17/6/17

COFRADÍA Y HERMANDAD DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO


Con el fin de que nunca cese el culto a la fe, amor y agradecimiento a Cristo, presente en la Eucaristía, nacen las Cofradías del Santísimo Sacramento, que “se desarrollan antes, incluso, que la festividad del Corpus Christi. La de los penitentes grises, en Avignon se inicia en 1226, con el fin de reparar los sacrilegios de los albigenses; y sin duda no es la primera” (Bertaud 1632). Con unos u otros nombres y modalidades, las Cofradías eucarísticas se extienden ya a fin del siglo XIII por la mayor parte de Europa. Estas cofradías aseguran la adoración eucarística, la reparación por las ofensas y desprecios contra el Sacramento, el acompañamiento del Sacramento cuando es llevado a los enfermos o en procesión, el cuidado de los altares y capillas del Santísimo, etc.

Las Cofradías del Santísimo Sacramento, fundadas en Alemania y Francia en el transcurso de los siglos XIV y XV, tuvieron como misión difundir el culto de la Eucaristía, siendo los frailes franciscanos los que fomentaron su creación.

Existe noticia de que en el año 1538 el fraile dominico Tommasso Stella erigió una cofradía de estas características en la Iglesia de Santa María della Minerva, en Roma, vulgarmente conocida como «Cofradía de la Minerva», que sería aprobada un año después por bula del papa Pablo III, para que sirviera de modelo a las que fueran surgiendo, concediendo a todas especiales indulgencias. Entre los fines principales de sus miembros figuraban el acompañar el Viático a los moribundos con cirios encendidos; asistir a una misa y procesión por el claustro o interior de la iglesia con el Santísimo, generalmente los terceros domingos de cada mes (de ahí el nombre de Minerva con el que se denominaba a dicha procesión mensual); participar y dar esplendor a la fiesta del Corpus Christi; preparar para la comunión a los cofrades enfermos y recitar algunas oraciones.

Todas estas hermandades, centradas en la Eucaristía, son agregadas en una archicofradía del Santísimo Sacramento por Paulo III en la Bula “Dominus noster Jesus Cristus”, en 1539, y tienen un influjo muy grande y benéfico en la vida espiritual del pueblo cristiano.

El Concilio de Trento (1560) propiciaría un particular culto a la Eucaristía, momento a partir del cual este tipo de cofradías se iría difundiendo por diferentes países, entre ellos España, a lo largo del siglo XVI y siguientes.

La Cofradía del Santísimo Sacramento de Estepa existía ya hacia 1594, fecha en que celebró un cabildo para elegir a sus oficiales según se conserva en un libro de cuentas conservado. El siguiente cabildo de elecciones de que tenemos constancia se celebró en 4 de junio de 1600 y un año después el vicario don Pedro de Tallada pasó revista de las cuentas de la cofradía al tesorero de la hermandad, un presbítero de nombre Cristóbal, correspondientes al período 1597-1600.

Por unos autos del año 1689 sustanciados ante el vicario don Lorenzo de Andújar, sabemos que la cofradía estaba establecida en “las parroquias” de esta villa, lo que da a entender que quizás fuera única para ambas parroquias, tanto en Santa María como en San Sebastián. También sabemos que de tiempo inmemorial participaba con sus guiones en la procesión del Corpus yendo inmediatos al palio, en medio del clero; el auto del vicario les señalaba un nuevo sitio en dicha procesión, a los lados colaterales de la cruz mayor (…) delante de la comunidad, cosa que no pareció ser del agrado de los cofrades.


La cofradía estaba agregada a la homónima erigida en la iglesia de Santa María de la Minerva de Roma, como consta en la Secretaría de la Sagrada Congregación de Indulgencias, según copia autorizada de 10 de septiembre de 1777 y pase de la Comisaría General de la Cruzada. Otra cofradía estepeña estaba unida también a la Cofradía Sacramental de la iglesia de Santa María de la Minerva de Roma. Se trata de la hermandad del Dulce Nombre, unida a esta desde 1621, por lo que ostenta el carácter sacramental.

