12/4/11

LOS RETABLOS CERÁMICOS

La Semana Santa es una manifestación de fe, que tiene sus orígenes allá por el siglo XIV, y que se ha fundamentado en el poder de las imágenes. Magníficas tallas que representan la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo y cuya misión era, y es, acercar al pueblo las enseñanzas de las Sagradas Escrituras. Desde sus inicios, en el interior de las Parroquias, Iglesias y Capillas, las hermandades daban culto a sus titulares y, una vez al año, en el día de la Estación de Penitencia transformaban ese culto en un público testimonio de Fe, saliendo los hermanos con las imágenes de Cristo y de la Virgen a las calles.

Fue a partir del siglo XVI cuando esas imágenes salen a la calle de forma permanente en forma de retablos pintados, de madera o con esculturas. El siglo XIX fue devastador para este tipo de expresiones religiosas ya que las reformas urbanísticas, la desamortización de los bienes eclesiásticos y los periodos políticos contrarios a la Iglesia provocaron la pérdida de mucho de estos retablos. Tomando como ejemplo la ciudad de Sevilla, entre los que se salvaron podemos destacar el azulejo que representa a Jesús Nazareno, de la Hermandad de la O, colocado en la torre de la parroquia de dicho nombre, fechado en 1760, siendo el más antiguo que se conserva.


Ya en el siglo XX, el año 1912 es clave en este tema, puesto que la Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder inicia lo que se convertirá en costumbre para el resto de las Cofradías y encarga la ejecución de un retablo cerámico de su imagen titular que coloca en la fachada principal de la que entonces es su sede, la Parroquia de San Lorenzo.


Pero si hablamos de Hermandades y retablos es obligado hacer una mención al Vía+Crucis que, en 1957, se instaló en la capital andaluza desde la Casa de Pilatos, en la calle San Esteban, hasta el humilladero de la Cruz del Campo, en la calle Luis Montoto, en recuerdo de la costumbre implantada en Sevilla, en 1521, por Don Fadrique Enríquez de Ribera, Marqués de Tarifa. Excepto la primera Estación, que en un principio recayó en la Cruz de piedra que existe en la fachada de la Casa de Pilatos, cada una de las siguientes está formada por un sencillo retablo cerámico de 12 azulejos en el que aparece dibujado el titular de la Hermandad de Penitencia que representa dicho momento de la Pasión. Más abajo encontramos, también en azulejos, el número correspondiente a dicha Estación así como una breve descripción del hecho al que alude. Cada Hermandad se encargó de sufragar los gastos de la Estación en la que aparece su titular.


En el resurgir de los retablos cerámicos experimentado en el siglo XX será determinante la elección del material que servirá como base para el retablo. Aunque ya se había utilizado la cerámica, es en este momento cuando su uso se extiende definitivamente. La cerámica, como material base, es más resistente que cualquier otro utilizado hasta la fecha en los retablos históricos. Sus inmejorables condiciones como son la resistencia, la durabilidad, su fácil limpieza y la variedad de recursos decorativos hacen del material cerámico el idóneo para los retablos a la intemperie.

En cuanto a las técnicas pictóricas, hay que destacar que son muchas las que se han utilizado a lo largo de la historia. La más tradicional es la llamada “al agua” que se basa en la aplicación de pigmentos de diferentes óxidos metálicos que están aglutinados con agua. Pero no debemos dejar atrás otras importantes técnicas como son la llamada “cuerda seca” y la del “aguarrás” con la que se obtienen azulejos de gran calidad pero que exige una mayor destreza por parte del ceramista. Todos estos métodos de trabajo requieren de una fase final en la que los azulejos se introducen en el horno hasta alcanzar su punto de vitrificación obteniendo de esta forma las cualidades de resistencia y durabilidad tan características de este material.

Niculoso Pisano, ceramista de origen italiano, fue el impulsor, a finales del siglo XV, del desarrollo de esta materia prima que ya se trabajaba en el barrio de Triana, en Sevilla. Su auge fue tal que se crearon numerosos talleres que trabajaron con maestría el arte de la pintura en los azulejos cerámicos. En 1924, nace en Triana la fábrica “Nuestra Señora de la Piedad” más conocida por el nombre de su fundador, Pedro Navía Campos. Su producción para las Cofradías tuvo una doble vertiente: por una parte aportaba para los retablos piezas modeladas como columnas, molduras, etc., y por otro realizaba retablos cerámicos completos. Entre toda su obra, no hay que olvidar la participación de esta fábrica en la elaboración, en 1957, del Vía+Crucis a la Cruz del Campo siéndole encargadas las Estaciones VI, X y XI que se corresponden con Jesús de las Tres Caídas, de San Isidoro, Cristo de la Exaltación, de Santa Catalina y Cristo de la Expiración, del Cachorro.


En 1939, tan sólo quince años más tarde de la fundación del taller de Pedro Navía, nació la afamada “Cerámica Santa Ana”, en la calle San Jorge, del barrio de Triana. La fábrica adquirió notoriedad y prestigio gracias a la maestría del ceramista Antonio Kiernam Flores, de tal forma que, la gran cantidad de obras que salieron de su mano iban firmadas con su nombre y el de la propia fábrica. Son dignos de mención los retablos que realiza del Cristo de la Buena Muerte, ubicado en el lateral de la Iglesia de la Anunciación, en la Plaza de la Encarnación, el del Cristo de Burgos, en la Parroquia de San Pedro o el de la Virgen de la Concepción, de El Silencio, en su casa Hermandad.


Texto:
D. Jaime Rodríguez Fernández.
Boletín Los Estudiantes 2011

Fotografías:
Retablo Cerámico