4/3/16

MANUEL ESCAMILLA CABEZAS, IMAGINERO ESTEPEÑO


Manuel Escamilla junto a la imagen de la Inmaculada de la iglesia de Ntra. Sra. de los Ángeles. Años 60
No conocí a Manuel Escamilla, ni a Francisco Reina ni a Juan Antonio Blanco. Todos ellos tenían en común el haber trabajado en Estepa y el dedicarse al noble Arte de la Escultura. Juan Antonio Blanco, asturiano afincado en nuestra ciudad en el S. XVIII, supo tallar la piedra blanca de nuestras sierras para dejarnos parte de su obra en portadas como la de la Victoria, hoy lateral de San Sebastián. Francisco Reina, hijo de Estepa, recogerá el relevo un siglo después, en el XIX, para continuar creando y tallando la piedra caliza: trabajos suyos son la escultura de San Vicente en la calle Dehesa o la restauración de la portada de la Iglesia del Carmen, obra de otro artista afincado en Estepa, Andrés de Zabala.


Ecce Homo. Talla en piedra que preside la entrada a la iglesia de San Sebastián de Estepa.
Como diría el profesor D. Juan Juárez, el “arte” es como un aliento que viaja en el aire y que entra en el espíritu de alguno de nosotros. El relevo de este aliento en el S. XX lo recogerá Manuel Escamilla Cabezas. Tallista de madera como ocupación principal, no desdeñó sin embargo la piedra como medio de trabajo o expresión: valga como muestra la pequeña escultura en caliza que preside la hornacina de la portada principal de San Sebastián. Se trata de la cabeza de un Cristo doliente, Ecce Homo o Cautivo. Nacido en Estepa en 1914, veinte años después se trasladó a Sevilla. Su inquietud artística lo llevó a trabajar en los talleres de alguno de los artistas más reconocidos de la ciudad, como el maestro Castillo Lastrucci. En 1960 abrió su propio estudio en la calle Castellar, taller de donde saldrían numerosas obras que se repartirían por todo el territorio nacional. Quizá lo más conocido en la capital hispalense sea su Virgen de la Cabeza, obra singular para la que utilizó como base la cabeza de un ángel de uno de los retablos de la iglesia. No son muchos los autores que pueden presumir de que en Sevilla salga en procesión alguna de sus imágenes, circunstancia que nos habla del buen hacer del estepeño y que debiera de ser motivo de orgullo de todos los cofrades de Estepa.


Ntra. Sra. de la Cabeza de la Hermandad de las Siete Palabras (Sevilla)

Con el paso del tiempo su taller fue también aula en la que se formaron otros imagineros que, como él, buscaban la mano de un maestro que supiera dirigir el impulso y la voluntad de crear desde la madera. De su obra en Estepa podemos destacar la Inmaculada Concepción que preside actualmente el retablo mayor de la Iglesia de las Hermanas de la Cruz. Como ya citara el P. Martín Recio en un artículo de 1977, Manuel Escamilla podría llamarse “el escultor de la Inmaculada”, contándose entre su producción más de 300 imágenes de la Purísima. Quizás más desconocido es saber que de sus manos salió el gallo que acompaña a San Pedro el Martes Santo en Estepa.



El gallo de la Hermandad de San Pedro de Estepa

Pero sin duda, la obra por la que muchos hemos llegado a Escamilla es el Santísimo Cristo de la Salud, más conocido en Estepa como el Cristo del Calvario. Antes de que se instalara en Sevilla, algunos de los miembros de la Junta de Gobierno de la Hermandad habían compartido oficio de carpintería con Escamilla. Quizás fue esta amistad el motivo por el que en 1952 se decidió encargarle la talla del titular de la Hermandad. La imagen, por la que se pagaron en aquella época 22.000 ptas., se realizó en su taller sevillano.