La Hermandad del Santísimo Sacramento poseía una capilla propia en la Iglesia de San Sebastián, sabiéndose que posteriormente se vendió y se dedicó a la Santísima Trinidad, realizando Julián de Villar hacia 1782 la solería de la misma.

La cofradía no debió verse afectada por la reforma de las ordenanzas de finales del siglo XVIII. Iniciadas en tiempos de Carlos III, no se efectuaron en Estepa hasta 1791, cuando el Consejo solicitó al Alcaide y al Vicario la supresión de las hermandades a excepción de las cofradías hospitalarias, sacramentales y de ánimas. Es en este momento cuando se habla de una Cofradía sacramental en cada parroquia. Las hermandades que se vieron suprimidas intentaron la unión con una de estas cofradías para garantizar la aprobación de sus ordenanzas. En 1801 se aprueban los estatutos de la Hermandad de Jesús Nazareno, que se une con la cofradía de Ánimas de la parroquia de San Sebastián, que a la vez era Sacramental. En 1815 se une Paz y Caridad a la sacramental de la parroquia de Santa María.

Esta hermandad estuvo perdida entre los años 1811 y 1847. En 1848 fue restaurada a instancias del vicario don Salvador de los Reyes y del cura de Santa María, don Joaquín Téllez, luciendo la octava del Corpus con sus crespones, con música y sermón todas las tardes y por las mañanas misa mayor con música.

Fuente:
-Hermandades, cofradías y otras corporaciones religiosas no penitenciales en la Estepa de la Modernidad. Jorge Alberto Jordán Fernández. Miscelánea Ostipense. Estudios sobre historia de Estepa. 2013

15/6/17

LA FIESTA DEL CORPUS


A fines del siglo XIII surgió en Lieja, Bélgica, un Movimiento Eucarístico cuyo centro fue la Abadía de Cornillón fundada en 1124 por el Obispo Albero de Lieja. Este movimiento dio origen a varias costumbres eucarísticas, como por ejemplo la Exposición y Bendición con el Santísimo Sacramento, el uso de las campanillas durante la elevación en la Misa y la fiesta del Corpus Christi.

Santa Juliana de Mont Cornillón, por aquellos años priora de la Abadía, fue la encargada de propiciar esta Fiesta. La santa nace en Retines cerca de Liège, Bélgica en 1193. Quedó huérfana muy pequeña y fue educada por las monjas Agustinas en Mont Cornillon. Cuando creció, hizo su profesión religiosa y más tarde fue superiora de su comunidad. Murió el 5 de abril de 1258, en la casa de las monjas Cistercienses en Fosses y fue enterrada en Villiers.

Desde joven, Santa Juliana tuvo una gran veneración al Santísimo Sacramento y siempre anhelaba que se tuviera una fiesta especial en su honor. Este deseo se dice haber intensificado por una visión que tuvo de la Iglesia bajo la apariencia de luna llena con una mancha negra, que significaba la ausencia de esta solemnidad.

Juliana comunicó estas apariciones a Mons. Roberto de Thorete, el entonces obispo de Lieja, también al doctor Dominico Hugh, más tarde cardenal legado de los Países Bajos y a Jacques Pantaleón, en ese tiempo archidiácono de Lieja, más tarde Papa Urbano IV.
Urbano IV

El obispo Roberto se impresionó favorablemente y, como en ese tiempo los obispos tenían el derecho de ordenar fiestas para sus diócesis, invocó un sínodo en 1246 y ordenó que la celebración se tuviera el año entrante; al mismo tiempo el Papa ordenó, que un monje de nombre Juan escribiera el oficio para esa ocasión, cuyo decreto se conserva en Binterim.

