quedaron sin efecto y la familia fue libre de disponer las joyas y el vestido a su libre albedrío; aun así, el amor a la imagen y a la tradición fue más fuerte y hasta el día de hoy los marqueses han seguido dejando dichos enseres siempre que la ocasión lo requería.

También el Vicario amplió la Iglesia de la Asunción y construyó un enterramiento a los pies de la Virgen de los Dolores, el sitio donde específicamente él quería descansar, tumbas que han acogido en su eterno descanso a los diferentes Marqueses de Cerverales durante generaciones, como bien reflejan las lápidas de la Capilla de los Dolores.

También fue el Vicario Vejarano el que instauró la Confraternidad del Orden Tercero de Nuestra Señora de los Dolores, la cual dio lugar a nuestra actual hermandad tras su fusión con la de San Pedro. Pero la historia no termina aquí, y, si leemos la documentación del archivo del Marqués veremos que en estos 250 años la familia ha cuidado de la imagen y de la capilla; la contabilidad de estos últimos dos siglos y medio refleja que los señores Marqueses se dejaron grandes cantidades de dinero en novenas a la Virgen y en la iglesia de la Asunción, la iluminación de la capilla de los Dolores y muchos otros gastos santuarios a mayor gloria de Nuestra Señora. Costumbre que llega hasta nuestros días: Don Rafael de Alcaraz y Reina, VIII Marqués de Cerverales y penúltimo, colaboró muy activamente en la restauración de la iglesia de la Asunción, especialmente en las difíciles gestiones previas imprescindibles para conseguirla y su hijo, Don Rafael de Alcaraz y Baillo, el actual Marqués, colaboró a su vez en la construcción del paso de Nuestra Señora, y sigue colaborando con la Hermandad. Legado que su hijo y futuro marqués conserva, saliendo en procesión con la Virgen desde su más tierna infancia.

Hasta alrededor del año 1955, fecha en la cual se cesó de llevar a la Virgen en andas y comenzaron los costaleros, la Virgen era transportada por los trabajadores de la familia. Y en 1957, cuando entró de Hermano Mayor D. Jesús Juárez, el cual junto con su junta de gobierno llevó a la cofradía a la edad de oro que todavía estamos viviendo, éste y su junta consultaron numerosas veces con Doña Natalia de Reyna y Juárez de Negrón, hermana de la Marquesa de entonces y persona encargada de los asuntos de la familia. Las razones de estas consultas, según el propio D. Jesús fueron, además del hecho de que la familia guardara las joyas y el manto en una habitación especial en la casa, que Doña Natalia fuese experta conocedora de las tradiciones de la Hermandad desde antaño. Y es por esta relación especial por lo que encontramos el nombre de Isabel de Reyna y Juárez de Negrón, VI Marquesa de Cerverales y hermana de Doña Natalia como una de las refundadoras de la Hermandad de San Pedro, según consta en el documento de refundación conservado en los archivos de la Hermandad.

Si ahora estamos reivindicando el glorioso pasado de nuestras cofradías estepeñas, sus centenarias costumbres y su largo caminar por la historia, la vinculación de los Marqueses de Cerverales con la imagen de la Virgen de los Dolores y con la Pontificia y Real Hermandad de San Pedro Apóstol, es un patrimonio histórico y cultural vivo que muy pocas cofradías pueden presumir de tener. Muchas vinculaciones parecidas se han roto al declinar sus titulares sus obligaciones, ya sea por lo oneroso de las mismas, por desidia o por falta de contacto. (…)

Exmo. Sr. D. Hipólito Sanchiz Álvarez de Toledo. (Marqués del Vasto)
Lº Aniversario de la reorganización de la Hermandad de San Pedro, Estepa. 2003

14/6/13

ICONOGRAFÍA DE SAN PEDRO

Sobre la figura de San Pedro nos dice el profesor Pérez Sánchez que “es una de las fundamentales del mundo católico” y que su imagen “es una de las que con más frecuencia suele encontrarse tanto el devoto como el simple amante del arte o el curioso de la iconografía”.

Parece ser que durante la Edad Media, se dio más importancia a la figura de Pedro “como fundador y cabeza de la iglesia”, de donde deriva su representación como “príncipe de los apóstoles”, majestuosamente tocado de tiara y con vestiduras principescas. El atributo habitual de esta representación son las llaves.


Será a partir del siglo XVI, tras el Concilio de Trento, cuando en las representaciones de la figura del Apóstol como mayor importancia el episodio de la vida de Pedro referido a su arrepentimiento “mostrado en amargas lágrimas” después de haber negado por tres veces al Maestro. Los católicos vieron en este episodio…

“… Un importantísimo testimonio del valor sacramental del arrepentimiento y de la penitencia para la salvación del pecador, en contraposición de la doctrina protestante, que les negaba todo valor, confiando sólo en la fe.”

En la iconografía de este episodio el Apóstol se representa siempre con el rostro y las ropas que la tradición señala:

“… Alto de cuerpo, blanco, descolorido, los ojos negros y teñidos en sangre, las cejas no muy pobladas, la nariz algo remachada, y no muy viejo (…). Ha de tener la túnica azul, ceñida, y el manto anaranjado o de color ocre…”

(El arrepentimiento de San Pedro (1625 y 1629), Hermitage Museum. Gerard Seghers)

Esta iconografía penitencial del apóstol se suele acompañar de la figura del gallo, y algunas veces también se le representa enfrentado “a la figura doliente de Cristo flagelado”, como si de la recreación de una visión de Pedro se tratase; esta última interpretación plástica adquirió una importancia relevante entre los devotos, especialmente en Andalucía.

(San Pedro ante Cristo atado a la columna. ca. 1650, Palacio Arzobispal de Sevilla, Zurbarán)

Por otro lado, el motivo de las lágrimas de San Pedro no sólo fue ampliamente difundido mediante las artes plásticas, sino que también alcanzó gran importancia y popularidad, sobre todo en la poesía. En el mismísimo “Quijote” puede leerse un poema del que entresacamos la siguiente estrofa:

“Crece el dolor y crece la vergüenza en Pedro, cuando el día se ha mostrado, y aunque allí no ve a nadie, se avergüenza de sí mismo, por ver que había pecado”

En un tono más que modesto y más cercano a nosotros, se expresa Rodrigo Fernández de Ribera, secretario del marqués de Algava y de Ardales, en los primeros años del siglo XVI, también con versos referidos a este tema:

“Para arrepentiros hallo que madrugáis con codicia, pues os da el Sol de Justicia así como canta el gallo. En lastimosa ocasión el cuidoso gallo canta, que sus pasos de garganta son para vos de pasión.”

