Los cuatro estados del alma que se conservan en el Convento de Santa Clara de Jesús de Estepa son cuatro pequeñas figuras confeccionadas en cera, que representan tres bustos con variado repertorio expresivo en sus rostros y una cuarta consistente en un torso infantil con manos unidas a la altura del estómago. Sus medidas apenas alcanzan los diez centímetros y pretender la representación alegórica de los “Novísimos” o “Postrimerías”, cuatro posibles estados del alma, una vez que se haya franqueado la barrera de la muerte y se produzca el “Juicio”: el alma beatificada o la gloria, el limbo con la esperanza de la inocencia infantil, el purgatorio y por último el alma condenada o infierno.
En realidad las cuatro postrimerías o novísimos son muerte, juicio, gloria e infierno. En las realizaciones plásticas de este tipo existen variaciones, suprimiendo las dos primeras y centrando la representación en las posibilidades que se ofrecen al alma después de la vida terrenal. En ocasiones puede aparecer la muerte, simbolizada por una cabeza moribunda que se apoya en una almohada.
Las cuatro alegorías de los estados del alma ocupan los recuadros laterales de un escaparate o vitrina cuyo espacio central, más amplio que los anteriores, introduce una imaginativa escena del Paraíso, con la minúscula imagen de Jesús Niño entronizado, en actitud pensativa, rodeado de nubes confeccionadas de algodón, vistosas flores de tela, acompañadas de algunos joyeles. Protegido todo ello por cristales y marcos claveteados. Cada composición está resguardada en una caja de madera que sería insertada en la vitrina que hoy ocupan una vez que hubieran sido recibidas por el Monasterio.
Los dos cuadros superiores contienen las imágenes del “alma bienaventurada o beatificada” y el Limbo. De la primera destacan los rasgos faciales, el tratamiento del cabello y los detalles del vestido, compuesto por finísimos pliegues y cenefa que imita trabajo de pedrería, o el rico collar, símbolos de la recompensa divina. En el caso del Limbo, el infante torna su mirada en actitud meditativa, colocando sus manos una sobre otra y apoyadas en el cuerpo a la altura del vientre, lo que representa la inocencia. En algunos casos, la imagen del Limbo es sustituida por la muerte.
La serie se completa con el Purgatorio y el alma condenada. La primera es interpretada mediante un rostro varonil que eleva la mirada en actitud suplicante, su cabello está muy rizado y su tonalidad es más oscura. En el alma condenada se intensifica la tensión de los tendones y pliegues faciales y se crispan los cabellos para mostrar el dolor y la desesperanza en un hiriente y patético alarido.
Destaca la peculiaridad del material en que fueron confeccionadas, la cera. El arte de la ceroplastia o la escultura en cera facilitaba la economía del trabajo, proporcionaba verismo a la representación y garantizaba cómodo transporte, por lo que se convirtió en un medio adecuado para perpetuar la imagen y anatomía de humanos, con toda su carga expresiva y fisonómica. Las imágenes de cera se utilizaban para transmitir ideas teológicas, religiosas, devocionales o alegóricas. A partir de la Baja Edad Media se registra en Europa un uso abundante de esta materia prima para la confección de bujías y velas destinadas al culto, figuras efímeras, alegóricas y votivas, como la realización de exvotos.
Se desconoce su procedencia o donante, pero por su similitud con las existentes en el Museo de Bellas Artes de Valencia y con las del convento cisterciense de Santa Ana de Valladolid se relacionan con el pintor y modelador siciliano Giovanni Bernardino Azzolino (1572-1645), al parecer creador de estos modelos, o sus seguidores. Estas obras siguen la doctrina dictada por la Contrarreforma, centrada en la búsqueda de lo esencial, la meditación íntima y el impacto anímico, por lo que se simplifica la iconografía y se incrementa la expresión gestual y facial. Las fantásticas visiones que desde la Baja Edad Media se realizaban de glorias, juicios, purgatorios e infiernos, donde proliferaban jerarquías celestiales o malévolos ejércitos de demonios, que premiaban o martirizaban a cristianos salvados o condenados, se reducen a partir del s. XVI a sencillas figuras cuya expresión representaba cada estado. Las figuras estepeñas podrían haber sido donadas por alguno de los marqueses, que podrían haber adquirido la serie en Italia en la primera mitad del siglo XVII.
Convento de Santa Ana (Valladolid) |
-Anotaciones al catálogo de escultura del monasterio de Santa Clara de Jesús de Estepa: a propósito de una serie inédita de "novísimos" de cera. Herrera García, FJ. Primer Simposio. Cuatro siglos de presencia de los franciscanos en Estepa. Ed. Iltmo. Ayto. de Estepa. 2003
-Los cuatro estados del alma. La Hornacina. 2016