Mons. Roberto no vivió para ver la realización de su orden, ya que murió el 16 de octubre de 1246, pero la fiesta se celebró por primera vez al año siguiente el jueves posterior a la fiesta de la Santísima Trinidad. Más tarde un obispo alemán conoció la costumbre y la extendió por toda la actual Alemania.

El Papa Urbano IV, por aquél entonces, tenía la corte en Orvieto, un poco al norte de Roma. Muy cerca de esta localidad se encuentra Bolsena, donde en 1263 o 1264 se produjo el Milagro de Bolsena: un sacerdote que celebraba la Santa Misa tuvo dudas de que la Consagración fuera algo real. Al momento de partir la Sagrada Forma, vio salir de ella sangre de la que se fue empapando en seguida el corporal. La venerada reliquia fue llevada en procesión a Orvieto el 19 junio de 1264. Hoy se conservan los corporales -donde se apoya el cáliz y la patena durante la Misa- en Orvieto, y también se puede ver la piedra del altar en Bolsena, manchada de sangre.

Milagro de Bolsena

El Santo Padre movido por el prodigio, y a petición de varios obispos, hace que se extienda la fiesta del Corpus Christi a toda la Iglesia por medio de la bula "Transiturus" del 8 septiembre del mismo año, fijándola para el jueves después de la octava de Pentecostés y otorgando muchas indulgencias a todos los fieles que asistieran a la Santa Misa y al oficio.

Luego, según algunos biógrafos, el Papa Urbano IV encargó un oficio -la liturgia de las horas- a San Buenaventura y a Santo Tomás de Aquino; cuando el Pontífice comenzó a leer en voz alta el oficio hecho por Santo Tomás, San Buenaventura fue rompiendo el suyo en pedazos.

La muerte del Papa Urbano IV (el 2 de octubre de 1264), un poco después de la publicación del decreto, obstaculizó que se difundiera la fiesta. Pero el Papa Clemente V tomó el asunto en sus manos y, en el concilio general de Viena (1311), ordenó una vez más la adopción de esta fiesta. En 1317 se promulga una recopilación de leyes -por Juan XXII- y así se extiende la fiesta a toda la Iglesia.

Ninguno de los decretos habla de la procesión con el Santísimo como un aspecto de la celebración. Sin embargo estas procesiones fueron dotadas de indulgencias por los Papas Martín V y Eugenio IV, y se hicieron bastante comunes a partir del siglo XIV.

La fiesta fue aceptada en Cologne en 1306; en Worms la adoptaron en 1315; en Strasburg en 1316. En Inglaterra fue introducida desde Bélgica entre 1320 y 1325. En España adquieren expresiones de gran riqueza estética y popular, como el Corpus de Sevilla con el baile de los seises, el Corpus de Toledo cuyo origen se remota a 1418 o el Corpus de Granada con sus gigantes y cabezudos.

Finalmente, el Concilio de Trento declara que muy piadosa y religiosamente fue introducida en la Iglesia de Dios la costumbre, que todos los años, determinado día festivo, se celebre este excelso y venerable sacramento con singular veneración y solemnidad; y reverente y honoríficamente sea llevado en procesión por las calles y lugares públicos donde se exhibe el Cuerpo de Cristo en una Custodia. Específicamente, el Corpus Christi es el jueves que sigue al noveno domingo después de la primera luna llena de primavera del hemisferio norte, es decir, el jueves después de la fiesta de la Santísima Trinidad. En algunos lugares esta fiesta ha sido trasladada al domingo siguiente. En esto los cristianos atestiguan su gratitud y recuerdo por tan inefable y verdaderamente divino beneficio, por el que se hace nuevamente presente la victoria y triunfo de la muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.


13/6/17

LA ADORACIÓN EUCARÍSTICA


La Eucaristía es la fuente, el centro y el culmen de toda la vida de la Iglesia. Como memorial de la pasión y de la resurrección de Cristo Salvador, como sacrificio de la Nueva Alianza, como cena que anticipa y prepara el banquete celestial, como signo y causa de la unidad de la Iglesia, como actualización perenne del Misterio pascual, como Pan de vida eterna y Cáliz de salvación, la celebración de la Eucaristía es el centro indudable del cristianismo.