Conservamos en Estepa, por suerte, dos soberbias representaciones escultóricas del Apóstol en las dos vertientes antes comentadas. La primera y más antigua, se encuentra en la iglesia de Santa María, en la nave de la Epístola, presidiendo el retablo colateral al Mayor; se representa en ella a San Pedro sedente, revestido de ornamentos sagrados y con tiara en la cabeza, llevando en su mano izquierda la llave. Hernández Díaz atribuye su autoría al escultor Lázaro Pérez Castellanos, fechándose hacia 1620 y añade que de dicho escultor no se conoce ninguna obra identificada “y con ésta se nos coloca en un lugar importante del protobarroquismo sevillano”.


La segunda se halla en la iglesia de la Asunción, en un retablo que existe en la capilla de la Virgen de los Dolores, donde también se venera al Cristo de las Penas; se trata de una representación típica del episodio de las lágrimas de San Pedro, en la cual se incluye también el gallo. El apóstol, vestido con túnica azul y manto encarnado, aparece arrodillado, con el rostro hacia el cielo y las manos unidas en gesto de súplica, los ojos lacrimosos en clara actitud de arrepentimiento. De esta imagen nos dice Aguilar y Cano que … “… es de gran mérito artístico, por su franca y correcta ejecución, por su expresión llena de verdad, por sus exactas proporciones, por su naturalidad y por su indisputable belleza, ¡Lástima que nos podamos consignar el nombre de su autor!”

Hernández Díaz dice de ella que es “obra barroca de interesante fuerza expresiva” y sobre su autoría guarda silencio.


Una aproximación a los orígenes de la hermandad de San Pedro. Jorge Alberto Jordán Fernández. Lº Aniversario de la reorganización de la Hermandad de San Pedro, Estepa. 2003

12/6/13

LA VALIENTE DE ESTEPA

La proclamación de la Republica en abril de 1931 puso inquietos a muchos. Tanto para los que pensaban que solo era un escalón en su camino a la Revolución, como para los que consideraban que era un salto bastante grande. Los incidentes no tardaron en surgir. Estos sucesos no incidieron en la Semana Santa de 1931. Pero, después del empeoramiento experimentado a lo largo de ese año, dieron motivos a los cofrades para coger miedo y el ambiente se enrareció. Y antes de concluir el año hubo contactos propiciados por las autoridades para garantizar la salida de las cofradías en la Semana Santa del venidero año.

De poco o nada valieron las continuas reuniones promovidas por las autoridades republicanas para doblegar la voluntad de los hermanos mayores y evitar la suspensión de “una fiesta tan importante para el turismo”. La suerte de aquella Semana Santa ya estaba echada.

Las posturas en vísperas de aquella Semana Santa estaban muy encontradas. “Para las izquierdas, el origen de la no salida era transparente como el agua: los elementos monárquicos y de derechas se habían apoderado de las hermandades para erigirse en custodios del más rancio espíritu integrista, persiguiendo con su boicot desprestigiar a la República y difundir a los cuatro vientos una imagen de absoluta anarquía y feroz persecución religiosa”, sostiene el profesor de la Universidad de Sevilla Leandro Álvarez Rey, experto historiador del periodo republicano.

“Las derechas en cambio –prosigue– rechazaban hablar de boicot o de espíritu de venganza. La actitud de las cofradías, según ellas, no era más que un grito de protesta e indignación contra los ultrajes y vejaciones a sus creencias y sentimientos católicos”.

Bien conocido es lo que ocurrió en Sevilla, donde la Hermandad de la Estrella fue la única que puso sus pasos en la calle en la tarde del Jueves Santo, sufriendo disparos contra la Virgen a su llegada a la catedral, sin que por fortuna alcanzara a la Virgen. Los hechos acaecidos en aquel ya célebre Jueves Santo forjaron la leyenda de la hermana y su Virgen como La Valiente. Sin embargo, hubo quienes acusaron a la hermandad de esquirola y de bailar al son del Gobierno y la llamaron despectivamente la Republicana.

¿Y qué fue lo que ocurrió en Estepa? Durante la II República, cuando se prohibió la salida de las procesiones en la Semana Santa de 1932, fue la Hermandad de San Pedro la única en desafiar las órdenes gubernamentales y hacer la estación de penitencia con el niño Macías al frente, el que luego fuera escultor estepeño Manuel Escamilla. Después de la guerra, la Hermandad volvió a sus cultos y procesiones hasta que en 1942, al ausentarse su Hermano Mayor, D. Manuel Álvarez Orías, decayó bastante su actividad, si bien continuaban anualmente sus desfiles, gracias a las personas piadosas de la localidad, que sufragaban los gastos de cultos cuaresmales y de las salidas.

La versión forjada en los años de la dictadura los señala como héroes, valientes que desafiaron abiertamente a las autoridades de un régimen que no reconocía a la Iglesia católica. Para otros, entre los que se encuentra el catedrático de Antropología Isidoro Moreno, más que un pulso a la República, fue un desafío a las fuerzas vivas y dirigentes de las propias cofradías, que utilizaron la Semana Santa como un arma de presión política contra la legalidad democrática republicana. Para el profesor Álvarez Rey, la “verdadera instrumentación” de la Semana Santa se produjo, más que a priori, en los años inmediatamente posteriores a este episodio, cuando utilizaron la no salida de las cofradías en al año 1933 para movilizar el voto de los católicos. “La Semana Santa se convirtió así en lo que nunca debió haber sido: un campo de batalla entre defensores y detractores de un determinado régimen político”.

La guerra entre los partidarios de la suspensión de los desfiles procesionales y los favorables a la salida de las cofradías también saltó a la prensa. Editorialistas y articulistas de una y otra trinchera editorial –prensa conservadora versus prensa liberal– rivalizaban en brillantes argumentaciones para defender posiciones antagónicas en una batalla dialéctica que el público seguía a diario con extraordinario interés. El Correo de Andalucía, por entonces Diario Católico de Noticias, abogó claramente por que las cofradías no hicieran estación en aquellas circunstancias de “persecución” a la Iglesia española: “El espíritu religioso se mata si se pretende convertir a las procesiones en cabalgatas con fantoches para atracción de forasteros”. En el liberal El Noticiero, por su parte, se cargaba contra la “maniobra” urdida por los hermanos mayores para hacer bandera política de esta fiesta y se preguntaba: “¿Quién da mayor muestra de intolerancia? ¿El Estado laico que garantiza la pacífica celebración de la Semana Santa, o esos católicos que se oponen a ella para satisfacer un pequeño y anticristiano espíritu de venganza contra quienes, a su juicio, han inferido un ataque a la religión (...)?”

