15/2/11
SOÑAR EN COFRADE
El compás del tiempo nos volvió a encontrar en las medianeras de Febrero, tiempo este que no marcan el reloj ni el calendario, porque sólo avanza a impulsos del péndulo de nuestro corazón, el del cofrade que todos los minutos de su vida guardan y atesoran momentos de su día sagrado y santo, en mi caso el Martes único de San Pedro Apóstol y mi Virgen de los Dolores, el de vuestra y mía Estación de Penitencia por las encrucijadas calles de la vieja Estepa de siempre.
Hay veces que la ilusión se anticipa y es tan viva en nuestros sentidos que nos hace caminar entre inciensos y tambores donde quizá todavía huela a fiesta de alegría y gozo navideño. No importan los días que falten, la intensidad y el latir nos volandean a través de las hora de espera inacabable camino de la luz sublime de esa mañana deseada en plenitud.
Cierro los ojos y mi alma nazarena se ciñe a ese sol naciente, mañanero y expectante que aparece sobre la ciudad como brillante Tiara Pontificia, Mitra alta y convexa adosada por sus tres coronas radiantes. Lo sueño rodeado de amenazas argénteas y nebulosas, haciendo estas con figurado acierto de llavero celeste y posado sobre los campos verdes extendidos a modo de palmas de martirio penitente. Todo el cielo en un difuminado azul es un inmenso hábito de mi Cofradía con el sol esculpido a fuego, surgiendo en enseña radiante.
Tienen que seguir pasando los días con lentitud, impregnados cada vez más de fantasía añorada como cera derramada en sus cirios y el sueño de ojos abiertos que me desboca hará dominar un sexto sentido, sentido cofrade, el corazón redoblante que abarcará el resto y galopará buscando la hora exacta y amada, las siete de la tarde verdadera.
Todo mi ser dormirá en ese vértice de gloria y la vivificante luz será la que dejen pasar las horas de una puerta haciendo trabajar los goznes férreos y chirriantes. Ahí, en ese bendito momento culminante de mi Iglesia de la Asunción con el crucero plateado en el dintel, es cuando surgirá dentro de mí un desbordamiento de recuerdos y mis ojos brillantes por los apretados nudos, derramarán las lágrimas nuevas y a la vez de siempre que cada pasión guarda para estas vivencias inolvidables.
Seguimos en Febrero y quiero continuar soñando, sólo veo por los agujeros de mi antifaz o entre las maderas de un respiradero, amo mi cansancio y mi sudor lo convierto en rocío del cielo, me aferro al poniente, lo agarro y extiendo la noche con sus luces sobre todos. Avanza mi ilusión penitente rodeada de humos, luces de cirios, tambores y cornetas. Miro hacia mi Virgen y veo un resplandor etéreo, lanzo mis ojos a San Pedro y lo presiento purgar sus culpas entre llameantes guardabrisas y movimientos costaleros acordes y preciosos.
Sigue la noche camino de la madrugada y mi ramillete de fantasías se posa en cada calle, cuesta o plaza del andar nazareno, sin despertar y sonriente, con un orgullo a flor de piel, llego de nuevo a la puerta de mi Iglesia, con el último suspiro y mis fuerzas dejo los pasos con mis Titulares en su sitio y abrocho con oro este sueño que ahora, en estos días de invierno, empiezo a disfrutar en su plenitud y terminará en la primera hora del Miércoles Santo.
Habrá una noche aplastada por el cansancio y la pena, pero con los rayos del alba del siguiente día, ya empezaré a tejer un nuevo sueño cofrade.
Eduardo Chía Cruz
Revista cofrade de Estepa
Fotografía: ellocodelospinos en Flickr