14/10/10

FUENTEOVEJUNA EN ESTEPA


No necesita presentación la bellísima ciudad de Estepa, pues hace las delicias navideñas de medio mundo con sus mantecados y polvorones. Situada en la linde oriental de la provincia de Sevilla, derrama su blancura en un cerro coronado por iglesia y castillo y se reclina en un mar calmoso de olivos. Estepa tiene tradición religiosa, con hermosas iglesias, para dar y repetir arte, y hermandades de gran arraigo. Organiza su tiempo anual en dos ciclos bipendulares: durante los seis meses que anteceden a la Navidad se entrega a la confección y comercialización del mantecado, y suele decirse allí mismo que la gente no tiene tiempo “ni para Dios ni para su Madre”. Terminado este ciclo, se explaya la religiosidad del pueblo y entonces “en Estepa no hay más que Dios y su Made.”

Pues con Estepa tuvo que habérselas el cardenal Segura en un melodrama de órdago, con guión que recuerda al “Fuenteovejuna” de Lope de Vega. La acción en Estepa comienza con un decreto del cardenal Segura de 4 de septiembre de 1947, en el que encarga al arquitecto del monumento al corazón de Jesús en San Juan de Aznalfarache, Aurelio Gómez Millán, que se ocupe de desmontar un altar barroco que estaba en la iglesia de las Hermanas de la Cruz y de traerlo a Sevilla. El telón cae cuando Segura, a 6 de junio de 1948, publica una pastoral, titulada “Sobre un hecho lamentable de indisciplina en el pueblo de Estepa”, en la que comunica que, con fecha de 14 de mayo, ha recibido una resolución de la Congregación del Concilio, que pone fin a los incidentes.

(Cardenal Segura, Arzobispo de Sevilla desde 1937 a 1957)

El desarrollo de la acción se sigue perfectamente por un estudio, hecho a instancias del cardenal, por su vicario general, Tomás Castrillo Aguado, fechado a 24 de octubre de 1947 (once holandesas), que se conserva en el archivo seguriano de la Cartuja de Jerez de la Frontera. En su citada pastoral, Segura utiliza datos y cualificaciones de este estudio de Castrillo Aguado, muy bien elaborado. Tiene cuatro partes I: “Breve historia de la ermita” (de la que procede el retablo en cuestión). II: “Condición jurídica de la ermita”. III: “Orden de traslado de altar (dada por Segura) y hechos ocurridos con este motivo”. IV: “Actitud posterior del pueblo”.

El día 17 de enero de 1928 fue cerrada al culto, por su estado ruinoso, la antigua ermita de los Ángeles de Estepa. Por decreto de 24 de noviembre de 1931, el cardenal Ilundain mandó que dos altares barrocos y un púlpito de jaspe y mármol – buenísimos – fueran sacados de la ermita y depositados en la iglesia de las Hermanas de la Cruz, para salvarlos de la ruina. Posteriormente, en el año 1941 (Pontificado de Segura) se permitió, previo expediente canónigo (seguimos el estudio de Castrillo Aguado), derruir lo que quedaba de la ermita; fueron vendidos el solar y los materiales del derribo (en el mes de abril de aquel año) y sobre el antiguo solar se edificó una casa.

Ya en el año 1942 (Segura estaba metido en berenjenales de la casa de ejercicios y del monumento de San Juan de Aznalfarache) dio órdenes el cardenal de desmontar el púlpito: pero (seguimos a Castrillo Aguado) recibió Segura telegramas desde Estepa expresando disconformidad e invocando que el púlpito “es del patrimonio religioso y artístico de esta católica ciudad”. Segura desistió; pero ahora, en 1947, ya llovía sobre mojado. Estepa no había bajado la guardia. La acción principal se desarrolló entre los días 16 y 17 de septiembre de 1947. En todo, seguimos el informe de Castrillo Aguado. En la mañana del día 16 llegó un camión de la empresa Casana a la puerta de la iglesia de las Hermanas de la Cruz, con obreros especializados, para desmontar el retablo.