Fuente:

-La Valiente. Hermandad de la Estrella
-Estrella ¿republicana o valiente? José Gómez Palas, El Correo de Andalucía. 2010

10/6/13

SAN PEDRO EN EL DOMINGO DE RAMOS


A finales del siglo XVIII e inicios del siglo XIX la Hermandad de San Pedro cambiaría su tradicional salida en el Miércoles Santo por la tarde del Domingo de Ramos debido a la preponderancia del Orden Tercero de Servitas sobre la Hermandad de San Pedro.

San Pedro y el Cristo de las Penas salían en procesión en la tarde del Domingo de Ramos, junto con la Virgen de los Dolores que ahora estaba en manos del Orden Tercero. A ella estaban invitadas diversas personalidades laicas y seglares, pero estas invitaciones se hacían siguiendo un orden riguroso teniendo en cuenta su rango y posición social. El estandarte del Orden lo enarbolaba el Marqués de Cerverales, como patrono que era del Orden y de su capilla.

A partir de 1801, parece que los Servitas han acabado por aglutinar a la Hermandad de San Pedro pues, a pesar de producirse esta fusión, que podría haber dado lugar a una hermandad más fuerte y poderosa, la verdad es que el resultado fue el contrario, siendo éste el período histórico más oscuro en la Hermandad de San Pedro, con una ausencia casi total de datos históricos y de documentación a lo largo del XIX, en consonancia con el resto de hermandades de Estepa.

Hacia las postrimerías del Ochocientos y en los albores del siglo XX, la recuperación de la Semana Santa estepeña y de los desfiles procesionales es un hecho que se puede constatar, y del que ya poseemos testimonios gráficos gracias a la fotografía. Aún así, la Hermandad de San Pedro aún tendrá que esperar algunos años para su reorganización. No obstante, algunos devotos lo sacarán en procesión durante el Domingo de Ramos, manteniéndose la tradición de cuando estaba agregada a la hermandad de los Servitas.

Bibliografía:

La Hermandad de San Pedro en la Semana Santa del Barroco. José Javier Mateos Llamas.Lº Aniversario de la reorganización de la Hermandad de San Pedro, Estepa. 2003

8/6/13

MIÉRCOLES SANTO DEL BARROCO

El 22 de marzo de 1791 la Hermandad de San Pedro presentó la reforma de sus estatutos para adecuarse a la política de los Borbones iniciada en 1789. Este documento no es sólo un inventario de los bienes de la hermandad, también es una aproximación al aspecto de la salida procesional de la hermanad a finales del siglo XVIII.

Ntra. Sra. de los Dolores vestía de ordinario un manto de terciopelo negro y una toalla de olán fino. Su cabeza aparecía tocada por una corona con su resplandor de plata sobredorada. Estos eran los bienes que para la Virgen había costeado la Hermandad, mientras que por donación del que fuera Vicario de la villa, Manuel Bejarano y Fonseca (1738-1777), tenía la Virgen otro manto de terciopelo negro bordado de oro y plata, una estola compañera del anterior y una toalla de gasa de seda bordada. Esta indumentaria era la que se le ponía en su salida procesional el Miércoles Santo, además de sustituir el corazón de plata sobredorada con una gran piedra roja engarzada, siete cuchillos y unos tembleques guarnecidos con rubíes de inestimable valor. Este corazón ricamente engastado no iba sobre el pecho como el “de diario”, sino que lo llevaba la Dolorosa entre sus manos entrelazadas. Esta postura de las manos entrelazadas era muy habitual en las imágenes de la Virgen, hasta que de nuevo por influencia de la “sevillanización” de la Semana Santa se hizo que se sustituyeran por otras manos separadas, como las conocemos en la actualidad.

La Virgen hacia su recorrido sobre unas andas de madera doradas y plateadas, sin que refleje el documento que llevara palio. Estas parihuelas fueron también donadas por el Vicario Bejarano y eran custodiadas junto con el resto de las alhajas por sus herederos. En la actualidad, el corazón se conserva en la Casa-Palacio de los Marqueses de Cerverales, estrechamente vinculados desde la creación de este título a la Hermandad de San Pedro.

La segunda imagen que formaba parte del cortejo sacro era la del Señor de las Penas, que representa a Jesucristo sedente y en actitud meditabunda tras haber sido salvajemente flagelado. La Hermandad poseía una de estas representaciones desde su fundación hecha de papelón, material deleznable que tiende a deformarse con facilidad ante cualquier eventualidad adversa, fundamentalmente la humedad. A este inconveniente de tipo técnico se suma su relativa categoría artística y estética, por lo que fue sustituida en el siglo XVIII por otra tallada en madera y de gran calidad. La efigie que cita el documento es esta última, aunque se muestre el texto parco en detalles: sólo nos dice que era de madera y que llevaba tres potencias de plata y corona de espinas labrada con el mismo metal. Es una de las representaciones más populares de cuantas salieron de las manos de los imagineros andaluces del Barroco, guardando gran similitud entre ellas en cuanto a la composición, con ligerísimas variantes y que a veces aparece bajo la advocación de Cristo de la Humildad y Paciencia o como Cristo de las Penas, que es el que ostenta el de la Hermandad de San Pedro. Por lo general, representa el momento inmediatamente posterior a la flagelación de Jesús, desnudo y sentado sobre un escabel junto a la columna, conservando alrededor de su cuello las cuerdas con las que fue atado, mientras que la cabeza se apoya unas veces sobre una mano, bien en la palma, bien en el dorso, otras sobre las dos entrelazadas. Suele llevar la corona de espinas, poco antes de que Pilato lo presente al pueblo diciendo: “Ecce Homo”.

La Hermandad del Dulce Nombre de nuestra localidad conserva una análoga, en cuyo interior se descubrió hace pocos años una inscripción que remitía su realización al escultor antequerano Diego Márquez en 1772, prolífico autor de numerosas obras repartidas por casi todos los templos ostipenses durante el siglo XVIII. La de San Pedro que cita el documento es la que se encuentra actualmente en un retablo junto al púlpito de la Iglesia de Ntra. Sra. del Carmen, pues está tallada en madera y tiene igualmente tres potencias de plata, aunque la corona de espinas argéntea original se ha perdido y ha sido sustituida por otra más humilde. Es de gran calidad artística, guardando buenas proporciones anatómicas y presenta la particularidad con respeto a otras afines, de que en la mano izquierda sostiene la caña a guisa de cetro real que le dieron los guardias romanos en son de burla. Sobre el dorso de la otra mano apoya la mejilla, acentuando su semblante melancólico.

