27/3/21

"LA PASIÓN SEGÚN ESTEPA", RECORRIDO LITÚRGICO O ITINERARIO DE FE

Suspendidos los cultos externos durante la Semana Santa, el Consejo General de Hermandades y Cofradías de la ciudad de Estepa, en colaboración con las Corporaciones pasionistas que se integran en el mismo, ofrece a todos los fieles y cofrades estepeños y de nuestra comarca la posibilidad de testimoniar públicamente su fe para que vivan con más intensidad personal su relación con Dios. 

Para ello, una vez otorgada la autorización correspondiente por parte de la Autoridad Eclesiástica, conforme a las indicaciones dictadas por las Delegaciones Diocesanas de Hermandades y Cofradías y de Liturgia, se informa que todas y cada una de las Hermandades de Pasión, en sus diferentes templos, tendrán expuestas en veneración extraordinaria a sus sagradas imágenes Titulares, conforme al pasaje evangélico que se representa en sus pasos procesionales u otra disposición que han considerado oportuna, para de esta forma pueden ser visitadas durante todos los días, creando un recorrido litúrgico o itinerario de fe, “La Pasión según Estepa”, que las compendie a todas.

Días y horarios de apertura de los templos: 

-Días: Desde el Domingo de Ramos al Sábado Santo. 
-Horario de mañana: De 11:00 a 14:00 horas 
-Horario de tarde: De 17:00 a 21:00 horas 

Puede continuar leyendo el comunicado del Consejo de Hermandades y Cofradías de Estepa a continuación: 



-Domingo de Ramos: Hermandad de La Borriquita 

Con la Biblia en la mano es completamente explicable que fueran los animales más humildes que sirvieron al Señor los que fueron también sus preferidos. Un asno le salvó la vida en la huida a Egipto, y sobre una borriquita entró en Jerusalén para ofrecernos su muerte redentora. Los evangelistas que contaron su relato dijeron que el borrico nadie lo había montado todavía, que era un borrico atado o, más bien, que se trataba de una borrica con su pollino. Nunca tuvo nombre, seguramente si lo tuviera le habría echado la zarpa en popularidad al mismísimo Platero. No conocemos a ciencia cierta cuál era el sexo del animal, aunque para nosotros es femenino. Pero ¿qué hicieron los discípulos con ella después de la entrada triunfal en Jerusalén? Dicen que la vieron beber una mañana en el pilar de la Coracha. Comentan que comió por la tarde del pasto en los terrenos de San Antonio Abad. Hablan de que durmió una noche en las cuadras del convento franciscano. La veremos de nuevo en una tarde de Domingo de Ramos por las calles estepeñas acompañando al Señor. Y eso lo sabemos.



-Lunes Santo: Hermandad de Las Angustias 

Se desprende de las garras de la señora mora para ascender vertiginosamente al infinito del oscuro universo, un par de horas de libertad no bastan para alcanzarlo. De plata viste su galas y resplandor arroja la luminaria de su mirada, oscureciendo a las estrellas que se asoman atrevidas al firmamento. Su mano se desliza en el aire que mueve los árboles de la plaza, sin darse cuenta que en una de las esquinas se anhela el parpadeo de las luces que el tintineo de unos faroles negros arrojan sobre una espadaña silenciada. Seco sonido de una cruz sobre los hombros que golpea un escalón de piedras gruesas, mientras que un lienzo desigual ondea sobre un madero siguiendo el movimiento de las cuentas de un rosario. Con suavidad se riza el aire en el arco a su paso. Las lágrimas brotan de una fuente cercana para apagar la sed en el alma del que las necesite. En la palidez de la noche el recuerdo espera el sueño de blancos corazones. (“La última luna”)

El dolor está en sus ojos, en su angustia prepara el duelo. La vida se le escapa y llena de amargura su ser. Recoge en su vientre al que se hizo verbo viviente para acunarlo en la despedida que clama al cielo por respuesta. Contempla el horror de la muerte en sus propios brazos y abraza un cuerpo llagado de sufrimiento que hace el propio aún más doliente. Sufrir corpóreo por sufrir anímico. En el gesto de su boca se lamenta la muerte porque su figuración no es plena, su representación volátil, su escenario temporal. Deja que tu alma sufra al verla porque en sus lágrimas está el bálsamo de tu pena, que su encarnación fue temporal para hacerse eterna, y su misión perfecta. (“Muerte Vencida”)