“Fuenteovejuna” tuvo segunda edición en Estepa. Así se refiere la cosa en oficio que el alcalde de Estepa cursó al Gobierno Civil de Sevilla:

Al tener los vecinos conocimiento de tal hecho acudieron en masa a la Iglesia de las Hmnas. de la Cruz, para protestar y oponerse a que aquello se realizase, y los servidores del camión, vista la actitud del vecindario, suspendieron sus trabajos y abandonaron el pueblo. Poco después nutrida representación de las diferentes clases sociales, se presentó en esta Alcaldía para protestar contra la orden de retirada de este retablo, que parece dimana de su Emcia. Rvdma. el Cardenal Arzobispo de Sevilla, y solicitando la intervención del Ayuntamiento para conseguir que sea revocada.

Hay un dato que debemos guardar para más adelante. Dice Castrillo Aguado que, según referencias de “tres testigos presenciales” (cuyos nombres calla), “la Superiora (del convento de las Hermanas de la Cruz) indicó a los obreros si no convendría abrir las puertas de la iglesia y el cancel, para que tuviesen más luz, aunque a juicio de dos de los testigos esto parecía indicar que había algo preparado y era el modo de dar entrada a la gente en la iglesia”. Cuesta trabajo admitir una connivencia de las Hermanas de la Cruz en los sucesos. Pero guardaremos este dato para más adelante: puede ser que Segura no olvide. Según estos testigos sin nombres, algunos de los asaltantes de la iglesia habrían pronunciado “frases soeces y feísimas” contra el cardenal. Y otra referencia de Castrillo Aguado: “de regreso de un funeral, una multitud considerable se dirigía a la Capilla de las Hermanas de la Cruz, y al frente de un grupo de mozalbetes un sacerdote como de unos treinta años, que iba diciendo que todo aquello se arreglaba con poner puntitas a las ruedas de los camiones”. También cuesta trabajo admitir lo del sacerdote, pues, ¿Por qué no se le identificó y se le sancionó por tal supuesto proceder? Nunca se supo más de ello.

Al tener noticia el cardenal Segura de los sucesos de Estepa ordenó a su vicario, Castrillo Aguado, que enviase al arcipreste de Estepa el siguiente telegrama:

Su Eminencia Rvdma. Previa información, declara entre dicho parroquias e iglesias todas Estepa, si por parte de autoridades, clero, religiosas, pueblo hubiese oposición traslado retablo. Hágalo saber autoridades, pueblo y demás.

El contexto da a entender que se trata de una advertencia de futuro, no de una declaración real del entredicho. Tal vez, donde se lee “declara”, debería haberse escrito “declarará”. Cosas del nerviosismo de la jornada. Pues nunca se supo que Estepa estuviese en “entredicho”.

La segunda escena de la acción del 16 de septiembre se desarrolla, en el despacho oficial del gobernador civil de Sevilla, donde es visitado por el vicario Castrillo Aguado, “al objeto de darle cuenta de los sucesos y pedir su intervención y su ayuda para que la orden del Emmo. Prelado se cumpliera”. Segura decide recurrir al brazo secular, en línea con su profesado derecho público eclesiástico. El gobernador intenta ponerse en contacto telefónico con el alcalde de Estepa, que no responde a la llamada. Castrillo Aguado vuelve con las manos vacías.

Pero continúa el relato: “A poco de haber regresado el Sr. Vicario General al Palacio Arzobispal, fue llamado con urgencia por el Gobernador Civil, comunicándole que acababa de hablar telefónicamente con el Sr. Alcalde de Estepa. Según decía el Gobernador, él mismo, a través del teléfono, había oído el volteo de campanas.” –eran las campanas de la parroquia de San Sebastián y de la ermita del Carmen, echadas a vuelo, sin dudar para celebrar la vuelta del camión a Sevilla sin llevarse el retablo – y añadía que “el Sr. Alcalde le decía que apenas sí podía comunicar con él, porque una multitud de más de dos mil almas estaba ante el Ayuntamiento, gritando en señal de protesta”. O sea, que el corregidor de Estepa también estaba con su “Fuenteovejuna”.

El brazo secular secundó la petición del cardenal Segura (no es aventurado imaginar consulta con Madrid). El relato de Castrillo Aguado cierra así: “Reiterada la orden de Su Emcia. Rvdma. con mandato de trasladar a Sevilla el retablo a toda costa, avisado por el Sr. Gobernador Civil el Capitán de la Guardia Civil de Osuna, para que concentrase fuerza en Estepa y protegiese la retirada del retablo, al día siguiente volvió a salir otro camión de la empresa constructora Agromán (la que trabajaba en el monumento), con obreros del Sr. Cardenal, algunos incluso de los que habían estado el día anterior, se desmontó definitivamente el retablo y pudo ser traído a Sevilla, custodiado el camión por la Guardia Civil, ya que habían amenazado con salir al camino y dar fuego al camión y al retablo”. El retablo fuer a parar, efectivamente, al cerro de San Juan de Aznalfarache. Había funcionado esta vez el derecho público eclesiástico de Segura. Pero el “tour de force” mantenido con Estepa lo dejó todavía más marcado de rigorismo intransigente. Ahora nos explicamos por qué rehuía aparecer en público, por este tiempo, en acontecimientos religiosos no organizados y controlados por él.