La razón de que el Señor de las Penas no se encuentre en su sede de Ntra. Sra. de la Asunción y sí, en cambio, en la Iglesia de Ntra. Sra. del Carmen se debe a la donación de la imagen a este templo efectuada por D. Rodrigo de Melgar, aquel clérigo que la custodió a su casa cuando sobrevino la crisis sobre la Hermandad en 1750. Paradojas de la vida, este dato lo obtenemos precisamente del inventario que la Hermandad del Carmen y Cofradía del Corpus Christi ejecuta para este mismo expediente en el que consta el de San Pedro; reza textualmente que en el panteón del Carmen se encuentra un “armazón enque estaba el Sr. de las penas en casa del Sr. Melgar”.

Volviendo al documento, añade que el Señor de las Penas ostentaba dos cordones trenzados con hilo de oro, que al presente aún conserva, alrededor del cuello de Nuestro Señor, como hemos visto en otros cristos en el trance de la flagelación. Para la procesión iba sobre unas andas de madera doradas. Todos estos bienes y los que siguen habían sido costeados por la Hermandad.

Continúa el inventario con la efigie de San Pedro, al que se le cita como Señor San Pedro de penitencia. Todo lo que concierne a los orígenes de esta imagen se halla cubierto por un halo de misterio, pues no se conoce su autor, ni su lugar de procedencia ni siquiera cómo y cuándo llegó a Estepa, si es que vino de fuera. Según la leyenda fue traída de Italia, algunos dicen que por el Vicario Bejarano, insinuación que se ha convertido prácticamente en una afirmación, sin más argumento que sus rasgos estilísticos, próximos al manierismo, esto es, hacia la segunda mitad del siglo XVI.

Siendo hasta la fecha poco probable concretar su lugar de origen , es posible sin embargo rebatir sus orígenes italianos, en primer lugar porque en la escultura italiana el empleo de la madera es muy escaso, prefiriéndose otros materiales como el bronce y sobre todo la piedra, como el famoso mármol de Carrara; en segundo lugar, ateniéndonos a su hechura, la imagen de San Pedro es una imagen de cuerpo entero pero de vestir, por lo que el cuerpo no está trabajando, sino simplemente esbozado, como mero nexo de unión de las manos, cabeza y pies, estos sí, primorosamente entallados, pues son las únicas partes del cuerpo que se ven, quedando el resto cubierto por los ropajes. Es, por tanto, una imagen de candelero. La escultura italiana, pensemos sólo en Miguel Ángel, siente especial predilección por el estudio anatómico y es poco probable que elaborara una efigie como esta de San Pedro. Por el contrario, el empleo de la madera en escultura es de gran profusión en la España barroca, pensadas para ser exhibidas por las calles. Las últimas investigaciones vinculan estrechamente nuestro San Pedro al ámbito escultórico de Pedro de Mena y sus seguidores, lo cual supondría de ser cierto, retrasar la data de su ejecución hasta mediados del siglo XVII, en pleno Barroco. En cualquier caso, sus orígenes siguen siendo un enigma y el debate continúa abierto.

Al igual que la Virgen de los Dolores, la imagen de San Pedro tenía dos atuendos, uno de ordinario y otro para la procesión. Las primera indumentaria era una túnica de damasco azul, que iba guarnecido con un ribete de plata fino, una capa de tercianela de color pajizo orlada por un galón de oro falso. Iba ceñido con un cíngulo de colonia ancha y collareja. El Miércoles Santo llevaba una túnica azul confeccionada con tela de oro, también ribeteada con un galón de oro fino. La capa era de la misma tela que la túnica, pero de color rojo, con su correspondiente galón áureo. Completaban la indumentaria un cíngulo de colonia ancha afelpada y otra collareja.

Como puede comprobarse, San Pedro ya lucía los colores con los que se viste hoy día y que constituyen una de las señas de identidad de la Hermandad. El padre Ribadeneira describe en una obra suya el aspecto físico de San Pedro basándose en el presunto “retrato” que el papa San Silvestre enseñó al emperador Constantino, junto a otro de San Pablo. Francisco Pacheco se inspira en esta descripción y en su Arte de la Pintura, indica como debe representarse la indumentaria de San Pedro “ha de tener color azul, ceñido, y el manto anaranjado o de color ocre (…)”. De esta forma aparece vestido San Pedro en numerosos retratos, con ligeras variantes en los tonos de la túnica que puede ser de un gris azulado claro, añil o azul oscuro, y del manto, ocre o anaranjado. Ejemplos tenemos de Velázquez, Murillo o Zurbarán, por nombrar sólo a los pintores más eminentes del Siglo de Oro español. La indumentaria de nuestro San Pedro sustituye el manto por una capa y en cuanto al tinte, la ropa de ordinario parece ajustarse más a este patrón, con la capa pajiza, cercana al ocre que estipulaba Pacheco. Probablemente, la Hermandad eligió para la procesión el color rojo por ser más llamativo y a la postre es el que ha trascendido en el tiempo.

San Pedro hacía su recorrido la tarde del Miércoles Santo sobre un trono, tal como lo denomina el inventario, tallado en madera y tan reciente que se hallaba aún sin dorar. Junto a San Pedro se ubicaba una columna sobre la que se posaba el gallo cuyo canto hiriente provocó las lágrimas de arrepentimiento del Apóstol. No menciona si el gallo era disecado o si se trataba de una pequeña escultura. El gallo sobre una columna o pilar acompañando al Santo, o entre éste y Cristo, es una representación iconográfica empleada con frecuencia ya desde los primeros siglos de la Iglesia, especialmente en sarcófagos paleocristianos. Aún en el siglo XVII se conservaba en la basílica Lateranense una columna de pórfido con un gallo de bronce encima, que era creída por algunos la misma desde la que el gallo del Evangelio había cantado para dolor de Pedro. Durante el Renacimiento, se difundió la imagen de San Pedro arrodillado frente a Cristo atado a la columna y con el gallo sobre ella o en una ménsula que se apoya en la pilastra, a partir de una obra de Pedro Romana, discípulo de Alejo Fernández. Se buscaba un mayor efecto dramático uniendo ambos episodios, el de la flagelación del Señor y el del arrepentimiento de San Pedro. En obras similares posteriores la figura del gallo sobre la columna fue desapareciendo, hasta que Juan del Castillo pinta hacia 1630-40 una nueva versión en la que Cristo aparecía atado a una columna baja de forma abalaustrada, al parecer inspirada en la pilastra que se venera en la iglesia romana de Santa Práxedes, considerada como la “verdadera” en la que Jesús fue azotado; la llevó a Roma el cardenal Colonna en 1223. Sobre esta columna baja volvió a aparecer el gallo en algunas obras pictóricas y escultóricas. En el paso de San Pedro, además de remedar esta iconografía, la columna tendría la función práctica de dar más realce al gallo.