Son muchas las anécdotas que se pueden contar sobre esta escultura. Por boca de su hija Asunta sabemos que cuando la imagen, estucada en blanco, se secaba en el patio de la calle Castellar, dos golondrinas se posaban cada día en la corona de espinas del Cristo. Quién conoce el “Calvario” sabe de las grandes proporciones de su Cristo; como el “cliente es el que manda”, a Escamilla se le pidió, por expreso deseo de la Hermandad, un Cristo grande, tan grande que cuando pasara por el Cerro se viera desde el pueblo, “tan grande como Eloy Pelovaca…”. Como buen profesional, el imaginero cumplió el contrato y el Calvario es grande, perfectamente proporcionado pero grande. Cuando la imagen llegó a Estepa, a Escamilla le pareció aún más grande y quiso llevársela de nuevo al taller para hacer otro nuevo. La Hermandad se negó, reprochándole en broma que lo que pretendía era venderla en Sevilla. Al final quedó en Estepa. La recepción fue en el Convento de San Francisco, en el claustro, donde se sirvió una comida para celebrar su llegada.


1983. Escamilla firmando su obra cumbre en Estepa, el Cristo de la Salud.

En la Semana Santa de 1981, tras una tormenta que sorprendió al Calvario en mitad de su recorrido, la imagen sufrió daños en la policromía. Restaurada por el propio autor y con la imagen ya colocada en los muros de la iglesia, se propuso a Escamilla que estampara su firma en los pliegues del sudario. A falta de un punzón adecuado, el imaginero, navaja en mano, firmó: “Escamilla 1952” grabado en la policromía después de insistir en que debajo de la mascarilla no se había colocado ningún pergamino con el nombre del autor. Desconozco si en Estepa hay otras imágenes en casa de particulares y si entre su producción hay obras de carácter profano. Como muchos autores curtidos en Sevilla, el sentimiento religioso y la tradición barroca de la ciudad impregnan de tal manera a sus creadores que resulta difícil escapar a una iconografía que se respira desde sus centros de formación hasta las casi diarias expresiones populares de fe.

El 15 de enero de 2005 falleció en Sevilla, a los 91 años de edad, el imaginero estepeño. La Hermandad del Calvario de Estepa despidió al artista con una misa in memoriam. Quien alcanzó a conocerlo y pudo compartir con él alguna conversación sabrá que se fue con cierta añoranza del reconocimiento de su ciudad natal. No es de extrañar; demasiadas veces, la gratitud hacia los que hacen grande el nombre de nuestros pueblos llega, si es que lo hace, tarde y mal. Serán muchas más las anécdotas que rodean la vida y la obra de Manuel Escamilla. Quizás este artículo despierte el interés de algún historiador por recuperar la memoria de este ilustre estepeño. Como se ha hecho en otros casos, al menos una calle o plazuela con su nombre bien pudiera ser motivo de agradecimiento por parte de sus conciudadanos. Al fin y al cabo, la historia de un pueblo la construyen paso a paso los hombres y mujeres que trabajan cada día por engrandecer su nombre y los que al día siguiente recuerdan orgullosos de dónde venimos y hacia dónde queremos ir.

Me despido pensando que ahora conozco un poco más a Juan Antonio Blanco, a Francisco Reina y, por supuesto, a Manuel Escamilla Cabezas. Gracias a Antonio Olmedo por la información recibida.

Texto de:
-Escamilla, un imaginero estepeño. Eusebio Rico Jiménez. Revista de Feria 2014

Otros datos de interés:
1. En su juventud se le conoció como el "Niño Macías" y participó en la procesión de San Pedro de 1932, cuando se prohibieron las procesiones durante la II República. Por este apodo se le conoce también como Manuel Escamilla "Macías".
2. En su taller de la calle Castellar se formaron imagineros como Gabriel Cuadrado Díaz (1936-1985) y Manuel Carmona Martínez (1938).
3. Su obra no se puede confundir con la del imaginero Manuel Escamilla Barba, del que desconocemos si tiene algún parentesco con el escultor estepeño.