17/3/18

ESTEPA Y LA DEVOCIÓN AL CRUCIFICADO


Cristo crucificado en la cruz, o simplemente el Crucificado, ha sido representado según la escena evangélica en las distintas vertientes del arte, denominándose Calvario cuando la escena es más compleja al incluir elementos paisajísticos tanto urbanos como naturales y otras figuras como San Juan, la Virgen María, las tres Marías, los dos ladrones crucificados, Longinos, sayones y soldados romanos. La crucifixión de Jesús, y a su vez la Cruz que cargó y en la que fue crucificado, es el símbolo del sacrificio de Jesús por la salvación de los hombres, de ahí que sea el símbolo que representa a los cristianos. El Crucifijo se representa desde pequeñas joyas a grandes esculturas. En las iglesias se encuentra como parte destacada del altar mayor, ante él, o como parte de algún retablo.

Cristo es representado habitualmente desnudo, cubriéndose con un paño de pureza, aunque también se ha representado vestido e incluso totalmente desnudo por Brunelleschi, Miguel Ángel o Cellini. Según la representación de Cristo crucificado se clasifica con las expresiones latinas “Christus triumphans”, si se representa vivo, con los ojos abiertos y el cuerpo erguido; “Christus patines”, si se representa muerto, la cabeza inclinada, el rostro con expresión serena, los ojos cerrados y el cuerpo arqueado, mostrando las cinco llagas; y “Christus dolens”, si su gesto es de dolor, con la boca curvada hacia abajo, remarcando los rasgos anatómicos y dando una mayor sensación de tensión y gravedad.

Las primeras representaciones cristianas no optaron por el Crucifijo, sino más bien por el simbolismo, los iconos y la representación de Cristo entronizado. En el arte paleocristiano no se suele representar la escena de la muerte, por lo que no la figura de Cristo no se acompaña de la cruz y se representa a través de símbolos como el Crismón (XP) o el Pez (Ichthys). Un panel de marfil de un sarcófago romano de la segunda mital del siglo IV (ca. 420-430) es considerada la primera representación narrativa de la crucifixión, conservado en el Museo Laterano de Roma. Además del Crucificado se identifican otros personajes: Longinos, la Virgen y San Juan, y en una escena separada el suicidio de Judas.En el arte bizantino se desarrolla especialmente los mosaicos e iconos, representándose la Crux gemmata, decorada con piedras preciosas y pinturas, pero sin aparecer Cristo crucificado. En el Románico se prefiere la representación de Cristo en Majestad (Maiestas Domini), vencedor sobre la muerte, hierático y solemne, y en caso de estar sobre la Cruz se representa normalmente vestido y con cuatro clavos, dos para las manos y dos para los pies.

Sarcófago. Museo Laterano de Roma

Basílica de Sant Apollinare in Classe, Ravenna (549)


Iglesia de San Climent de Taüll

Cristo de Torre del Río, Navarra. S. XIII
 A partir del arte gótico se representa al Crucifijo de una forma más naturalista, con una estética que se aleja del distanciamiento y la majestad anterior, y busca acercarse al fiel a través de la expresividad, el dramatismo y la recreación de los signos de la Pasión, como los regueros de sangre que manan del cuerpo. Jesús aparece sufriente, mostrando un acusado rictus de dolor en el semblante, habitualmente desnudo y cubierto por el paño de pureza, con la cabeza desplomada hacia el lado derecho, con tres clavos, haciendo que un pie esté sobre otro, lo que obliga a una pierna a doblarse de forma diferente a la otra y romper la simetría, a quebrar las líneas rectas que formaban anteriormente los brazos y piernas. La cruz arbórea se prefiere sobre la lisa y pulimentada. Se añaden otros símbolos de símbolos de la Pasión, o Arma Christi, como la escalera, las tenazas, el martillo, la lanza de Longinos, la esponja de agua y vinagre, la corona de espinas, la cartela con las siglas INRI. En la pintura italiana se representa el Crucificado junto a otras escenas en pequeños recuadros, añadiendo a partir del siglo XV la perspectiva. La tradición iconográfica medieval se mantuvo en el Renacimiento, el Manierismo, el Barroco y el Clasicismo, pero adaptándose a las convenciones formales de cada estilo.


Cristo de Ochánduri, La Rioja. S. XIV
El Cristo renacentista del siglo XVI es un ideal de belleza clásica que refleja serenidad y perfección, se suaviza el modelado del cuerpo y se alarga su canon, aún manteniendo los signos pasionistas y la expresión de su rostro. En el último tercio del siglo se impone el manierismo en la escultura, caracterizado por el uso de la curva sinuosa, la pretendida sensación de ingravidez y la exagerada expresividad. El barroco es la época del gran patetismo, del estudio anatómico y la musculatura, y del desarrollo de los elementos postizos (ojos de cristal, dientes de marfil, uñas de cuerno, corcho en los regueros de sangre) que buscan impresionar al espectador. La escultura neoclásica del siglo XVIII y XIX, aún influenciada por el barroco, es más purista y se acerca al naturalismo.