El inventario declara que entre los enseres poseía la congregación dieciocho horquillas de hierro cuyas astas eran de madera para llevar los pasos, quizás repartidos en seis por cada uno de ellos, aunque esto no es posible asegurarlo con total certeza. Más aún teniendo en cuenta que para abrir la comitiva, la Hermandad contaba con una Santa Cruz que iba sobre unas parihuelas lignarias, si bien podían ser lo suficientemente livianas como para no necesitar las horquillas. Esta humilde Santa Cruz es el antecedente de las lujosas cruces de guía contemporáneas, no obstante la hermandad conserva entre sus bienes patrimoniales una antigua cruz de guía, de la primera mitad del siglo XX, que era transportada por medio de una carretilla.

Tras la enumeración de las imágenes y sus correspondientes aderezos, prosigue el inventario con las insignias y otros enseres utilizados para la procesión. Tras la Santa Cruz aludida, doce hermanos llevaban sendos bastones de madera con el escudo de la Hermandad de hierro, arropando al Hermano mayor quién a su vez blandía un cetro de madera. Estos debían ser seguramente los que componían el cabildo o junta de gobierno de la Hermandad. Otros hermanos enarbolaban dieciséis banderas, catorce de ellas de tafetán en color morado, con las astas de madera y rejoncillos de hierro y otras dos, de mayor tamaño, con las insignias del Sr. San Pedro. Asimismo, iba un palio de damasco morado con cenefa de terciopelo del mismo color y flecos de hilo de oro y seda, con seis varas de madera, pieza antes muy usada en las procesiones hoy prácticamente desaparecida. Termina el inventario en lo concerniente a la procesión con el acompañamiento “musical”, si se le puede llamar así: una campanilla de metal y, siguiendo la costumbre de entonces, una trompeta de latón iba anunciando el cortejo. La Hermandad proporcionaba la túnica para el trompetero.

Bibliografía:
La Hermandad de San Pedro en la Semana Santa del Barroco. José Javier Mateos Llamas. Lº Aniversario de la reorganización de la Hermandad de San Pedro, Estepa. 2003

7/6/13

LA OBRA PÍA DEL PECADO MORTAL


En el siglo XVIII entra a formar parte de la historia de San Pedro una institución religiosa dedicada a pedir limosnas para fines caritativos y de culto. Es la llamada “Obra Pía del Pecado Mortal”, institución que existía desde tiempo atrás agregada a una cofradía titulada de Viacrucis, sita en la ermita de la Veracruz y al frente de la obra pía estaban tres personas que recogía limosna todos los viernes para aplicarla en misas de memoria de los que estaban en pecado mortal, tocando una campanilla y diciendo “para hacer bien y decir misas por la conversión de los que están en pecado mortal”. Luego, al extinguirse la cofradía un presbítero se hizo cargo de la demanda. Desde 1798 era de nuevo tres personas, no naturales de Estepa, las que llevaban a cabo la demanda, pero habían surgido desavenencias entre ellos. Al no haber quién se dedicara a esta piadosa labor, la Hermandad de San Pedro quiso incluirla en sus Ordenanzas y de este modo obtener la aprobación real.

Lo curioso es que la Hermandad de San Pedro, según se desprende de sus Ordenanzas, ejercía la célebre Obra Pía del siguiente modo: se solicita a los hermanos que todos los viernes por la noche pidan por la Obra Pía. Eran ocho hermanos elegidos por el Hermano mayor que iban por parejas recorriendo los barrios: de Mesones a Veracruz y de Mesones a Santa Ana. Podían salir a la hora que quieran pero en invierno, a partir del día de Todos los Santos, no deberán hacerlo después de las nueve de la noche, hasta finales de abril y en verano después de las diez de la noche. Para pedir la limosna debían hacerlo en voz sonora y pausada, compasiva e inteligible tocando campanillas y pregonando: “para hacer bien y decir misas para la conversión de los que están en pecado mortal, por amor de Dios.”

La Venerable Orden Tercera de los Siervos de Nuestra Señora de los Dolores (Servitas) se funda en Estepa en la misma capilla donde tenía su sede la Hermandad de San Pedro. A finales del XVIII, el Vicario D. Manuel Bejarano y Fonseca fomentará el culto a la Santísima Virgen en su advocación de los Dolores y fundará la Orden Tercera de los Siervos de Nuestra Señora de los Dolores (Servitas), contando así ampliamente con el respaldo de la Vicaría de Estepa. La Orden Tercera se fundó en la misma capilla donde tenía su sede la Hermandad de San Pedro y desearon controlar la “Obra Pía del Pecado Mortal”, que era una institución religiosa dedicada a pedir limosnas para fines caritativos y cultos, e incluso deseaban absorber a la Hermandad de San Pedro. Esto produjo un pleito que comienza en 1765 pero que no se resolverá hasta principios del XIX. A principios de 1800, desde la audiencia de Sevilla, se dictamina que el citado contencioso entre las dos hermandades se resuelva con la unificación de ambas hermandades en una sola.
A medida que pasa el tiempo, se aprecia un descenso de los ingresos con la consecuente decadencia de la congregación, llevándose a cabo disposiciones para suprimir gastos: no llevar linternas en las noches claras para hacer la demanda de la Obra Pía, no sobrepasar las cantidades invertidas en cera, supresión de misas cantadas los viernes, excepto los días de San Felipe Benicio y Santa Juliana de Falconeri, patrones del Orden.

