8/11/10
ARRABAL DE SAN SEBASTIÁN
La primera noticia del arrabal estepeño, innominado y falto de localización, la tenemos en 1461 cuando sufre un saqueo por parte del príncipe heredero de Granada Muley Alohasen. Esto nos indica que la población se asienta en las faldas del Cerro, a pesar de la seguridad precaria que suponía vivir fuera de la muralla, y de la proximidad aún de la frontera. Por aquellas fechas Antequera y su vega permanecía bajo control musulmán. La conquista de Archidona (1468), y posteriormente de Granada (1492) alejó definitivamente el peligro al dejar Estepa de ser enclave fronterizo, lo que permitió que se consolidaran los distintos arrabales, la ciudad nueva, mientras la Villa intramuros se iba despoblando. El surgimiento de los arrabales era un hecho revelador de cual sería el futuro de la fortificación, de la Villa Vieja: una lenta agonía. Posiblemente el Arrabal de la calle Ancha sea fundamentalmente una mera prolongación natural de la Villa intramuros, que por su proximidad cubría las necesidades de dependencia funcional y a su vez garantizaba seguridad a sus moradores. Pero también se dan las circunstancias que concitaron la génesis del resto de los arrabales estepeños: encrucijada de caminos, proximidad del agua, y la existencia de un lugar de culto. Nos encontramos en un importante nudo de convergencia de ramales de caminos que nos conducen a la villa: la prolongación del camino de Gilena, los dos caminos de Écija, los cuales se encuentran con los de Puente Genil, Casariche y Herrera. Aunque no tenemos noticia de la existencia de una fuente de uso público de importante caudal para un abastecimiento colectivo, la zona debido a las condiciones geológicas y edáficas es propicia a la presencia de abundantes “ojos” (manantiales), que cubrirían las necesidades de las distintas familias. Estas circunstancias junto a la existencia de una primera ermita, de origen confuso y de dudosa nominación, sancionan la importancia del enclave.
San Sebastián, el renacer de un templo.
Iltmo. Ayto de Estepa