12/3/16

LA LEYENDA DE LAS GOLONDRINAS


La golondrina es un animal que se asocia a la divinidad en toda nuestra geografía. Siempre se ha dicho que “las golondrinas son de Dios”, encontrando también un sentimiento de proteccionismo, sin duda asociado a este carácter divino de estas aves: "las golondrinas no se matan". Sus nidos se protegían y no se tiraban, por lo que se veían en todos los sitios, como en la iglesia. Esta conciencia popular se mantenía y se repetía a los niños cuando comenzaban a jugar con estas aves, bien tirando piedras a los nidos o con las golondrinas que caían. La tradición las protegía.

No obstante no es tan popular entre la gente el conocimiento del hecho que se las atribuye y que las encumbró a la divinidad. La tradición popular cuenta que cuando Jesucristo estaba en la cruz, un bando de golondrinas se le acercaban y le arrancaban con sus picos las espinas de la corona que perforaban y herían su frente, aliviando el sufrimiento de Jesús durante su martirio en el Monte de El Calvario. El señor las bendijo e hizo que su carne fuese amarga, y al no ser comestible, no se cazaban ni por los ateos. Así mismo, se dice que el color oscuro que llevan en el dorso, se lo pusieron las golondrinas como símbolo de luto, ante la muerte de Jesús.

Y aún menos conocida es esta bonita Leyenda Guadarrameña, que recuperó, o tal vez creó, el poeta de Cercedilla Francisco Acaso. Dice esta leyenda que la primera de las golondrinas que le quitó una espina a Jesús cuando ya estaba crucificado, salió volando con la espina en el pico y anduvo perdida, quién sabe cuánto tiempo, cruzando mares, surcando por el cielo valles y montañas, hasta que vino a caer rendida sobre la cumbre de un anónimo cerro, que desde entonces tomó su nombre. Se trata del Cerro de La Golondrina, en las inmediaciones de la madrileña localidad de Navacerrada.


El folklore popular español recoge numerosas alusiones en forma de cantares y coplillas, como esta, muy popular en la localidad de Feria, Badajoz:
En el monte Calvario/ las golondrinas / le quitaron a Cristo / las mil espinas.
Y en el ámbito madrileño, en Estremera de Tajo, es muy popular también la siguiente canción:
Ya bajan las golondrinas / con el vuelo muy sereno / a quitarle las espinas / a Jesús de Nazareno. / Ya vienen las golondrinas / con el pañuelo en la mano / pa quitarle las espinas / a Jesús de Zirizaino.

En 1952 Manuel Escamilla Cabezas se encontraba trabajando en su taller de los corralones de la calle Castellar de Sevilla. Había dejado en el patio la imagen de un Crucificado, que acababa de estucar en blanco, para que se secara. La talla se la habían encargado desde su pueblo natal, Estepa, por algunos compañeros y amigos de la nueva Hermandad del Calvario, fundada en el convento franciscano para agradecer el regreso sanos y a salvo de combatientes de la Guerra Civil. La estabilidad de la antigua imagen de papelón del Santísimo Cristo de la Salud del convento franciscano que los hermanos habían tomado como titular peligraba durante la procesión en la mañana del Jueves Santo, por lo que se decidieron a encargar una nueva talla a su paisano. El nuevo Cristo debía ser de grandes proporciones, “un Cristo grande, tan grande que cuando pasara por el Cerro se viera desde el pueblo”. Y así lo realizó Escamilla y lo dejó secar en el patio del corralón. Sin embargo, no fue la proporción del Cristo lo que llamó la atención de sus vecinos, sino que cada día dos golondrinas se posaban en su corona de espinas, recordando aquella tradición popular que contaba que estas aves le quitaron las espinas clavadas en la frente a Jesús en la cruz.