En los siglos primeros, a causa de las persecuciones y al no haber templos, la conservación de las especies eucarísticas se hace normalmente en forma privada, y tiene por fin la comunión de los enfermos, presos y ausentes. Esta reserva de la Eucaristía, al cesar las persecuciones, va tomando formas externas cada vez más solemnes. Normalmente, la Misa al principio se celebra sólo el domingo, pero ya en los siglos III y IV se generaliza la Misa diaria. La devoción antigua a la Eucaristía lleva en algunos momentos y lugares a celebrarla en un solo día varias veces, pero se suceden varios concilios que moderan y prohíben las prácticas excesivas.

Las Constituciones apostólicas -hacia el 400- disponen ya que, después de distribuir la comunión, las especies sean llevadas a un sacrarium. El sínodo de Verdun, del siglo VI, manda guardar la Eucaristía «en un lugar eminente y honesto, y si los recursos lo permiten, debe tener una lámpara permanentemente encendida». Las píxides de la antigüedad eran cajitas preciosas para guardar el pan eucarístico.

Ya por esos siglos el cuerpo de Cristo recibe de los fieles, dentro de la misma celebración eucarística, signos claros de adoración, que aparecen prescritos en las antiguas liturgias, especialmente antes de la comunión. Por otra parte, la elevación de la hostia, y más tarde del cáliz, después de la consagración, suscita también la adoración interior y exterior de los fieles.

La adoración de Cristo en la misma celebración del Sacrificio eucarístico es vivida, como hemos dicho, desde el principio. Y la adoración de la Presencia real fuera de la Misa irá configurándose como devoción propia a partir del siglo IX. En efecto, el pan y el vino, una vez consagrados, se convierten «substancialmente en la verdadera, propia y vivificante carne y sangre de Jesucristo, nuestro Señor». Por eso en el Sacramento está presente Totus Christus, en alma y cuerpo, como hombre y como Dios. Estas enérgicas afirmaciones de la fe van acrecentando más y más en el pueblo la devoción a la Presencia real.

En todo caso, conviene recordar que «la devoción individual de ir a orar ante el sagrario tiene un precedente histórico en el monumento del Jueves Santo a partir del siglo XI. El monumento del Jueves Santo está en la prehistoria de la práctica de ir a orar individualmente ante el sagrario, devoción que empieza a generalizarse a principios del siglo XIII. Entre otros muchos, podemos considerar los testimonios de San Francisco de Asís (1182-1226), quien profesa inmensa veneración hacia la Eucaristía, y Santa Clara de Asís (1253), quien defendió su ciudad con un milagro eucarístico.

En 1208 Santa Juliana (1193-1258), primera abadesa Agustina de Mont-Cornillon (Lieja) instituye una fiesta litúrgica en honor del Santísimo Sacramento. Por ella los fieles se fortalecen en el amor a Jesucristo, expían los pecados y desprecios que se cometen con frecuencia contra la Eucaristía, y al mismo tiempo contrarrestan con esa fiesta litúrgica las agresiones sacrílegas cometidas contra el Sacramento. En 1246 se instituye la fiesta del Corpus por el obispo de Lieja y el cardenal legado para Alemania extiende la fiesta a todo el territorio de su legación. En 1264 el papa Urbano IV extiende esta solemnidad litúrgica a toda la Iglesia latina mediante la bula Transiturus, celebrándose en Venecia, Wurtzburgo o Amiens. El concilio de Vienne reafirma en 1314 la bula y para 1324 es celebrada en todo el mundo cristiano.

La celebración del Corpus implica ya en el siglo XIII una procesión solemne, en la que se realiza una «exposición ambulante del Sacramento». Y de ella van derivando otras procesiones con el Santísimo, por ejemplo, para bendecir los campos, para realizar determinadas rogativas, etc. En España adquieren expresiones de gran riqueza estética y popular, como los seises de Sevilla o el Corpus famoso de Toledo.


