12/10/10

VINCULACIONES ENTRE LA HERMANDAD DE SAN PEDRO Y EL MARQUESADO DE CERVERALES



Es notoriamente conocido que existe una estrecha relación entre la Pontificia y Real Hermandad de San Pedro Apóstol, Santo Cristo de las Penas y María Santísima de los Dolores, con el Marquesado de Cerverales, otorgado por el Rey Fernando VI a Don Manuel Bejarano y Campañón en 1753.

La primera referencia documental a este respecto, se encuentra en el testamento del Vicario Bejarano, tío del primer marqués, redactado en 1777. Al aludir a los regalos que ha hecho a Nuestra Señora de los Dolores, hace especial hincapié en una joya compuesta por una gran piedra encarnada con hechura de corazón guarnecida de granates y topacios, con siete espadas de plata y tres tembleques que hacen tres flores de topacio encarnados. También habla de un manto de terciopelo bordado en oro y plata. Expresa que es su voluntad que ambas piezas sean siempre custodiadas por los sucesivos marqueses.

Desde aquella época han transcurrido siglos y durante este periodo de tiempo con mayor o menor intensidad, han continuado siempre las relaciones entre los distintos poseedores del título y la Hermandad de San Pedro.

No es mi propósito en estas breves líneas, hacer un examen pormenorizado de las diferentes etapas de la vinculación, entre ambas instituciones, sino situarlas, desde una óptica personal, en el momento presente.

Todos sabemos que, en general, se tiende a soslayar todo tipo de compromisos que conlleven una eventual aportación económica y una disponibilidad personal para concurrir a determinados actos periódicamente prefijados. Es fácil constatar, en diferentes ámbitos, estas pautas de comportamiento.

En contraste con esta postura, hay un numeroso colectivo que tuvimos la suerte de recibir desde pequeños la enseñanza de que los deberes morales deben ser cumplidos, incluso con más exigencia y escrupulosidad, que si se tratara de obligaciones formales expresadas en cualquier documento público.

Si se ha asumido este código de conducta se está siempre dispuesto, como es mi caso, a continuar, en la medida de mis posibilidades con las tradiciones positivas de mis antepasados.

Desde esta perspectiva quiero señalar que ya ha transcurrido un largo período de tiempo desde que hablé por primera vez con los Rectores de la Hermandad de San Pedro. Entre las muchas coincidencias ideológicas durante este tiempo, hay una que ha sido permanente y que constituye la piedra angular de mis relaciones con la Cofradía. Se trata del convencimiento mutuo de que el patrimonio de una Hermandad lo constituyen, no solamente los bienes materiales, por valiosos que sean, sino todas las tradiciones históricas y culturales que aportan valores inmateriales e intangibles que enriquecen considerablemente el acervo cofradiero.

Como consecuencia de este principio compartido, he procurado siempre colaborar con la Hermandad cuando se me ha demandado, respetando en todo momento su funcionamiento interno y las decisiones de sus órganos rectores.

He conocido ya a tres Hermanos Mayores y en todos los casos, he podido comprobar su enorme entusiasmo y dedicación para potenciar la Cofradía. A lo largo de estos años he compartido con ellos y el resto de los Hermanos sus proyectos e iniciativas y he expresado, cuando se me ha pedido, mis opiniones y sugerencias. He constatado, dentro del colectivo de cofrades, sentimientos compartidos de capacidad de entrega, religiosidad, solidaridad y un inmenso cariño por sus Imágenes. Actualmente podemos decir con orgullo que la Hermandad se encuentra entre las grandes Cofradías Estepeñas.


En su día facilité la adquisición de la Casa de Hermandad. Posteriormente todos los Hermanos con su sacrificio personal, según sus propias circunstancias, han contribuido a reedificarla hasta conseguir este espléndido inmueble actual, donde se pueden guardar, no solamente los pasos, sino todos los bienes y enseres que constituyen su patrimonio material. Además todos los cabildos y demás actividades cofradieras, se pueden celebrar adecuadamente entre sus muros.

También hay que resaltar la caseta ferial, mejorada año tras año, que constituye un brillante marco para la realización de otras actividades complementarias.

Muchas de estas reflexiones me vienen a la mente cuando, desde hace muchos años, acompaño el Martes Santo a la espléndida imagen de nuestro Patrono. Es una maravilla contemplar a San Pedro mirando al cielo por las calles y callejuelas de Estepa. Por tanto cada año, comparto las preocupaciones, las emociones y la satisfacción del desfile procesional con todos los Hermanos.

Cuando se encierran brillantemente los pasos, se siente la alegría del deber cumplido y se atisban nuevas iniciativas, con renovada ilusión, para la procesión de la próxima Semana Santa.

Por suerte para mí puedo disfrutar de la visión de nuestros Sagrados Titulares durante todo el año, desde la tribuna que comunica mi casa con la Capilla de los Dolores, que es patronato del Marquesado, donde están enterrados varios antepasados míos.

En lo que respecta al futuro, mientras Dios me de vida, y en el marco de las actuales coincidencias ideológicas, mi postura será la misma. Pero por encima de las personas, que somos obviamente perecederas, mi deseo es que estas relaciones cimentadas durante centenares de años, se proyecten en el tiempo y si es posible que a lo largo de los siglos venideros, el marqués de turno escriba algo similar a lo que aquí he expresado.

Estepa a 18 de Mayo de 1999
El Marqués de Cerverales

Boletín San Pedro. 1999


Fuente:
-Hermandad de San Pedro