8/11/10

HISTORIA DE LA IGLESIA PARROQUIAL DE SAN SEBASTIÁN


Contemplar un templo es algo más que apropiarnos de la belleza que nos transmite un edificio. Algo más que conseguir esa tranquilidad que sólo nos da la estética. Contemplar es entablar un diálogo, intentando penetrar en las entrañas del edificio, reconstruyendo el lento paso del tiempo. Pero cada piedra, cada palmo de sus muros ocultan mil historias, mil vivencias, mil leyendas y enigmas, algunas imposibles de poder descifrar.

Erigir un edificio, más si este es religioso, llega implícito, además de alabar la grandeza del Creador, la necesidad de una comunidad de identificarse con esa construcción. Es un proceso de vanidad y a la vez de autoestima colectiva. Es también hacerse un hueco en una sociedad estamental y rígida. Perpetuarse, alcanzar la gloria de lo que hablaban los romanos, la inmortalidad mediante estas construcciones. Supone luchas sociales soterradas y sutiles para conseguir objetivos mucho más mundanos como el poder y el control físico de un espacio.

San Sebastián es eso y mucho más, es poseedora de una apasionante historia que contar, es la voluntad decidida de los habitantes del Arrabal que reclaman su papel en la historia y en la nueva ciudad que hace años había surgido, y ellos estaban diseñando. Es, en definitiva, una larga lucha del Concejo de Estepa por hacerse respetar y por conseguir su independencia, primero frente al poder eclesiástico representado por la Vicaría, después frente a la nobleza representado por el Marquesado. La historia de San Sebastián va unida de forma indisoluble a la historia del poder civil, del Concejo de la ciudad.

El templo se describe por primera vez en 1498, en las Actas de los Visitadores de la Orden de Santiago de Estepa. La existencia de la iglesia o ermita, como se le menciona indistintamente en los documentos, es por tanto anterior a 1498. Nos delata la importancia del Arrabal, como una entidad de asentamiento con necesidades religiosas, y que se estructura socialmente entorno al templo, y estos salen del recinto fortificado, es señal inequívoca que había llegado una paz permanente. La existencia de una primitiva ermita de origen confuso y de dudosa nominación, junto con otros elementos (existencia de agua, cruce de camino), sanciona simbólicamente la importancia del enclave y del asentamiento. El templo de San Sebastián se ubica en el lugar que anteriormente fue ocupado por una primitiva ermita, de menor dimensión que el templo actual, que se asentaba sobre el terreno más rocoso y estable. La traza de ambos edificios respetaba la simbología cristiana con la cabecera hacia oriente “allá donde sale el sol”. Parece ser que el altar mayor estuvo presidido por Nuestra Señora de la Cabeza, la cual podría ser la imagen titular de la antigua ermita, aunque el templo en los documentos es mencionado siempre como Iglesia de San Sebastián.

A partir de 1503 como ser recoge en las Actas de los Visitadores los habitantes del Arrabal “que ha venido en gran crecimiento”, por mediación del Concejo de la Villa demandan al Visitador que se digan Misa los domingos y fiestas de guardar en la Iglesia de San Sebastián, petición que es trasladada como mandamiento al Vicario. Este hecho nos indica que nos encontramos en el anuncio y en los preámbulos de la crónica de un largo enfrentamiento.

A partir de esta fecha los documentos recogen las desavenencias y los continuos desencuentros. Los Visitadores en las actas de 1511 reconocen de forma irónica que “… este mandamiento a risa quedo…”. Demanda no resuelta de forma satisfactoria incitando aún más a los que creen que le asiste la razón y se encuentran desplazados. Estos primeros desencuentros documentados plantean la existencia de una contradicción evidente, que tardaría siglos en resolverse.


Por un lado, el poder político y religioso, anclado en el pasado, permanece refugiado en el recinto amurallado, mientras va surgiendo paulatinamente la nueva ciudad, cuyos habitantes, a través del Concejo reclaman parcelas de poder y nuevos espacios sociales y simbólicos. En 1541, Carlos I ante la súplica del Concejo de Estepa libra provisión y sobrecartas para que en la ciudad hubiese dos parroquias, la de Santa María y la de San Sebastián. Se inicia todo un largo proceso de pleitos entre las dos parroquias y las dos parroquias por motivo de las primicias, y la división parroquial. El pleito se alarga, y el Prior de San Marcos de León ni toma carta en el asunto ni se preocupa del tema hasta el 3 de marzo de 1559, haciendo la división parroquial. Pero dado que esta no se hace efectiva se inicia un nuevo proceso de recursos del Concejo de Estepa a Felipe II (1560), ordenando éste que se cumpla la división, ante lo cual Santa María apela al Papa, siendo nombrado Juez Apostólico el Arzobispo de Sevilla, y resolviéndose el conflicto mediante un breve e Letras Apostólicas del Papa Pío IV (1559-1565). En todo este proceso hay un hecho importante como es la venta de la Encomienda a los Centurión, proceso que se inicia en febrero de 1559 y se hace efectiva en agosto del mismo año. Curiosamente la decisión del Prior de San Marcos coincide con estas fechas. Nos encontramos tras la venta de la ciudad con un tercer grupo en litigio, que posiblemente aprovecha cualquier oportunidad para mermar el poder del Vicario, que en cierta medida era una institución vinculada con la Orden de Santiago.