Fuente:
-La Hermandad de San Pedro en la Semana Santa del Barroco. José Javier Mateos Llamas. Lº Aniversario de la reorganización de la Hermandad de San Pedro, Estepa. 2003
-Un conflicto entre la Hermandad de San Pedro y la Venerable Orden Tercera de Servitas por la agregación de la Obra Pía del Pecado Mortal. Caballero Páez, M. Actas de las IV Jornadas sobre Historia de Estepa. Ed: Ayto de Estepa, 2000
-Origen y vicisitudes de una corporación ostipense: el Venerable Orden Tercero de Servitas con la Agregación de la Obra Pía del Pecado Mortal. Martínez Amores, J.C. Actas de las I Jornada sobre Historia de Estepa. Ed: Ayto de Estepa, 1994

6/6/13

LA VINCULACIÓN DE SAN PEDRO CON LA ASUNCIÓN


Desde su fundación hacia 1674, la Hermandad de las Lágrimas de San Pedro se encuentra subordinada a la cofradía de la Asunción, la más antigua y prestigiosa de la villa. Esta situación se manifiesta en una serie de condiciones que se le exige a la hermandad de San Pedro y que se convierte en el primero de los escasos testimonios que nos ha llegado sobre cómo se organizaba la procesión de San Pedro: la cofradía de la Asunción preside con su estandarte la procesión de San Pedro la tarde del Miércoles Santo y salen los cofrades con sus túnicas, sombreros y bastones en el lugar que los alcaldes han determinado previamente, mientras que los hermanos van con capirotes cubriendo sus rostros; los cofrades que los deseasen habían de ser admitidos como hermanos de San Pedro “aunque esté el número de la Hermandad cumplido”. Como contrapartida, la cofradía les cedía para la procesión una imagen de Nuestra Señora y otra del Santo Cristo de la Columna (de las Penas), cuyos arreglos y aderezos debían costear la hermandad aunque seguían siendo propiedad de la cofradía de la Asunción. Todos los gastos – sacar la procesión a la calle, la Parroquia, predicador, etc. – corrían a cargo de la Hermandad de San Pedro.

Corría el año 1695, cuando la Hermandad de San Pedro consigue erigir una capilla con la donación importante de los terrenos por parte del devoto Juan Miguel Chincoa y que es la que actualmente posee. Se pudo hacer por un otorgamiento mediante el que la cofradía de la Asunción da licencia a la hermandad para que en la Iglesia “en un arco de ella que mira al poniente continuo al arco toral pudiera hacer a su costa una capilla para sus imágenes: Cristo de las Penas y San Pedro”. Se deduce de este párrafo que el Cristo de las Penas había pasado definitivamente a la Hermandad de San Pedro y que sería seguramente la que se halla hoy día en la misma capilla, aunque en la centuria siguiente, la Hermandad adquiere otra talla bajo la misma advocación y que es la que se encuentra en un altar de la Iglesia del Carmen, aunque en la actualidad sigue perteneciendo a la Hermandad de San Pedro. También, con el tiempo, la Virgen pasaría a formar parte de su patrimonio. En dicha capilla podrían colocar sus insignias y estandartes.

El siglo XVIII se inicia con una primera fase marcada por el auge del Barroco y la proliferación de las cofradías, en las que el titular aparece con el nombre de Dulce Señor San Pedro. Son años de crecimiento y desarrollo de la cofradía, al mismo tiempo que iba tomando cuerpo, iniciando así su desvinculación con la cofradía de la Asunción del mismo templo.

Sin embargo, la hermandad no será ajena a la crisis de segunda mitad de siglo, donde se verá obligada incluso a depositar sus imágenes en domicilios particulares y a pedir limosnas para su mantenimiento, reduciendo de este modo el número de censos y misas que llevaba a cabo. Así, en 1750 la imagen de San Pedro pasó al domicilio de doña Juana Cabezas, el Cristo de las Penas a la casa del clérigo don Rodrigo de Melgar y la Virgen de los Dolores fue custodiada por don Manuel Bejarano y Fonseca, que fue Vicario de la villa entre 1738 y 1777. Dicho Vicario se ocupó entonces de acondicionar la capilla, que amenazaba ruina, con jaspes y retablos y después erigió el Orden Tercero de Servitas de Nuestra Señora de los Dolores en 1768, sacando en procesión las tres imágenes, haciéndose de facto con la capilla, aunque permitía a la Hermandad de San Pedro realizar las ceremonias que fueran necesarias.

En 1799 la Hermandad de San Pedro sufrirá un duro pleito con la Orden Tercera Servita por controlar la “Obra Pía del Pecado Mortal”. Los Servitas señalaron incluso que las imágenes no eran de la Hermandad, en todo caso, sólo la de San Pedro, hallándose allí las otras “por casualidad”. Se resolvió en 1800 con la unificación de ambas. Destaca que en este momento tan complicado para la cofradía, la Hermandad de la Asunción no actuara ni a favor ni en contra, síntoma de que ya se había olvidado por completo el acta fundacional de la Hermandad de San Pedro en 1674.


Bibliografía:

-La Hermandad de San Pedro en la Semana Santa del Barroco. José Javier Mateos Llamas. Lº Aniversario de la reorganización de la Hermandad de San Pedro, Estepa. 2003
-El origen fundacional de la Hermandad de San Pedro de Estepa, I. Caballero Páez, Moisés. Boletín San Pedro, 2018.
-El origen fundacional de la Hermandad de San Pedro de Estepa, II. Caballero Páez, M. Boletín San Pedro, 2019.

4/6/13

LA HERMANDAD DE LÁGRIMAS DE SAN PEDRO

Los primeros datos que conocemos acerca de esta cofradía se recogen en una escritura notarial de fecha 31 de diciembre de 1674, cuyo encabezamiento es “Establecimiento de la hermandad de lágrimas de Sr. San Pedro, que ha de salir de la Iglesia y hospital de Ntra. Sra. de la Asunción”. A continuación se dice:

“Y dijeron que (…) para honra y gloria de Dios Nuestro Señor, de su bendita Madre y bienaventurado apóstol Sr. San Pedro, príncipe de la Iglesia, han establecido el formar dicha hermandad, para sacar una procesión el miércoles santo por la tarde este presente año y los demás que se siguieren, la cual ha de salir de la iglesia y hospital de Nuestra Sra. de la Asunción de esta villa, para la cual ha precedido licencia jurídica del Sr. Dr. D. Gerónimo de Rivera, Vicario General y Juez Eclesiástico Ordinario de esta villa de Estepa y sus anexos por Autoridad Apostólica, y consentimiento y permisión de la dicha cofradía de Nuestra Señora, y se ha conformado la dicha cofradía y hermandad a sacar la dicha procesión el dicho día miércoles santo de este dicho año y de los siguientes con las calidades y condiciones que se siguen…”

1. Es una hermandad que nace con el apoyo de otra cofradía, la de Ntra. Sra. de la Asunción, entonces muy pujante, la cual va a aportar las imágenes y estandarte para la procesión, además de permitir fijar su sede en la ermita de la Asunción; a cambio, esta cofradía impondrá una serie de privilegios a la hermandad naciente.

2. De los hermanos fundadores que se citan, ninguno de ellos es clérigo, por lo que, en principio, no existe relación entre esta hermandad y la de San Pedro de sacerdotes.

