15/11/10

DÍAS DE LUTO

Los días parecen que conocen que este mes es un mes de recuerdos, de revivir historias, segundo a segundo, minuto a minuto, día a día, año a año. De añorar con pesar una sonrisa en ese rostro que no podemos ni queremos olvidar. De dejar caer gotas de nuestros lagrimales cuando esa voz vuelve a nuestros oídos. Un olor, una textura y un sabor. Los sentidos a flor de piel, igual que el día parece estremecerse cuando se deja sentir esa vieja sensación de frío en las tempranas mañanas.

Fríos y otoñales, en verdad, son nuestros pensamientos. Se instalan en nuestro ser y habitan de oscuridad un hueco en lo más profundo. Llenos de llanto, fríos y tristes y amargos, como el sabor de aquellas lágrimas que se derramaron. La memoria de los que ya se fueron se honra en estos días.

Se aleja el sol. Ese sol que se lleva la vida de las calles y que separa el júbilo de la tristeza en menos horas de tardes con su presencia. Ya no calienta, el frío vuelve a ganarle con su presencia. Las tardes se acortan y llegan esas noches que se alargan hasta que la tímida aurora vuelve a asomarse en las mañanas grises y blancas.

La naturaleza también lo nota. Los árboles se desprenden de sus hojas, no las necesitan. Desnudos afrontan los meses de las aguas saladas. Es momento de abrazar el sueño en un largo letargo hasta que el aroma de la flor del naranjo haga brotar sus yemas de nuevo. Las flores y los frutos sólo permanecen ahora a un pasado cercano.

El frío, sí, aquel frío de las tempranas mañanas, se atreve también a entrar al palacio de Cerverales y traspasar el ventanal de su patio arqueado para rozar las mejillas de su rostro. Besa su mano en cada rincón de la casa lateranense y la acompaña junto a la fuente de aguas cristalinas de la plazuela. Ella, cobija en su manto la oscuridad de las largas noches y la soledad de las mañanas. Llena de llanto, parece vivir en un eterno luto su camino hacia el Gólgota. Una y otra vez, cada atardecer y cada amanecer. Sensación de pérdida, vasija vacía.

Oraciones de ánimas se escuchan, los hermanos se recuerdan. Se encienden velas y alguna mariposa, temerosa, arde flotando en el aceite que consume. Luz perpetua que brilla en el descanso eterno.

Días de melancolía, de lágrimas y de un lamento más que previsible. De un hasta luego que falta, de despedidas inesperadas y de una visita obligada. Ella cerca la estrechez entre la intimidad y el consuelo. Ella extiende su manto oscuro para compartir su tristeza y darle compaña a la nuestra. Ella alumbra el camino a los que más queremos en las noches oscuras del mes. Junto a Ella cientos de recuerdos de personas que habitan ya en la gloria. No se extiende la desesperanza porque vive en Ella las flores de la primavera, las mañanas inmaculadas de nubes rosáceas y el calor de las tardes eternas de los rayos del sol.


Fotografía de:
-J. Vázquez