-Martes Santo: Hermandad de San Pedro 

Se llena de ilusión cuando escucha cantar al gallo por primera vez, como si se tratara de una corneta que suena veloz cuando el dorado de un paso recibe la última luz del día entre los palacetes del centro. Refresca las manos y aclara su garganta en la fuente de la plazuela ante el camino que tiene que recorrer; otras tierras, otros lugares, pero ninguno como el resplandor que deja en ésta. Revuelo de plumas bajo el verdor de los naranjos y de un ancla que se balancea al compás del remate de una soga anudada; de palomas que se alzan libres hacia el cielo celeste y de ramas de olivo que rozan los balcones de una calleja. Oye de nuevo al gallo que anuncia que su final se acerca, la luminaria de la calle ancha se apaga. En la esquina, junto al león, se despide mientras añora la bambalina que volverá a besar la pared de la estrecha calle bajo un cielo rosado. Su opuesto se asoma y ella se diluye en la neblina clara del horizonte con el tercer canto del gallo. (“La última luna”)




 


 -Madrugada del Miércoles Santo: Hermandad de Los Estudiantes 

Todo está consumado. La tierra tiembla, se rompe, se desquebraja, se parte. Trizas se hacen los surcos que se abren en el alma del que oye el golpe del vibrante tambor que lo acompaña. ¡No ves que derrama amor por los que ya no están! Su sangre, agua viva, son ríos que corren para nuestras venas, fiebre salvadora de locura juvenil que ayuda al desvalido. Amor pudo haberse llamado porque no puede haber más amor en entregar la vida por los demás. Deja que la muerte hiele tu cuerpo con su falsa, que el ardor de la vida más allá aguarda. (“Muerte Vencida”)




 

-Miércoles Santo: Hermandad de El Dulce Nombre de Jesús 

Tantos eran, y son, que llenaron su camino, pero sólo uno nació puro y blanco. Fue hecho así desde que fue imaginado y atreviose a destacar entre los demás para llevar en sí la semilla divina. La blancura de sus pétalos le hacía brillar en la sierra como una estrella radiante del firmamento que guía a los caminantes en la noche, lumbre blanca encendida de la madrugada a la que se acerca el que tiembla de frío, como en aquella en que lo vio nacer. A más morado en el que se tornan los demás, más blancura encierra en su corazón que se muestra dolorido. Blanca es la pintura de su pureza, que irradia en la savia de sus venas y en la suavidad del tacto de su mirada. Se preguntan los demás cómo es posible que con tanto dolor que tuvo que soportar vista el lirio de blanco, si con sus propios ojos vio su marchitar y con sus manos lo sostuvo ya seco. La blancura no está realmente en el color de sus pétalos ni en los surcos transparentes que deja el sufrimiento en su mejilla, sino en la luz que guarda en su corazón ante el regalo que a los demás lirios hizo. Luz de nuestro mundo. (“Lirio Blanco”)




-Madrugada del Jueves Santo: Hermandad del Calvario 

Sin embargo, Zabala había realizado un retablo inconcluso cuya hornacina central estaba vacía. No sabía que el toque de las campanadas de un reloj haría que su obra se completase cada noche del Miércoles Santo. El barroco en la piedra de su boceto daría paso a la madera y a la policromía, al terciopelo y al bordado, a las flores y a la cera, a la orfebrería y a la pintura, entre el incienso penetrante de las más puras esencias de Tierra Santa. El barroco se reformaría y renovaría para protegerse en un altar neogótico, en cuya hornacina se situaría el misterio de la muerte de Cristo en el Calvario con María en su Amargura, San Juan y María Magdalena a los pies de Cristo. Mientras, la gloriosa Virgen del Carmen desde su ático contemplaría como la villa de Estepa espera a su Hijo en la cruz para acompañarlo por las calles estepeñas. (“El retablo del Calvario”)

Y ahí estaba María, junto a la Cruz acompañando a su Hijo, al igual que tantas madres que siguen junto a la cruz de sus hijos, ya estén enfermos, desvalidos o perdidos, siendo el regazo de su amargura. Son corazones que velan sin consumirse y que aguantan el puñal que les atraviesa, dolor en carne propia por el sufrimiento de sus hijos. ¿De dónde sacan esa fuerza de voluntad, esa perseverancia, esa ternura maternal? Pues son madres, como María que es Madre de Dios, Madre de los hombres y Madre de la Iglesia que está al pie de la Cruz. Y ahí, Stabat Mater de Amargura, junto a la Cruz, acompañando a su Hijo, como lo escribió un fraile franciscano en el medievo: “Estaba la Dolorosa, Al pie de la cruz, llorosa, donde pendía el Hijo, su alma gemía de dolor y una espada traspasó su pecho afligido”. (“Stabat Mater de Amargura”)