En el siglo XIV se practicaba ya la exposición solemne y se bendecía con el Santísimo. Es el tiempo en que se crearon los altares y las capillas del santísimo Sacramento. Al principio, colocado sobre el altar el Sacramento, es adorado en silencio y posteriormente se crean cantos y oraciones. El Santísimo se mantenía velado tanto en las procesiones como en las exposiciones eucarísticas, pero en el siglo XIV se defiende la exposición del cuerpo de Cristo «in cristallo» o «in pixide cristalina». La costumbre prescribe arrodillarse en la presencia del Santísimo. Hacia 1500 muchas iglesias la practican todos los domingos, después del rezo de vísperas. El arraigo devocional de las visitas al Santísimo puede comprobarse por la abundante literatura piadosa que ocasiona.

Nacen también las Cofradías del Santísimo Sacramento a principios del siglo XIII, llegando a finales de este siglo a la mayor parte de Europa. Estas Cofradías aseguran la adoración eucarística, la reparación por las ofensas y desprecios contra el Sacramento, el acompañamiento del Santísimo cuando es llevado a los enfermos o en procesión, el cuidado de los altares y capillas del Santísimo, etc. Surgen congregaciones religiosas centradas en la veneración de la Eucaristía, fundándose la primera en 1328 y aumentando en número en el siglo XIX y XX, y se celebran congresos eucarísticos desde 1881.

Desde la celebración del concilio de Trento (1649-1656), se renovaron devociones antiguas y se impulsaron otras nuevas sobre la veneración debida al Sacramento:
-Las 40 horas: Tiene su origen en Roma en el siglo XIII. Esta costumbre, marcada desde su inicio por un sentido de expiación por el pecado -cuarenta horas permanece Cristo en el sepulcro-, recibe en Milán durante el siglo XVI un gran impulso. Clemente VIII, en 1592, fija las normas para su realización y Urbano VIII (+1644) extiende esta práctica a toda la Iglesia.
-Procesión eucarística de «la Minerva», que solía realizarse en las parroquias los terceros domingos de cada mes, procede de la iglesia romana de Santa Maria sopra Minerva.
-Institución en las parroquias de la Hora santa o la exposición del Santísimo diaria o semanal, por ejemplo, en los Jueves eucarísticos.
-Adoración Nocturna: Iniciada en París en 1848.
-Adoración Perpetua: capilla dedicada en una parroquia a la adoración del Santísimo Sacramento durante las 24 horas.

10/6/17

CARTEL CORPUS CHRISTI 2017

La Parroquia de Santa María y San Sebastián de Estepa edita el cartel de los cultos y procesión en honor y alabanza de Jesús Sacramentado. El triduo se celebrará del 15 al 17 de junio en la Iglesia de los Remedios. En la tarde del día 17 de junio se podrán visitar los altares montados con motivo de la festividad desde el barrio de Santa Ana hasta la calle Roya. El domingo día 18 de junio, Solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo, saldrá la Procesión Eucarística por las calles de Estepa.



4/6/17

LA DEVOCIÓN A LA VIRGEN DEL ROCÍO EN ESTEPA



La devoción a la Virgen del Rocío se extiende por todo el mundo, contando con una romería a la que acuden más de un millón de personas cada año desde muchos pueblos de nuestro país y del resto del mundo. La Virgen del Rocío se venera en su Ermita de la aldea de El Rocío, perteneciente al municipio de Almonte, Huelva, desde el siglo XIII. Es en esta fecha cuando se sitúa la leyenda del hallazgo de la imagen y de la construcción de su ermita:

Un vecino de la villa de Almonte salió al campo con ánimo de distraerse en los placeres de la caza, y llegando al sitio de su término conocido con el nombre de La Rocina, bosque inculto y lleno de malezas, en el que había siglos tal vez que no penetraba planta humana, los perros se internan en la espesura, y demuestran con sus ladridos y ademanes la sorpresa que les cause un objeto extraño y desconocido. Semejante actitud impulsa al cazador, llevado de un instinto natural, a penetrar en lo interior del sitio donde estaban, y aproximándose, admira una imagen colocada sobre el tronco de un árbol; llegándose a ella la examina, y reconoce en efecto que es un bello simulacro de la Madre de Dios.

