27/9/09

Y DE TI, CRUZ, ¿QUÉ DIREMOS?


Posible es que en algún otro pueblo se cuente, como acaecido en él, lo que en breves palabras vamos a contar: este privilegio tiene las anécdotas, sobre todo si encierran alguna vis cómica, nacen en cualquier parte y a poco tienen tantas paternidades que no es posible averiguar con certeza el punto de donde partieron. La que sigue es positivamente estepeña, si hemos de dar crédito a cien testimonios que lo afirman.

Verificábase solemnísima función en la ermita de los Remedios, y asistía a ella entre millares de concurrentes un tal Cruz, persona honrada, muy devoto de la Virgen y un si es no es aficionado al zumo de la vid. Cruz estaba sentado frente al púlpito y cuando llegó el momento de la oración sagrada comenzó a seguir atentamente las palabras del predicador. Este había cantado las excelencias de la Madre de Dios, había enaltecido los méritos indecibles de su divino Hijo, y ya en materia acerca de la redención quiso también ensalzar las excelencias del santo leño en que expiró Jesucristo. Para poner en práctica este propósito, comenzó exclamando, precisamente en dirección a nuestro héroe:

-Y de ti, Cruz, ¿qué diremos?

Decir esto y levantarse Cruz airadísimo fue obra de un instante, y sin más tregua contestó la pregunta del orador diciendo:

-Que si me emborracho es con mi dinero.

Seguidamente abandonó la iglesia entre el asombro y la hilaridad de los concurrentes.

Memorial Ostipense
D. Antonio Aguilar y Cano