3. En esta escritura aparecen muchos datos descriptivos de la cofradía que se han mantenido con el tiempo; así, en ella se habla de estandartes, capirotes, capas, demandantes…; a destacar también como se fija para la realizar la estación de penitencia el Miércoles Santo por la tarde.

4. La cofradía tiene la pertinente licencia para su erección otorgada por el Vicario D. Gerónimo de Ribera; este prelado fue quien bendijo las obras de la nueva ermita de la Asunción, el 10 de agosto de 1652, y allí fue enterrado el 4 de mayo de 1685.

5. En cuanto a las imágenes titulares de la hermandad, se mencionan dos en el documento; por un lado, “una imagen de Nuestra Señora, vestida a su costa” lo cual nos lleva a pensar en una talla de vestir, aunque desconocemos bajo que advocación ni qué talla sea ésta; por otro, “la imagen del Santo Cristo de la Columna”, que bien podría ser el llamado Cristo de las Penas, el cual actualmente se venera en el altar de los Dolores de dicha ermita y que se acompaña de una columna. Sin embargo, no se menciona la imagen de San Pedro. Puede ser que en los primeros años procesionara sin la imagen titular del Santo, en cuyo caso la fecha de ejecución de la imagen de San Pedro estaría en torno a 1674 y 1688, fecha en la que procesiona por primera vez, según una anotación en la Libro de Defunciones de la parroquia de Santa María, desde la ermita de la Vera Cruz por encontrarse su sede en obras.


Por una escritura de 1695, sabemos que la cofradía de la Asunción hace donación a esta hermandad, con fecha 12 de abril de ese año, de un sitio para poder labrar su capilla en dicha ermita de la Asunción; poco después, ante la estrechez del sitio, se amplía éste, cediendo para ello parte del patio de su casa D. Juan Miguel Chincoa, hermano de dicha cofradía, terreno que lindaba con el cedido a la hermandad. En 1709 continúan las obras de la capilla y es de destacar que la imagen del titular no se encontrase en el templo.

A partir de 1716 y hasta finales de 1754 se llevan a cabo las reformas de la ermita donde se construiría el camarín, el retablo mayor y su dorado, el estofado de la iglesia, portada de piedra y campanario, etc. Consta documentalmente que la hermandad de San Pedro contribuyó con 100 reales a sufragar el coste del púlpito de la iglesia.
Por estos mismos años (1753-56), el Vicario D. Manuel Bejarano reedificó y adecentó a su costa la capilla de la hermandad, labrando sepulcro para él y sus herederos, un poco más adelante (1765) fundó allí una cofradía del orden tercero de la Virgen de los Dolores, a la que el Vicario profesaba gran devoción.

La última referencia documental importante referida a esta hermandad de San Pedro que conocemos data de 1791 y es una relación “de todos los bienes y efectos pertenecientes a dicha hermandad”. Entre los bienes de propiedad de la hermandad, se relacionan los siguientes:

-Una imagen de Ntra. Sra. de los Dolores “colocada en su capilla y tiene para su adorno un manto (…), una estola (…), un corazón de plata sobredorada (…) y una toalla (…) todo costeado por esta hermandad.”

-Una imagen del Señor de las Penas de madera, con tres potencias de plata y corona de espinas de lo mismo.

-Una efigie de Señor San Pedro de penitencia, “con una túnica de damasco azul (…) una capa de tercianela pajiza (…) y un cíngulo (…)”.

-Un trono “nuevamente hecho, de talla sin dorar con una columna donde va el gallo, todo costeado por dicha hermandad”.

Hasta este año de 1791, puede decirse que la cofradía seguía existiendo con su configuración fundamental y realizando sus dos principales cometidos: la estación de penitencia el Miércoles Santo y el funeral de los hermanos que iban falleciendo.
En 1794 se dictaba una Real Provisión por la cual se prohibían “la hermandad de San Pedro y todas las de su clase” y para evitar su desaparición se intenta su agregación a la Obra Pía del Pecado Mortal, lo cual originó un conflicto con la V.O.T. de los Servitas que acabó en pleito, el cual se extendió al menos hasta el año 1811, año en que pasó al ministerio de Asuntos Eclesiásticos.

Fuente:

-Una aproximación a los orígenes de la hermandad de San Pedro. Jorge Alberto Jordán Fernández. Lº Aniversario de la reorganización de la Hermandad de San Pedro, Estepa. 2003

2/6/13

LA VENERABLE HERMANDAD DE SAN PEDRO DE CLÉRIGOS


La existencia de clérigos o hermandades de clérigos viene de muy antiguo. En la ciudad de Sevilla, hacia 1261, el clero parroquial se reunió en el cabildo de beneficiados o clerecía para constituir así una cofradía llamada Universidad de clérigos, dirigida por uno de ellos, el cual recibía el nombre de abad mayor. Este tipo de cofradías fue frecuente tanto en Castilla como en Andalucía; casi todas ellas bajo la advocación de San Pedro “ad Vincula”.

No sabemos cuando tuvo lugar la fundación de la cofradía estepeña de los clérigos, aunque por los datos que conocemos parece ser que fue de las más antiguas. La primera noticia que tenemos acerca de su existencia se remonta a mediados del s. XVI, cuando estaban al frente de la misma, como sus abades, dos hermanos de la fundadora de la ermita de San Juan, Juana García de Almagro; dicha ermita se fundó en 1564.

Ya en el siglo XVII, concretamente el 28 de agosto de 1620, tenemos noticia de que la cofradía, siendo abad mayor de la misma el vicario don Alonso de Benjumea, concierta con el escultor sevillano Lázaro Pérez Castellanos la realización de la imagen sedente del Príncipe de los Apóstoles con precio de 1200 reales.

Del año 1634 es un pleito apelado en la chancillería de Granada por Francisco Romero, vecino de Estepa, contra el vicario y Andrés Méndez Canto sobre la elección del abad de esta cofradía.

El 28 de mayo de 1640, estando en el convento de Santa Clara de Jesús de la villa de Estepa, el abad mayor de la cofradía, licenciado don Andrés Méndez Canto, recibió de manos del marqués de Armuña, don Francisco Centurión, varias reliquias, entre las que se encontraban el cuerpo de San Luciano, mártir de Cerdeña, y una canilla de San Restituto, asimismo mártir de Cerdeña, para ponerlas con toda decencia en una capilla, dedicada a Jesús Nazareno, que en aquel momento estaba edificando la cofradía en la parroquial de San Sebastián, para que allí recibieran culto como correspondía. Al acto asistieron como testigos el tercer marqués de Estepa, don Adán Centurión, hermano de don Francisco, y sus otros dos hermanos, don Juan y don Diego Centurión; el alférez mayor del estado de Estepa, don Diego de Alburquerque; el alférez mayor de la villa de Estepa, don Francisco Chincoa; el vicario de Estepa, don Juan Martínez de Ordás; y el corregidor de la villa, don Rodrigo Arias de Guerrero.