Era de talla, y tenía sobrepuesta una túnica de lino entre blanca y verde, con una inscripción latina a la espalda que decía: Nuestra Señora de los Remedios. Atónito con la vista de tan peregrina hermosura, se postra a venerar la Imagen de la Virgen, e inmediatamente trata a costa de gran trabajo sacarla de aquel sitio montuoso, y así lo verifica al punto; más como fuese su intención colocarla en la villa de Almonte, distante tres leguas de aquel lugar, siguiendo sus piadosos deseos, se quedó dormido, a esfuerzo del cansancio y la fatiga; y al despertar se halló sin la sagrada imagen.

Afligido y penetrado de dolor, volvió al sitio donde la halló primeramente, y la vio allí lo mismo que antes, conociendo que por medio de aquel singular y maravilloso prodigio, manifestaba la Señora su voluntad de que allí fuese donde se le tributase culto y veneración. Entonces marchó a Almonte a referir todo lo acaecido, y propagada la noticia con la mayor rapidez, salieron el clero y el Cabildo de la villa seguidos de numeroso pueblo, y dirigiéndose al lugar de la aparición o hallazgo de la devota efigie de María, la vieron tan peregrina y encantadora, que desde aquel mismo instante empezó a arrebatar los afectos de los corazones, y ser objeto de la más entusiasta y fervorosa devoción.

Desde entonces se le erigió allí una pequeña ermita, y se construyó el altar para colocar la Sagrada Imagen, de tal modo que el tronco en que fue hallada, le sirviese de pedestal. A pesar de la advocación de los Remedios con que sin duda fue venerada en la antigüedad, la llamaron generalmente de Las Rocinas, por el sitio de su invención, cuyo título, andando el tiempo, se ha mudado insensiblemente en el misterioso y poético del Rocío, con que es invocada hoy la Señora, no sin una mística y significativa alusión.

La leyenda del hallazgo de la imagen de la Virgen viene recogida así en la Reglas de la Hermandad Matriz de 1758. Para otros el cazador sería Gregorio Medina, natural de Villamanrique de la Condesa, lo que originó la disputa entre Villamanrique y Almonte por la imagen. Ambos pueblos decidieron colocar un carro de bueyes en el lugar de la aparición, y dependiendo de adonde iban los bueyes se llevarían la imagen a ese pueblo. Pero los bueyes no anduvieron, por lo que decidieron levantar la ermita en el lugar en el que fue encontrada la imagen.

La historia sitúa los orígenes del Rocío dos siglos antes y todo indica que fue el monarca Alfonso X el Sabio quien pudiera haber erigido aquella primera ermita, tras su conquista de Niebla en 1262, mandando colocar allí la bella imagen de la Virgen. Las crónicas históricas cuentan que el rey Alfonso X el sabio, allá por el año 1270 mandó erigir una ermita consagrada a la Virgen en el lugar llamado de Las Rocinas, que había sido reconquistado a los árabes. Las mismas crónicas relatan cómo en esos mismos lugares, el rey creó un coto de caza, atraído por la belleza del lugar y la cantidad de ciervos existente. Este coto se conoce hoy como Coto de Doñana.