La resaca siguió. El día 19 de septiembre llegó a la Curia de Sevilla el siguiente telegrama, que Segura insertó en su citada pastoral:

Las Hermandades, cofradías y Asociaciones todas de esta ciudad (Estepa) presentaron por escrito noche ayer Arcipreste partido, dimisión irrevocable cargos directivos como protesta unánime ante orden dimanada S.E.R. desmontar y trasladar punto desconocido, retablo adquirido nuestros antepasados, imponiéndose cumplimiento esta orden fuerza pública, sin atender ni escuchar razones y quejas elementos católicos y religiosos y deseos pueblo en masa manifestados.

Segura califica a este telegrama (en su pastoral) como “irrespetuoso en la forma y en el fondo”. Leído ahora, no se aprecia en el texto del telegrama más que una actitud valiente, con recurso al derecho de dimitir. Eso sí, la cosa era muy fuerte. Y aún llegaría después a la Curia de Sevilla otro escrito, fechado en Estepa a 18 de septiembre, “con un número grande de firmas, protestando de la orden del Emmo. Prelado y suplicando su revocación”. El cardenal calificó el suceso (en su pastoral) como “la sublevación de Estepa” añadiendo que había encontrado ecos de simpatía en la vecina Osuna. Los periódicos (había censura) no relataron nada. Pero los comentarios estaban en la calle. Y, para Segura, se aceleraba su proceso de desgaste. El informe de Castrillo Aguado entra también en la cuestión jurídica, que él resuelve favorablemente para Segura. Si la antigua ermita de los Ángeles (o de la Concepción) había desaparecido (como de hecho sucedía), los bienes que le corresponderían en cuanto persona jurídica no colegial deberían pasar “a la persona moral eclesiástica inmediatamente superior”, conforme al canon 1.501 entonces vigente. Según Castrillo, ésta sería la diócesis de Sevilla, por lo que el arzobispo podría hacer de los bienes de la capilla extinguida lo que quisiera. El argumento de Castrillo (era buen canonista) no carecía de posible base jurídica, en principio.

Talones de Aquiles cojos

Pero el argumento de Castrillo cojeaba, pues el canon citado contenía excepciones que él no se planteó: “dejando siempre a salvo las voluntades de los fundadores o donantes” y “los derechos legítimamente adquiridos”. El proceder de Segura tenía, en su base, un punto débil: todo se había hecho ex abrupto, sin expediente canónigo previo. Consta que la última reedificación de la ermita, hacia el año 1740, corrió a cargo de Juan Bautista, último marqués por línea recta de los Centuriones, al obtener dispensa de impedimento para casar con una tía suya, imponiéndoseles para ello la llamada “penitencia”, consistente en este caso en construir un templo, como hicieron al reedificar la ermita de los Ángeles. Debería, pues, haberse investigado en las cláusulas fundacionales si existían “voluntades de los fundadores” para el caso de que se extinguiera la persona moral no colegial (la ermita). Esto no se hizo, al no abrirse expediente canónigo. Como tampoco se investigó sobre posibles “derechos legítimamente adquiridos” por la iglesia de las Hermanas de la Cruz, por la vía del derecho de accesión de bienes muebles, a la luz de los artículos 375 y siguientes del Código Civil español, teniendo en cuenta la “canonización” del derecho civil positivo vigente en cada país, que se contenía en el párrafo primero del canon 1.499 entonces vigente. La fata de expediente canónigo era el talón de Aquiles jurídicamente débil del proceder de Segura en este asunto, aunque Castrillo Aguado pasase por este asunto como gato por ascuas.

Aparte de ello, estaba también cojo otro talón de Aquiles en el aspecto humano, moral y pastoral: el no haber oído, antes de proceder tan bruscamente, a las instituciones representativas, canónigas y civiles de la ciudad de Estepa, sobre todo teniendo en cuenta la marcha atrás que tuvo que dar el mismo cardenal Segura en el año 1942, cuando pretendió llevarse el púlpito procedente de la misma ermita, que también estaba en la iglesia de las Hermanas de la Cruz de Estepa.