También en este mismo siglo, concretamente en 1651, volvemos a tener constancia de las actuaciones de esta cofradía, ahora en relación con la promoción del juramento que la villa de Estepa hizo a la Concepción Inmaculada de Nuestra Señora. El cabildo del ayuntamiento celebrado el 20 de febrero de 1651 se presentó una relación por “la hermandad del Señor San Pedro de esta villa, que se compone de todos los clérigos de orden sacro de ella” por la cual se quería votar el defender la limpieza y pureza de la Virgen, concebida sin pecado original; a dicha intención se sumó el cabildo secular. El 27 de mayo el III marqués de Estepa, D. Adán Centurión, concedió licencia al cabildo para efectuar el juramento. El juramento se realizó en la iglesia de Santa María el 21 de mayo, donde se juntaron todas las fuerzas vivas de la villa, y con ellas “la hermandad del señor San Pedro”, siendo su abad mayor Alonso de Rafadel y Córdoba.

La cofradía estaba formada por clérigos, que se juntaban en cabildo, con sede en la iglesia de Santa María, al frente de los cuales estaba un abad mayor: prácticamente se repite el mismo esquema que vimos al principio para el caso de Sevilla; también sabemos que a partir de entonces todos los miembros de la cofradía que fueran ingresando en ella debían hacer el voto concepcionista.


Una de las funciones que desempeñaba la cofradía, como casi todas ellas en general, era la asistencia de sus miembros al funeral de un hermano, portando el ataúd, y acompañando su “último viaje” con oraciones y cánticos, e incluso con hachas ardiendo durante los oficios. Este piadoso ejercicio de acompañamiento y honras fúnebres a los difuntos de la hermandad se seguirá realizando durante todo el s. XVII y buena parte del XVIII. Por unos autos del año 1703 conocemos que esta hermandad tenía desde al menos unos sesenta años antes el privilegio de realizar todos los entierros de los eclesiásticos. Por eso, no es de extrañar que las noticias que tenemos sobre la cofradía nos la proporcione el Libro 1º de Defunciones de la parroquia de Santa María, donde se anota los entierros de hermanos en 1654, 1668, 1671, 1691, 1708, 1737 y 1777. A finales de la década de los 80 del siglo XVIII empiezan a escasear las partidas donde aparezca citada la hermandad como participante en los entierros de hermanos; las últimas que encontramos son de 1787, 1788 y 1791. Parece que la hermandad pertenecía no sólo el clero de la villa sino también de otros pueblos del marquesado, como aparece en el entierro de un sacerdote en La Alameda en 1691. Además participaban en los entierros de los familiares de los clérigos.

La hermandad de San Pedro de sacerdotes continuaba existiendo en 1792, estando ese año al frente de la misma como su abad mayor el presbítero estepeño Juan Granado y con unos nuevos estatutos dictados por el vicario Pascual Fita. La hermandad se vería afectada por las disposiciones del Consejo que ordenaban la aprobación, tanto real como eclesiástica, de nuevos estatutos.

Con la entrada del s. XIX, será la Ilustre Hermandad del Santísimo Sacramento la que tomo el relevo en la realización de los entierros de sacerdotes. Otros sacerdotes dejaron disposiciones testamentarias acerca de cómo querían que fuese su funeral que recuerdan bastante a los entierros de la hermandad. 

No volverá a aparecer la hermandad de San Pedro de venerables sacerdotes hasta mediados del siglo XIX, cuando un grupo de eclesiásticos solicita al vicario de Estepa que aprobase unos nuevos estatutos de la desaparecida hermandad de San Pedro, después de más de cuarenta años de su desaparición. La hermandad parece que fue restablecida no sólo por clérigos sino también por miembros, laicos en su mayoría, de la capilla de música dependiente de la Vicaría, como así atestigua el entierro de uno de sus componentes en 1848. Sin embargo, esta aparición será efímera: el 12 de octubre de 1859 es la última partida en que tenemos constancia que vuelva a citar la hermandad.

El 27 de marzo de 1883, desaparecida ya la Victoria, fue enterrado en el cementerio de la villa el presbítero D. Joaquín Téllez de la Torre, último teniente de Vicario, con entierro de 1º clase y sin participación de la hermandad, la cual, muy probablemente, para estas fechas ya habría desaparecido. No obstante, el semanario local El Eco de Estepa recoge en junio de 1889 los cultos al San Pedro in cathedra de la Iglesia de Santa María con sermón, misa y acompañamiento de la capilla de música, lo que muestra la devoción a la imagen aunque ya sin respaldo de la venerable hermandad de sacerdotes.

De su seno surgieron dos cofradías, ambas de penitencia: una fue la hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno, de sacerdotes, y otra la cofradía de María Santísima de la Soledad, también de sacerdotes, ambas con sede en la parroquia de San Sebastián y suprimidas igualmente por el Consejo de Castilla a finales del siglo XVIII. En un documento de 1791 relativo a “la cofradía de María Santísima de la Soledad, de Señores Sacerdotes, sita en la parroquial del Sr. S. Sebastián de dicha villa” se dice lo siguiente:

“Esta devota cofradía se compone de 16 sacerdotes y sin otras constituciones que las de la hermandad llamada del Entierro de Cristo de señores seculares, a la que está agregada, y por lo mimo obligada está a enterrar solemnemente a cada uno de los 16 Señores Sacerdotes…”

Bibliografía:

-Una aproximación a los orígenes de la hermandad de San Pedro. Jorge Alberto Jordán Fernández. Lº Aniversario de la reorganización de la Hermandad de San Pedro, Estepa. 2003
-Hermandades, cofradías y otras corporaciones religiosas no penitenciales en la Estepa de la Modernidad. Jorge Alberto Jordán Fernández. Miscelánea Ostipense. Estudios sobre historia de Estepa. 2013
-A propósito de la escultura de San Pedro Sedente de la Iglesia de Santa María. Jordán Fernández, JA. Boletín San Pedro, 2021.
-Noticia de la Hermandad de San Pedro de sacerdotes en 1792. Boletín de San Pedro, 2020.
-La efímera reinstauración de la Hermandad sacerdotal de San Pedro (1848-1859). Jordán Fernández, JA. Boletín San Pedro, 2018.