Cristo de las Injurias, Zamora

Cristo de la Clemencia, Sevilla. Juan Martínez Montañez

Cristo Crucificado, Valladolid. Luis Salvador Carmona
La primera representación de Cristo en Estepa se debe buscar entorno a la llegada del Cristianismo a la zona. Se conoce que a finales del siglo III o principios del IV el cristianismo estaba arraigado en la zona cercana a Ostippo, participando un presbítero de Olauro (Lora de Estepa) como representante de la iglesia comarcal en el primer concilio de la Iglesia cristiana en Hispania, celebrado en Iliberris (Elvira, Granada) en el 300 o 324. La iglesia cristiana de la zona viviría en la clandestinidad, conviviendo con los cultos a los dioses romanos, hasta el edicto de Milán (313), que permitió a los cristianos manifestar su fe libremente y construir edificios para sus cultos. La iglesia cristiana de Ostippo levantaría una basílica que contaba con pila bautismal de inmersión, posiblemente en un baptisterio añadido a la planta basilical, y una necrópolis en su entorno. De esta época paleocristiana y posterior visigoda se conservan en el Museo Padre Martín Recio emblemas religiosos, fíbulas y un frontal de ara o sarcófago. Entre estos emblemas religiosos podemos hallar el Crismón paleocristiano.

El 24 de septiembre de 1267 el rey Alfonso X el Sabio entrega la villa de Estepa y sus anexos a la Orden de Santiago. Durante casi tres siglos, hasta 1559, la orden está presente en la villa conservándose interesantes vestigios santiaguistas de carácter civil como el recinto amurallado (S. XIII-XVI) y la Torre del Homenaje (h. 1390), o de carácter religioso como la Iglesia de Santa María. De la época santiaguista, podemos encontrar representaciones de la Cruz de Santiago decorada con veneras, y además las primeras veneraciones a Cristo crucificado, al que le dedicaron dos ermitas extramuros: la ermita del Cristo de la Vera Cruz y la ermita del Cristo de la Sangre.


Los visitadores de la Orden describen la Ermita de la Vera Cruz con el escudo de la Orden de Santiago sobre la puerta principal y con un crucifijo de bulto redondo en la capilla mayor. El Stmo. Cristo de la Vera Cruz de Estepa, titular de la hermandad homónima que se mantuvo hasta el siglo XVIII, es una talla de la segunda mitad del siglo XVI relacionado con la obra de Roque Balduque o Jerónimo Hernández. El Crucificado posee tres clavos y proporcionada anatomía que sigue el modelo renacentista; muerto en una cruz plana y cepillada como reacción al naturalismo gótico y a las cruces arbóreas.

Stmo. Cristo de la Vera Cruz

El otro titular cristífero de la época santiaguista es el Cristo de la Sangre de la ermita que se le dedicó a los pies del paño de muralla del norte. Se trata de un lienzo del siglo XVI en el que se representa a Cristo crucificado como fuente de vida redentora para las ánimas del purgatorio, con la Virgen y San Juan a los pies y a ambos lados dos ángeles recogiendo la sangre de Cristo a media altura. La ermita y el hospital de transeúntes que regentaba fueron trasladados a mediados del siglo XVII. En el siglo XVIII fue reformada la nueva construcción y se le encargó al escultor Diego Márquez un nuevo Calvario que sustituyera al lienzo para el nuevo retablo mayor del templo.



Anterior a estos dos crucificados, se dataría un crucificado de pequeño tamaño que se conserva sobre el retablo de la Inmaculada de la Iglesia de la Asunción. La talla, relacionada con talleres sevillanos, dataría del siglo XV mostrando la rigidez y expresividad propias del tardo-gótico. Sería la talla cristífera más antigua de Estepa y su comarca, y podría proceder del antiguo hospital de la Asunción localizado intramuros de la fortaleza ostipense.

Fechable en torno a 1555 y 1560 es el Crucificado de Santa María conocido actualmente como de la Misericordia, que se le relaciona con el escultor Andrés de Ocampo y con la producción de Juan de Oviedo y de la Bandera, ambos pertenecen al manierismo sevillano. Este crucificado pudo haber presidido la Capilla de los Vera de la Iglesia de Santa María desde finales del siglo XVI, conociéndose como “Santo Crucifijo y Conversión”. Andrés de Ocampo, oriundo de Jaén y afincado en Sevilla, estuvo trabajando en el altar mayor del templo, para el que realizó otro crucificado para el ático del retablo hacia 1583.



