10/8/16

SAN PEDRO APÓSTOL, ATRIBUIDO A PEDRO DE MENA



El historiador D. Manuel García Luque, de la Universidad de Granada, confirmó en 2013 a través de un inventario la autoría de Pedro de Mena de las imágenes del grupo escultórico del Lavatorio de Lucena. En la década de 1670 Mena se convirtió en el escultor predilecto de las élites políticas y religiosas lucentinas. Por un lado se encontraba en la ciudad el pintor local Bernabé Ximénez de Illescas, que se ocuparía de suministrarle encargos a cambio del eventual encarnado de las imágenes. Y por otro lado la presencia de Don Luis de Guzmán, hombre de confianza de la casa de Medinaceli, que llegó a ser hermano mayor de la cofradía de la Veracruz y adquirió para la corporación valiosas obras de arte.

Se podría elevar a casi la docena el número de obras del escultor que entonces se repartirían por las iglesias y casas particulares de Lucena. Documentadas están el Nazareno, una Santa Rosa de Lima y el grupo del Lavatorio, a las que habría que sumar la comisión de un Niño Jesús y la intención, quizás no llevada a efecto, de encargarle una sexta (Jesús preso).

El grupo escultórico del Lavatorio, que se compone de San Pedro sedente y de Jesús arrodillado, fue un encargo realizado por Don Luis de Guzmán, en un principio para su colección particular. Don Luis de Guzmán fue un caballero de la nobleza media, perteneciente al cabido municipal de El Puerto de Santa María, que jugó un destacado papel al servicio de la casa de Medinaceli como contador del duque. Los duques de Medinaceli confiaron la gestión del estado de Lucena, que habían recibido al convertirse en marqueses de Comares, a su hombre de confianza, don Luis de Guzmán, que fijó su residencia en Lucena donde se estableció durante toda la década de 1670. En Lucena, como hermano mayor de la cofradía de la Veracruz (1674-1679), promovió la reforma de su ermita y del corral de comedias, contratando los servicios de diferentes compañías de teatro en la década de 1670. Durante su mandato se adquirieron valiosas obras de arte para la corporación como el Cristo amarrado a la columna de Pedro Roldán (1675), avalando su importante papel como promotor y mecenas.

Su interés por las artes también se desprende de su faceta coleccionista. El contador del duque reunió una modesta colección artística de pintura y escultura, que ha podido ser reconstruida a partir de su escritura de capital, en la que se hace inventario de sus bienes en 1679. En esta escritura el poseedor hace valiosos comentarios sobre la procedencia de algunas piezas. En esta colección artística se encuentra el grupo escultórico del Lavatorio de Pedro de Mena, que el escultor debió realizar entre 1675 y 1679. Estas tallas habían sido compradas en Málaga antes de 1678, aunque con posterioridad tuvieron que ser devueltas al taller, al no cumplir las expectativas del comitente. En su inventario se detallan “dos hechuras de tallas, la una de Jesus y otra de San Pedro, que las comprò en Malaga de Pedro de Mena Medrano, escultor insigne, en trecientos ducados, las quales estàn oy en poder del dicho Pedro de Mena para aderezarles los cuerpos”. Las imágenes fueron entregadas de nuevo a su propietario en 1780. Hasta el momento son las primeras imágenes de vestir conservadas y documentadas de Pedro de Mena.




Ya a finales del siglo XVIII, o a principios de la siguiente centuria, el presbítero lucentino Fernando Ramírez de Luque, en su manuscrito Tardes divertidas, daba cuenta de la existencia en la ermita de la Paz de “dos bellísimas estatuas del paso del Lavatorio, que había traído de Málaga y costándolas el hermano mayor D. Luis de Guzmán y Soto. A su juicio, “al menos el San Pedro es de D. Pedro de Mena, célebre esculto (…) y el Jesús arrodillado, si acaso no es suyo, lo será de Gerónimo Gómez, escultor malagueño que ayudaba mucho a Mena". El grupo escultórico de Lavatorio se agrega en 1981 a la cofradía de la Santa Fe, pasando primero por la parroquia de Santiago y finalmente acabando en la ermita de Dios Padre (1989).