La Virgen del Rocío responde en su interior a una talla completa, de finales del siglo XIII, que por la coincidencia cronológica, parece que se trate de la imagen primitiva de Alfonso X el Sabio. Desde finales del siglo XVI, principios del XVII, la Virgen del Rocío comenzó a ser vestida como la vemos en la actualidad. Entonces, siguiendo el gusto de la época, y según la moda de los Austrias, se adaptó a la imagen con ropas de ricos brocados y telas bordadas con detalles de inigualable belleza. Las prendas que comprende su atuendo son la saya, también conocida como basquiña, que tiene forma de campana y no lleva pliegues ni arrugas; el corpiño ajustado en el cuerpo y la gola que da forma a su rostrillo y se transforma en el mismo. Las sobremangas, adaptadas a los brazos, son amplias y deja asomar la manga por debajo. El velo de las vírgenes cubre su cabeza y el manto parte desde sus hombros. A esto hay que sumar otros elementos realizados en orfebrería como son la media luna, la ráfaga, el cetro y su corona.

La devoción a María Santísima de las Rocinas se extendió por toda aquella comarca, adquiriendo nombre de milagrosa, y a fines del siglo XVI su fama había pasado ya a las Américas. Prueba de esto, es el testamento de Baltasar Tercero, natural de la ciudad de Sevilla, quien hallándose en Lima por los años de 1587, dejó entre otros legados, uno de mil pesos, para que llevados a Almonte se impusiesen, y se fundase una capellanía en la ermita de Nuestra Señora, a fin de que los moradores de aquellas selvas y contornos no careciesen los días festivos del Santo Sacrificio de la Misa. Además dejó también otra limosna de quinientos pesos para reparar la ermita y hacer habitaciones para el Capellán, que debía celebrar en ella todos los días.

Progresivamente iba aumentándose el fervor y la devoción a la Santísima Virgen, y el año de 1635 fue asignado por primer Ermitaño el P. Fray Juan de San Gregorio, de la Congregación de San Pablo, cuya vida ejemplar y edificante contribuyó poderosamente a promover y fomentar el culto con notable concurrencia de los fieles. Más donde se experimentó de un modo visible la protección de la Soberana Señora, en cuantos la invocaban ante esta su Sagrada Imagen, fue en la horrorosa epidemia que afligió a Sevilla y toda su comarca en los años de 1649 y siguientes.

Desde aquella triste época data su principal y mayor celebridad. Consternados los hijos de Almonte acordaron llevar la Imagen de las Rocinas a la iglesia parroquial de la villa, y ésta se vio libre de aquel terrible azote que asolaba a Andalucía. Con éste motivo en 1653 se hizo fiesta solemnísima, en la que fue elegida su Patrona. Asimismo data desde aquella fecha la institución de su fiesta anual el día segundo de Pascua del Espíritu Santo, como igualmente la tan renombrada romería. La Virgen era trasladada a Almonte por motivos de epidemias, guerras, sequías, malas cosechas o hambre. Desde 1949 la Virgen es llevada a su pueblo vestida de Pastora cada siete años.

La primitiva ermita se vio afectada por el terremoto de Lisboa en 1755, que la dejó en ruina. En 1760 se bendijo un santuario de dimensiones mayores, de estilo mudéjar y con elementos barrocos en su fachada. En 1969 se bendijo el santuario actual y su retablo se levantó en 1999.



Dos acontecimientos significativos para la historia de la devoción a la Virgen del Rocío fue la Coronación Canónica del 8 de junio de 1919 y la visita de su Santidad Juan Pablo II el día 14 de junio de 1993.

La Hermandad matriz de la Virgen es la de Almonte, se creó en el siglo XV bajo la protección del venerable Clero y la Corporación Municipal de la Villa de Almonte. Esta hermandad se llamaba entonces “Cofradía de Ntra. Sra. de las Rocinas”. El primer documento escrito de dicha hermandad data del año XVII en el año 1640. La hermandad se encargaría del sostenimiento y solemnidad de los cultos, organizando, presidiendo y coordinando además de la Romería de Pentecostés, las peregrinaciones extraordinarias de las hermandades, la celebración del Rocío Chico, la fiesta de la Luz (Candelaria), los traslados, etc.