-Jueves Santo: Hermandad de Paz y Caridad 

La palabra de esa trama verde se vuelve ungüento denso y milagroso que da sentido a la forma de sentir y vivir del barrio, que se toma desde que se reciben las aguas del bautismo entre los muros de su iglesia, y desde allí se reparte entre sus calles y plazas. Se bebe de las aguas frías de la fuente del Llanete, que entre las palmeras y la arboleda proporciona el descanso al caminante que por calle Roya se aproxima. Se ve en el risco que protege el león enigmático que dejó San Marcos en el mirador de la campiña. Se huele en el barrio que llaman de los Cristos en recuerdo a una familia, pero cuyo único Cristo verdadero, fruto de la tarama verde, recibe con amor en su mirada a sus hijos que constantemente le desgarran la piel a latigazos. Y hasta allí llega el aroma de la flor de la plazuela. (“Churreteros”)

Toque de un martillo plateado.
Corona dorada sobre un ancla.
Voz rasgada que el aire atraviesa.
Exhalación de amor, lívida carga.
Contoneo silencioso en la iglesia.
Valares en movimiento en un acorde afinado.
Brazos que se anudan a la parihuela.
Bambalina que acaricia el dintel de piedra.
Rayo de sol que en la malla se enhebra.
Terciopelo verde de oro bordado.
Azahar que te recibe en la plazuela.
Perfume de la vida en tu esencia.

(“La mano que mueve la Esperanza”)



-Viernes Santo: Hermandad de Jesús Nazareno 

Un costal de matices se teje entre las sombras, cuando la luna sublima su redondez con cristal de plata, y el cantar amarillo de brillantes trompetas va marcando el sendero peregrino. El aire se deleita en un bello aria de amor; se amontonan cadencias que edifican silencios en la paz caudalosa del dolor ennochecido. Es el momento malva de lo gozosamente sentido en esa dulce soledumbre de un rostro que mira tan despacio bajo su humilde cansancio. Una mirada que imanta y enamora, un caminar lento entre el blancor de los tapiales, unos ojos de sándalo remansando en los párpados, una voz callada en la hermosura amatista de unos labios. (“Abril”)

 El frío, sí, aquel frío de las tempranas mañanas, se atreve también a entrar al palacio de Cerverales y traspasar el ventanal de su patio arqueado para rozar las mejillas de su rostro. Besa su mano en cada rincón de la casa lateranense y la acompaña junto a la fuente de aguas cristalinas de la plazuela. Ella, cobija en su manto la oscuridad de las largas noches y la soledad de las mañanas. Llena de llanto, parece vivir en un eterno luto su camino hacia el Gólgota. Una y otra vez, cada atardecer y cada amanecer. Sensación de pérdida, vasija vacía.

Oraciones de ánimas se escuchan, los hermanos se recuerdan. Se encienden velas y alguna mariposa, temerosa, arde flotando en el aceite que consume. Luz perpetua que brilla en el descanso eterno.

Días de melancolía, de lágrimas y de un lamento más que previsible. De un hasta luego que falta, de despedidas inesperadas y de una visita obligada. Ella cerca la estrechez entre la intimidad y el consuelo. Ella extiende su manto oscuro para compartir su tristeza y darle compaña a la nuestra. Ella alumbra el camino a los que más queremos en las noches oscuras del mes. Junto a Ella cientos de recuerdos de personas que habitan ya en la gloria. No se extiende la desesperanza porque vive en Ella las flores de la primavera, las mañanas inmaculadas de nubes rosáceas y el calor de las tardes eternas de los rayos del sol. (“Días de Luto”)


 

-Sábado Santo: Hermandad del Santo Entierro

Como guardianes tienes a los pardales que vuelan bajo para velar su cuerpo y entre vuelo y vuelo dejan escapar el susurro que quiebra el silencio con su acento. Desesperadamente los asustas en vano porque no haces fija lo que se te escapa entre los dedos. Retienes sin poder su cuerpo y dejas escapar un suspiro porque no consigues lo que pretendes a tu lado. Fíjate que el pelícano de su remate abre su pecho y con su sangre alimenta. Comprende de una vez, Muerte, lo que en él encierra y cesa en tu pantomima porque eso es lo único que te espera. (“Muerte Vencida”)