En 2016 el historiador D. Manuel García Luque se basó en su estudio sobre el Lavatorio de Lucena y la imagen de San Pedro lucentino para reconsiderar la atribución de otra imagen de similares características: el San Pedro arrepentido de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Estepa (Sevilla), obra que en alguna ocasión ha sido relacionada con el entorno escultórico de Pedro de Mena pero que jamás había sido considerada por quienes se han ocupado de la obra del granadino.

La imagen del San Pedro estepeño había sido considerada como anónima e incluso de procedencia italiana, según una tradición oral que decía que habría sido traída desde Italia a comienzos del siglo XVII. Aguilar y Cano la describe en su Memorial Ostipense (1888) como “de gran mérito artístico, por su franca y correcta ejecución, por su expresión llena de verdad, por sus exactas proporciones, por su naturalidad, y por su indisputable belleza” e incluso se lamentaba por no conocer a su autor, “¡Lástima que no podamos consignar el nombre de su autor!”. Hernández Díaz, Sancho Corbacho y Collantes de Terán la calificaron en 1955 de “obra barroca de intensa fuerza expresiva”, sin sugerir nombre alguno. Díaz Fernández en 2003 en el libro del 50 aniversario de la refundación de la Hermandad de San Pedro la consideró próxima al taller de Pedro de Mena, fechándola a mediados de siglo, mientras que Sánchez López en 2004 como obra anónima seiscentista, con grafismos cercanos al taller del padre, Alonso de Mena.

La imagen de San Pedro Apóstol de Estepa se trata de una escultura de madera policromada de tamaño natural (120 cm), preparada para ser vestida, aunque completamente anatomizada. Representa el momento en que Pedro, arrepentido por haber negado a Cristo, se arrodilla y llora tras el canto del gallo. Tradicionalmente se sostenía que la imagen había formado parte de una hermandad de San Pedro existente en Estepa desde el siglo XVI, pero recientes investigaciones han demostrado que en realidad existieron dos corporaciones que rendían culto al santo: la primera estaba integrada por los sacerdotes de la villa; y la segunda, formada por seglares y denominada de las “Lágrimas de Señor San Pedro”, se creó con carácter penitencial el 31 de diciembre de 1674. Según la escritura fundacional, esta segunda hermandad, radicada en la ermita de la Asunción, habría de sacar en procesión la tarde del Miércoles Santo unas imágenes preexistentes del Cristo a la Columna y de Nuestra Señora. Como en este documento nada se dice de la imagen del titular, cabe sospechar que en principio no contaran con ella, aunque en cualquier caso tuvieron que encargarla no mucho después, pues consta que en 1688 ya procesionó por primera vez. El dato es conocido gracias a la anotación de un libro de defunciones parroquial, donde se registra que el 14 de abril de 1688 «se hizo procesión de las lágrimas de San Pedro, y salió de la Santa Veracruz por estar la ermita de Ntra. Sra. de la Asunción con necesidad de hacer obra; fue este el primer año».

La realización de la talla estepeña debió de realizarse entre 1675, fecha en la que se funda la hermandad, y 1688, fecha en la que procesiona por primera vez “las lágrimas de San Pedro”. El indudable parentesco con el documentado San Pedro de Lucena hace posible la atribución a Pedro de Mena del ejemplar estepeño, lo cual es defendido así por D. Manuel García Luque en su artículo publicado por el Archivo Español de Arte:

“De su comparación con aquél se evidencia la utilización de un mismo modelo, que en última instancia remite al pequeño San Pedro de la iglesia granadina de San Antón, obra de juventud de Mena. Existen, claro está, divergencias de expresión entre uno y otro, pero esto se debe más a las propias exigencias del episodio iconográfico que al trabajo de dos personalidades artísticas diferentes. En ambos casos, Mena ha representado a Simón Pedro como un anciano canoso, con cabello rizado y barba corta. El recurso de los mechones que enmarcan el rostro recuerda al peinado utilizado en sus distintas representaciones de San José, aunque quizás el vínculo más evidente sea el empleo de su inconfundible canon facial, con el mentón prominente y la nariz afilada. También es típicamente suyo el modo de reunir el tabique nasal y las cejas, conformando una flecha que subraya la mirada ascensional del apóstol. El modo de levantar las manos en oración, en ademán retórico, debe relacionarse con el gesto que demuestran algunas de sus dolorosas de busto medio, como las de Alba de Tormes, Zamora o Valladolid. El escultor ha concedido una especial atención a las arrugas, talladas de un modo análogo en rostro, cuello y muñecas. El modo de interrumpirlas a la altura de las clavículas también resulta idéntico en los dos casos estudiados, pues lógicamente la talla se vuelve más sumaria en las partes que serán tapadas con las vestiduras. Esta atención al natural resulta especialmente significativa, pues la representación de la vejez constituye una de las lecciones de anatomía más difíciles de abordar, demostrando una vez más el alto grado de virtuosismo técnico que Mena logró alcanzar sobre la madera. Mención aparte merecen los ojos de cristal, que en ambos casos –al igual que en el ejemplar granadino de San Antón– son azules. Esta inusual coloración de las pupilas, que rara vez aparece en la escultura española, también delata la huella de Mena, pues como hemos visto el escultor la empleó en algunas de sus imágenes infantiles y en algunas representaciones femeninas, como ocurre en las dos esculturas orantes de Isabel la Católica de las catedrales de Granada y Málaga.



No está claro si esta imagen del apóstol se concibió para figurar aislada o se hizo pensando en formar grupo con el Cristo a la Columna al que rendía culto la hermandad. Conviene recordar que la iconografía de San Pedro arrepentido postrado ante Jesús flagelado halló cierto predicamento en el arte español de la Edad Moderna, especialmente en lo que respecta a la Baja Andalucía. Se trata de un tema absolutamente apócrifo, pues según los evangelios el episodio de las tres negaciones se produjo en el patio de la casa de Caifás, durante la comparecencia de Jesús ante el Sumo Sacerdote, pero en ningún momento señalan que Pedro tuviera luego ocasión de mostrar su arrepentimiento durante el episodio de la flagelación. Más que en el relato evangélico, la iconografía parece inspirarse en las revelaciones de Santa Brígida y constituye todo un alegato en favor del sacramento de la penitencia: mientras que éste había sido negado por la doctrina protestante, se convirtió en una de las señas distintivas de la Iglesia militante de la Contrarreforma, que se encargó de su exaltación plástica a través de obras tan elocuentes como la propia Magdalena penitente de Mena. Dado que la primera salida procesional de este San Pedro tuvo lugar meses antes del fallecimiento del escultor (octubre de 1688), no sería descabellado pensar que, dentro de la cronología propuesta, su ejecución estuviera más cercana a este último año que a la fecha fundacional de la hermandad. De ser así, estaríamos ante una de las últimas creaciones del granadino que, por su vigor de modelado y prodigiosa intensidad expresiva, demostraría la vitalidad del genio creativo de Mena aun en sus últimos años de vida.”

Esta atribución del San Pedro Apóstol estepeño al escultor Pedro de Mena enriquece enormemente la imaginería estepeña, siendo foco de estudio para el futuro por los historiadores la forma en la que esta preciada talla fue encargada por la hermandad estepeña a su taller, localizado en los años entre 1675 y 1688 en Málaga. Además, en caso de que hubiera un posible contacto entre la nobleza o clero estepeño y el taller de Mena, plantea un nuevo estudio de las obras anónimas del siglo XVII por si hubiera más obras realizadas para Estepa de este taller o se tratara de una obra única.

Obras de D. Manuel García Luque en las que se basa este artículo:
-Don Luis de Guzmán, contador del duque de Medinaceli, y el Lavatorio de Pedro de Mena. García Luque, Manuel. 2013
-Nuevas esculturas de Pedro de Mena en Córdoba y Estepa. García Luque, Manuel. Archivo Español de Arte, 2016

Otros artículos y obras consultadas:
-Memorial Ostipense, Aguilar y Cano, A. Estepa, 1888
-Catálogo arqueológico y artístico de la provincia de Sevilla. Hernández Díaz, J; Sancho Corbacho, A; Collantes de Terán, F. Sevilla, 1955
-La imagen de San Pedro en el arte sacro estepeño. Díaz Fernández, EA. 50º Aniversario de la Reorganización de la Hermandad de San Pedro, Estepa, 2003
-La pasión según Andalucía. Sánchez López, JA. Artes y Artesanías de la Semana Santa andaluza. Sevilla, 2004
-Pedro de Mena. Devociones de Estepa. 2016