La música procesional cofradiera, tal y como la conocemos hoy en día, ha sido el género musical más experimentado y elaborado durante el siglo XX y XXI en Andalucía. Tal fenómeno emerge de la gran repercusión que ha tenido la Iglesia desde el siglo IV y del apogeo bandístico que surge en el segundo tercio del siglo XIX, referidos a nuestro territorio geográfico.
Esta categoría musical, tan debatida y del que todo el mundo se muestra expeditivo a la hora de enjuiciar, es más ininteligible de lo que nos pensamos. Lo que jamás ha sido consignado mediante ningún compendio que lo aborde de manera científica y musicológica.
Si pretendemos dar una explicación lógica de la música que hoy acompaña a nuestras Imágenes en el discurrir penitencial, nos tendríamos que basar en una fiel secuenciación histórica que se remonta a la segunda mitad del siglo IV, a la aparición del Rito Hispano. Desde este punto, la música en Andalucía va tomando unas directrices que difícilmente pueden equipararse otras a ésta.
A partir de 1492, el Renacimiento hace que la música prospere a pasos agigantados y con ésta el florecimiento de las grandes capillas musicales (formadas por cantores e instrumentistas) de los monarcas europeos y las catedrales más importantes de España, Francia, Italia, Bélgica y Alemania.
En la Sevilla del XVI, las Hermandades requieren de un acompañamiento musical que solemnice la procesión como si de un acto eucarístico se tratara. Con esto, las capillas musicales tienen que salir a la calle para musicalizar la estación de penitencia a la Santa Catedral. Como bien describen las crónicas de la época, la músicas la llevaban a cabo cantores e instrumentistas que acompañaban con bajones, chirimías, sacabuches, realejos,… estas agrupaciones se fueron desvinculando a las capillas radicadas en casas aristocráticas o estancias religiosos para poder ofrecer una formación originaria de la Semana Santa de Sevilla: el trío de capilla formado por dos chirimías y bajón.
Con las Desamortizaciones de Mendizábal, a partir del segundo tercio del siglo XIX, las capillas musicales desaparecen casi en su totalidad y es cuando empiezan a prosperar las bandas de música militares. A lo que se debe la aparición de la agrupación musical más perdurable y boyante de la música procesional cofradiera, la banda de música.
Las bandas comienzas a consolidarse en los desfiles procesionales de la Semana Santa hispalense en último tercio del siglo XIX con la interpretación e instrumentación de temas fúnebres de óperas italianas, alemanas y francesas, además de presentar diversas temáticas militares. Pero es en los años veinte del siglo XX cuando la sociedad sevillana hace de la música procesional cofradiera un género patrio y popular, donde el folklore se mezcla con las corrientes musicales más elitistas de la época e incluso podemos escuchar cantos del pueblo, como la saeta, mezclados con música impresionista francesa de finales del XIX.
La Exposición Iberoamericana de 1929 fue la gran apertura de los sentidos hacia la vida intelectual que se fecundaba fuera de Sevilla, al igual que la cultura sevillana pudo traspasar fronteras. La marcha procesional ya se formaliza como género afianzado gracias a las bandas de música militares y municipales que acompañan a las comitivas procesionales de Semana Santa.
Esta intelectualidad de la música procesional se fue rompiendo con la pérdida de las grandes figuras compositivas de finales del siglo XIX hasta los años ochenta del XX: la familia Font, López Farfán, Álvarez Beigbeder, Borrego Hernández, Gámez Laserna,… La música se vuelve menos “sinfonista” para inclinarse más a lo “militar” con ritmos más marcados, una instrumentación más sencilla donde se simplifican la textura instrumental a melodía-contrapunto-acompañamiento-base, las cornetas y tambores toman más relevancia en la banda,… Además, aparecen durante todo el siglo XX diversas manifestaciones musicales como bandas sólo de cornetas y tambores, agrupaciones musicales, bandas de viento metal y percusión,… En este caso nos centraremos en la música para banda de música que acompaña el discurrir procesional de los palios.
En la actualidad, la música ha tomado dos vertientes: la primera (desde los años noventa del siglo pasado) ha ofrecido un aminoramiento del género con composiciones de poco nivel musical donde el tema popular está en el clímax frontal de la música y no parte de unos conocimientos teóricos que enaltezcan el género. Esta vertiente guiada más por la devoción cofrade que por el conocimiento teórico musical ha conseguido fijar la música procesional como si nos refiriéramos a música bohemia confeccionada en la calle y trasmitida de forma oral por generaciones. Este no es el caso de la música procesional cofradiera ya que grandes de la música española han expuesto sus ideas y sapiencias a ensalzar esta música. La otra vertiente (desde 2005) han hostigado que impere el conocimiento teórico de la composición musical e incluso comparando el nuevo estilo con un “Neofarfanismo” o “Neofontalnismo” (si se me permiten crear estos términos que expresan un revivificación en la actual música procesional cofradiera de la familia Font y de López Farfán) basado en la herencia pasada como origen de inspiración y de conocimiento formal y armónico para las nuevas composiciones.
Esta última vertiente, es la que más afiliados va adquiriendo, y son muchos lo que asumimos que se necesita la presencia de una fuerte connotación musical en el ámbito de la composición para poder conseguir un género musical que en su día hacía sombra, a nivel europeo, al popular vals vienés encajado en las partituras de la familia Strauss.
El futuro se presenta augurador y cada vez más, las bandas, presentan una programación más elitista dando cabida a grandes marchas procesionales de compositores actuales como rescatando obras que llevaban décadas y décadas sin ver la luz o que, quizás, ni siquiera la avistaron. Persistamos con los años y que la música procesional cofradiera se estudie de manera natural en conservatorios, a través de la doctrina musicológica, formalista y compositiva.
Es difícil presentar un tema tan complejo como éste, en unas pocas páginas; y más sacando conclusiones y ensayos históricos que den creces de la dimensión cultural e histórica del tema. Baso este escrito en la conclusión de que la música procesional cofradiera es un tema olvidado por los grandes centros educativos destinados a la ciencia de la música. Con lo cual, me gustaría que el lector pasara a valorar este género musical andaluz que siempre se nos ha presentado como algo tan cotidiano que nunca hemos reflexionado sobre su capacidad cognitiva y sí sobre la emotiva.
Juan Antonio Carmona Páez
Historia y Ciencias de la Música
Universidad de Granada
Fervorosa Hermandad del Santo Entierro de Cristo y María Santísima de los Dolores Coronada. Cuaresma y Semana Santa 2013 - La Roda de Andalucía - Boletín nº 20.