El largo silencio de Segura

Desde los días 16-17 de septiembre de 1947 hasta el 6 de junio de 1948, fecha en el que el cardenal Segura publica su pastoral Sobre un hecho lamentable de indisciplina en el pueblo de Estepa, han transcurrido casi nueve meses de silencio por parte del prelado hispalense. Éste calla, porque ha buscado el paraguas de Roma. El informe de Castrillo Aguado, de 24 de octubre de 1947, ha sido enviado por el cardenal Segura a la Congregación del Concilio como justificante de su proceder en el asunto. En su citada pastoral el cardenal inserta una comunicación de dicha Congregación, que dice haber recibido con fecha del 14 de mayo de 1948:

Ha llegado a conocimiento de esta Sagrada Congregación que los fieles de Estepa, ignorando los derechos de la Iglesia y los deberes de filial obsequio a las decisiones de su pastor, han opuesto resistencia, en el pasado mes de septiembre, al traslado a Sevilla de dos altares y un púlpito, que en otro tiempo pertenecieron a la antigua y destruida iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, de la sobredicha ciudad, profiriendo insultos y amenazas contra los ejecutores de las decisiones de V. Emcia. Reverendísima y contra su misma persona.

Hay aquí una variante nueva: ya no se habla de un retablo (cuyo traslado provocó los incidentes de septiembre de 1947), sino de “dos altares y un púlpito”. Ello permite descubrir que Segura, en el ínterin, ha consumado su proyecto de llevarse los dos altares y el púlpito que estaban en la iglesia de las Hermanas de la Cruz (ya sin incidentes), y que así lo ha comunicado a la Congregación del Concilio, pues de otra manera no se explica la referencia plural de la Congregación. De hecho, las tres cosas fueron a parar a San Juan de Aznalfarache. Prosigue la comunicación romana:

Esta Sagrada Congregación deplorando vivamente la actitud de cuantos tomaron parte en los desórdenes [...] espera confiadamente que los fieles y las Autoridades de Estepa habrán dado ya inmediatamente reparación a los insultos y ofensas, con actos de filial obsequio y sumisión, a las decisiones de su padre y Pastor, único tutor responsable, según establece los sagrados cánones, de los bienes eclesiásticos diocesanos.

La comunicación de la Congregación del Concilio es un ejemplo de diplomacia vaticana. Se ha dejado pasar unos meses para que baje la temperatura. No dispone nada sobre sanciones o reparaciones, sino que se limita a “esperar confiadamente” a que las aguas hayan vuelto por sí solas a su cauce. Y, en cuanto a la potestad del obispo de disponer sobre bienes de personas morales distintas a la diócesis, se limita a recordar que el obispo es sólo “tutor”, no dueño absoluto, y eso “conforme a los sagrados cánones”.

Caía así el talón de “Fuenteovejuna” en Estepa. Pero, sin duda, se levantaba otro talón en Roma sobre las maneras del cardenal Segura en Sevilla. El desgaste sigue.

Antes de irse Segura de vacaciones, en aquel verano de 1948, dejó publicada una pastoral (de 8 de julio), Conteniendo algunas advertencias pastorales para la época de verano, que se cierran en dos: prohibición de asistir a “revistas teatrales”, con varapalo especial para “La Blanca Doble”, y requeteprohibición de los “bailes modernos” que se cierran en dos: prohibición también de asistir a “revistas”.

Fue fama en Sevilla que la machacona condena de “La Blanca Doble” por el cardenal Segura fue la mejor publicidad que se le hizo; como sucediera también con la película “La Fe”. Tiene tanta demanda la película, que se anuncia en los periódicos su reposición para septiembre. Y El Correo de Andalucía, diario católico del que la mitra de Sevilla conservaba mayoría de acciones, no se corta en hacer publicidad pagada a “La Blanca Doble”. Como para subirle ambas cosas la nerviosera a Pedro Segura, que cada vez se siente más desarbolado ante la opinión pública.

Del libro:

Pedro Segura. Un cardenal de fronteras. Francisco Gil Delgado. BAC, Madrid, 2001

-Retablos y púlpito de la Iglesia de la Concepción, situados en la Iglesia de las Hermanas de la Cruz.