A imitación de ésta han ido erigiéndose otras sucesivamente, según el orden siguiente de antigüedad. Después de la primitiva de Almonte, ocupa el primer lugar la de Villamanrique, a ésta le sigue la de Pilas, después la de La Palma del Condado, a ésta las de Moguer y Sanlúcar de Barrameda. Todos ellas fundadas en el siglo XVII y XVIII. En el siglo XX se puede apreciar una línea cada vez más ascendente sobre todo a partir de los años 60. Actualmente existen 119 Hermandades filiares y un gran número de asociaciones con esta titular, tanto nacionales como internacionales, cada una con su propia simpecado de la Virgen del Rocío e incluso su propia imagen. Todas las Hermandades Rocieras tienen prácticas religiosas durante todo el año, dirigidas por su capellán como la celebración de la Misa semanalmente, rosarios, etc. que dan testimonios de que la vida del rociero no es más que la vida de un cristiano que intenta acercarse a Dios a través de su madre y todo ello con el talante alegre de nuestra tierra.
Azulejo en calle Sevilla, Estepa
En Estepa no existe hermandad filial ni asociación en torno a la Virgen del Rocío, pero son muchos los estepeños que tienen a la Reina de las Marismas en su corazón. Cerca de Estepa existen hermandades filiales que pertenecen a este grupo de hermandades que se fundaron a partir del 1960. Écija cuenta con su hermandad desde 1973, Puente Genil desde 1982 y Osuna desde 1990. Por encontrarse trabajando en estos pueblos o por amistades en ellos, algunos estepeños han realizado el camino con estas hermandades hacia El Rocío. Para otros la Ermita de la Blanca Paloma es un lugar de peregrinación anual, donde acuden para poder rezar a la Virgen. En algunas casas del pueblo se puede apreciar un azulejo o retablo cerámico con la Virgen del Rocío. Un grupo de amigos formaron el “Coro de Devotos de la Virgen del Rocío” de Estepa, acudiendo a los actos a los que las hermandades de Estepa solicitan su presencia, como en la Romería de San José Obrero del 1 de mayo o en los cultos y procesión de Ntra. Sra. de los Remedios cada tercer domingo de mayo. Los devotos de la Virgen del Rocío de Estepa organizan cultos en honor de la Virgen en la proximidad de la Fiesta de Pentecostés en la Ermita de San Isidro de La Salada y anteriormente en la Iglesia del Carmen, cuya portada han grabado en su medalla.



El Rocío es sinónimo de peregrinación y romería. La devoción a la Santísima Virgen del Rocío constituye, por su tradición y su contenido espiritual, un cauce extraordinario de espiritualidad cristiana. La experiencia lo demuestra el testimonio de tantas personas que han desarrollado y vivido su fe por este camino.

Artículos y páginas consultadas:
-La romería del Rocío en Andalucía, una fiesta de la posmodernidad. R.M. Martínez Moreno. Gazeta de Antropología.
-La iconografía de la Virgen del Rocío y su proceso de fijación. D. González Cruz. Ritos y ceremonias en el Mundo Hipano durante la Edad Moderna. Actas del II Encuentro Iberoamericano de Religiosidad y Costumbres populares. Almonte-El Rocío (España). 2001
-La Virgen del Rocío con un rostrillo de blonda como a principios del siglo XX. M.J. Rodríguez Rechi. Pasión en Sevilla. 2014
-La autoría de la Virgen del Rocío. Jesús Abades. La Hornacina. 
-1280. Aparición en las Rocinas. Elías Rodríguez Picón. La Hornacina.
-Triduo a la Virgen del Rocío en Estepa. 2011. El Digital de la Sierra Sur de Sevilla.
-Misa rociera cantada por el Coro de Devotos del Rocío. 2013. El Digital de la Sierra Sur de Sevilla.
-Aromas rocieros en Estepa. El Correo de Andalucía. 2015
-Remedios o Rocío. La leyenda. Devociones de Estepa. 2016
-Sobrero de las arenas. Devociones de Estepa. 2018