Con rasgos propios del bajo Renacimiento, entre los siglo XVI y XVII, se conserva en la sacristía de la iglesia de San Sebastián un crucificado conocido como Cristo de Aguas Santas que provenía de la iglesia de la Victoria y se relaciona con la escuela manierista granadina. El Cristo es de belleza clásica y serenidad aunque recorren su cuerpo hilos de sangre más propios del barroco. La cruz es plana y pintada con imitación al carey. La talla está sobre un pequeño retablo con doselete de la época barroca.



En 1603 se funda el convento de padres franciscanos en la antigua ermita de San Cristóbal. Para la nueva iglesia se encarga un Crucificado de procedencia hispanoamericana, realizado en papelón a principios del siglo XVII. La talla conocida como Cristo de la Salud se relaciona con los postulados tardomanieristas vigentes aún en los albores del siglo XVII y así se muestra en el alargamiento de su figura, su naturalismo y expresividad.



De las mismas características es el Crucificado que fue titular de la Vía Sacra del convento de Santa Clara. Datado en el siglo XVII, realizado en pasta de maíz y de origen hispanoamericano, presenta rasgos bastante arcaizantes y provisto de un paño de pureza de tala anudado mediante un lazo ostentoso. Se conoce que en los años veinte o treinta del siglo XVII fue donado un Crucificado para la cabecera de la iglesia por el hermano de Sor Ana de San Gabriel, que se encontraba en las Indias. Su retablo se realizaría a principios del siglo XVIII y está acompañado por la Dolorosa, San Juan y María Magdalena. En el ático del retablo mayor de la iglesia del convento se representa la Trinidad mediante la imagen de Dios Padre sosteniendo a Cristo Crucificado y sobre ellos las Paloma del Espíritu Santo, inspirado en el grabado de Durero. El retablo mayor es obra de Pedro Ruiz Paniagua hacia 1708.
Via Sacra


De la época del barroco podemos citar al Stmo. Cristo de la Sangre que realizó el antequerano Diego Márquez a mediados del siglo XVIII para sustituir al antiguo lienzo del titular en el nuevo altar mayor que levantó la hermandad rosariana del Carmen. Con similitud a este Crucificado, realizó el Crucificado que presidiría el retablo de las Ánimas de la iglesia parroquial de San Sebastián y que a su vez sustituía a un lienzo del siglo XVII en el que San Pedro como cabeza de la Iglesia recogía la sangre de Cristo crucificado. En la obra de Diego Márquez, Cristo aparece muerto, con la cabeza abatida y caída sobre su pecho con gran expresividad, manando sangre de sus heridas descarnadas y con numerosos hematomas en el cuerpo y rostro. Pende lacerado e inerte el sagrado cuerpo del Señor en un verdadero alarde de expresionismo pasionista. Tiene los costados tensos con los músculos bastante señalados, pero sin exageración. La cruz del Cristo crucificado era originalmente de madera oscura con los palos en forma rectangular. La imagen fue tomada como titular de la Hermandad de Los Estudiantes fundada en 1957 con la advocación de Stmo. Cristo del Amor.




En la misma Iglesia de San Sebastián destaca otro Crucificado de bulto redondo realizado para el ático del retablo mayor realizado por Francisco Primo hacia 1760. Otra representación de Cristo crucificado se encuentra sobre el coro en un gran lienzo de medio punto procedente de la iglesia de la Victoria y fechable en el siglo XVIII, con el tema del Calvario orlado por escenas de la Pasión.




Dentro de los Crucificados de tamaño pequeño que se realizaron en el siglo XVIII, podemos citar como grandes obras los Crucificados que se conservan en el convento de San Francisco y el convento de Santa Clara. Ambos fueron realizados por el escultor vallisoletano Luis Salvador Carmona. El Crucificado del convento masculino está sobre la mano izquierda de la imagen de San Francisco de Asís que el escultor realizó en 1743 para el convento. El Crucificado del convento femenino fue realizado para ubicarlo en una celda u otro espacio de la clausura. Las imágenes poseen una cuidada anatomía y una delicada elegancia, desposeída del efectismo traumático y dramático del barroco, capaz de transmitir serenidad y dulzura.