La declaración del templo de San Sebastián en estado de ruina en 1568, presenta una ocasión propicia para Juan Bautista Centurión, II Marqués de Estepa, que pone a disposición del Concejo de Estepa al arquitecto genovés Vicente Boyol. La intervención del Marqués, como aliado coyuntural del Concejo, es claramente una toma de partido en el viejo enfrentamiento entre la Vicaría y el Concejo. La concepción renacentista del nuevo templo de San Sebastián tiene varias lecturas llenas de contradicciones dialécticas: el carácter personal de la creación artística, los individuos hacen la historia, pero su valor era colectivo. El haber elegido un templo de estilo renacentista significa una ruptura total con las etapas anteriores tanto desde el punto de vista artístico como político. La nueva iglesia tenía un creador concreto de reconocido prestigio y un promotor. En definitiva, la ciudad tiene nuevos dueños, y estos lo quieren dejar bien claro. Aparte de ser una creación individual de un artista de San Sebastián, es el resultado de la voluntad de una comunidad. La construcción tiene un importante valor colectivo, que se pone de manifiesto en el enorme esfuerzo que tenían que hacer hombres que vivían en casuchas para levantarla y mantenerla, lo que contextualiza en su justa medida el valor de este fabuloso templo.

La construcción del nuevo templo, su proximidad a la Plaza Vieja, y la consolidación del eje urbano de la actual calle Corrientes y Nueva, con la construcción de las primeras casonas, supone la consagración de las faldas del Cerro como nuevo escenario urbano.

El hecho de que en 1802, la parroquia de San Sebastián se convierta en parroquia agregada, sometida y unida a la Sacrosanta de S. Juan de Letrán de Roma viene a confirmar la nueva realidad social, y el protagonismo del Concejo frente a los estamentos de la vieja ciudad. El Marquesado era una institución lejana y con una tutela difusa. Los marqueses desde 1740 residen en Madrid, y sólo quedaba una institución cercana con presencia física en Estepa la Vicaría.


La ocupación del Pósito como Cuartel General por las tropas napoleónicas en 1810, y los agravios que soportó la población local puso de manifiesto la debilidad de las instituciones tradicionales. Huérfana la población de instituciones que defendieran sus intereses, tuvo que organizarse para plantar cara a las tropas francesas. El Concejo de Estepa se había estado fraguando durantes estos siglos, y aunque todavía no tenía solar propio donde asentarse, no dejaba pasar ninguna ocasión para hacer valer su independencia. En 1834, cuando el coro de San Sebastián se traslada a la parte baja, el Concejo de la ciudad entra en dura polémica con Doña María Elena Centurión de Palafox Portocarreno y Silva, X Marquesa de Estepa, logrando imponer su criterio. Un año después, en 1835, después de haber deambulado durante siglos de un lugar a otro, el Concejo adquiere edificio propio, tutelando el Salón, que se convertiría en el nuevo espacio de centralidad urbana. El Concejo como institución representante del poder civil se había consolidado después de varios siglos, frente al poder eclesiástico y nobiliario. El recorrido que el actual reloj de la Villa había soportado pasando del Cerro de San Cristóbal, en donde estuvo algunos años en la torre de la iglesia de San Francisco, pasando después a la torre de la Victoria, y ubicándose definitivamente en la fachada de la Casa Consistorial, era un fiel reflejo del traslado y traspaso del poder, tanto desde el punto de vista espacial como político. Durante años, el templo de San Sebastián descuidó su aspecto. Se dejó crecer la barba, crecieron las higueras por su campanario, oculto su bella fachada dejando que los arbustos campearan a sus anchas, y ya enfermo se defendió de la lluvia con una montera de fibrocemento. Cuando se le miraba de frente, aparecía cabizbajo, humillado, a la vez que nos reprochaba su lamentable aspecto, fruto del abandono.

Hoy ha rejuvenecido, ha desalojado las molestias que le aquejaban, se ha adecentado, y el templo que ayer parecía empequeñecido, triste y gris, hoy se presenta resplandeciente, altivo orgulloso de su historia y de los habitantes de la ciudad.

San Sebastián, el renacer de un templo.
Iltmo. Ayto de Estepa

Artículos y libros de consulta:
-Memorial Ostipense, Aguilar y Cano, A. 1886. Anel, Granada, 1975
-La Iglesia Parroquial de San Sebastián en los inventarios y cuentas de fábrica desde el siglo XVII y XVIII. Díaz Fernández, E. V Jornadas sobre Historia de Estepa. Ed. Ayto de Estepa, 2002