Crucificado del Convento de Santa Clara
 En torno a 1927 llegaría a Estepa un Crucificado procedente de la escuela valenciana que se bendijo con la advocación de Stmo. Cristo de la Buena Muerte como titular de la Hermandad del Santo Entierro. La relación de la cofradía con la representación de Cristo Crucificado se remonta a los orígenes de la misma. A principios del siglo XVII, la hermandad tenía su sede en el convento de la Victoria y representaba la crucifixión, descendimiento y entierro de Cristo con una misma talla que tiene los brazos articulados a la altura de los hombros. Esta antigua imagen de Cristo yacente data del siglo XVI y se relaciona con el taller y seguidores de Andrés de Ocampo. A la capilla de la hermandad de la iglesia de San Sebastián, fue a parar en el siglo XIX un lienzo conocido como Cristo de la Yedra, actualmente desaparecido, que se veneraba en la desaparecida ermita de San Juan Bautista y que se mantuvo hasta principios del siglo XX. El lienzo mantuvo viva en la hermandad la devoción a Cristo Crucificado y a finales del siglo XIX la hermandad inició su deseo de procesionar en la tarde del Viernes Santo con la imagen de Cristo crucificado, Cristo Yacente y su Dolorosa. Para ello, la hermandad hacía su salida en un principio con la imagen del antiguo Cristo de la Salud que los padres franciscanos cedían para ese día. Sería en 1927 cuando la Hermandad adquirió su actual imagen de Cristo crucificado.



Este mismo Cristo crucificado con el nombre de Cristo de la Salud, llegado desde América a principios del siglo XVII y con devotos en el convento franciscano de la localidad al menos desde el siglo XVIII, fue tomado como titular en 1941 por la recién fundada Hermandad del Calvario. Debido al deterioro de la antigua imagen, la Hermandad encargó en 1952 una nueva talla cristífera de estilo neobarroca al escultor estepeño Manuel Escamilla Cabezas.


Las referencias a las imágenes de Cristo Crucificado que aparecen en este artículo son una selección de los Crucificados que se encuentran en nuestras iglesias y hermandades, encontrándose otras representaciones en los altares mayores, el manifestador del retablo principal, las sacristías, cruces parroquiales o en las pinturas que decoran nuestras iglesias, como el Cristo crucificado de la Iglesia de los Remedios datado en el siglo XVI, realizado en marfil y situado en el manifestador, o el Cristo crucificado de la misma iglesia del siglo XVIII y situado en la sacristía. Las nuevas iglesias o ermitas levantadas en el siglo XX también se han hecho con un Crucificado como el Cristo realizado por el escultor estepeño Rodríguez Merinero para la Iglesia de la Milagrosa. Las Hermandades, a su vez, han enriquecido su patrimonio con Crucificados para sus insignias como el Cristo Crucificado vivo de la Hermandad de San Pedro que se asemeja al Cristo de la Expiración sevillano, realizado en pequeño formato para su insignia parroquial.

Artículos y obras consultadas:
-La Evolución de la escultura de Cristo Crucificado en España. Románico. Gótico. Renacimiento.Barroco. Neoclásico. Sergio Cabaco y Jesús Abades. La Hornacina.
-Algunas atribuciones de imaginería religiosa en Estepa. EA. Díaz Fernández. Pasión y Glorias. Consejo General de HH y CC de Estepa. 2017
-Guía Artística de Sevilla y su provincia, Diputación Provincial, Sevilla, 1981 
-Catálogo Arqueológico de Sevilla y su provincia, Tomo IV, Sevilla, 1954 
-Cuadernos de la Estepa monumental: Iglesia de Nuestra Señora de los Remedios. Ed. Ayuntamiento de Estepa, 2000
-Cuadernos de la Estepa monumental: Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Ed. Ayuntamiento de Estepa, 2000
-Cuadernos de la Estepa monumental: Iglesia de Nuestra Señora del Carmen. Ed. Ayuntamiento de Estepa, 2000 
-La llegada del cristianismo a Ostippo. Devociones de Estepa. 2015
-La cofradía de la Santa Vera Cruz de Estepa. Devociones de Estepa. 2015
-Estepa Santiaguista. Devociones de Estepa. 2011
-Ermita del Santo Cristo de la Sangre. Devociones de Estepa. 2016
-Cristo del Pregón, atribuido a Andrés de Ocampo. Devociones de Estepa. 2012
-Iglesia de la Victoria: Señor de las Aguas. Devociones de Estepa. 2012
-Los crucificados que llegaron de América. A. Mallado. ABCdeSevilla. 2011
-Primitivo titular del Calvario. Devociones de Estepa. 2009
-Cristo de la Salud en la Soledad. Devociones de Estepa. 2013
-La Iglesia de la Victoria y la Hermandad de la Soledad. Devociones de Estepa. 2012
-Cristo de la Yedra. Devociones de Estepa. 2016
-La Vía Sacra de Estepa. Devociones de Estepa. 2017
-Cristo del Amor y "de las Ánimas". EA Díaz Fernández. Historia de Estepa. 2013
-La capilla de Ánimas de la Iglesia de San Sebastián. JA Jordán Fernández. Boletín "Los Estudiantes". 2013
-Hermandad de las Benditas Ánimas. Devociones de Estepa. 2016
-San Francisco de Asís de Luis Salvador Carmona. Devociones de Estepa. 2015
-Restauración de la imagen de San Francisco de Asís por el IAPH (2004). Devociones de Estepa. 2009